EL CARLISMO
Introducción:
Las décadas del siglo XIX se caracterizan por ser un período de cambios que afectaron a todos los aspectos de la vida en España. Podemos destacar la sustitución del viejo sistema absolutista por otro de tipo liberal, con constituciones, limitación del poder regio, partidos políticos, elecciones, etc. No obstante, la inestabilidad, las guerras civiles y el protagonismo político de los militares son caracteres que demuestran la debilidad del nuevo régimen.
El carlismo y la guerra civil:
Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios. En 1829 contrajo matrimonio con su sobrina María Cristina, que a los pocos meses quedó embarazada, planteándose abiertamente el problema sucesorio. Fernando VII, ya envejecido, queriendo garantizar la descendencia en su futuro hijo o hija, hace publicar el 29 de marzo de 1830 la Pragmática Sanción, que eliminaba la ley sálica y restablecía la línea sucesoria de las Partidas, favorable a la sucesión femenina. Protestada por los carlistas como un atentado a los derechos del infante Carlos, se convierte en un conflicto de primera magnitud cuando en octubre nace la infanta Isabel, convertida en heredera. Fernando VII muere en septiembre de 1833. Con el muere también el absolutismo y se produce el estallido de la guerra civil, la primera guerra carlista.
Entre la muerte de Fernando VII y la guerra sólo transcurren cuatro días. El 1 de octubre Don Carlos proclama desde Portugal el Manifiesto de Abrantes. El día 3 se produce la primera proclamación en Talavera y el día 3 es reconocido como rey en Bilbao y Álava.
Fue un conflicto civil de fuerte contenido social.
En el aspecto geográfico, el carlismo triunfó sobre todo en zonas rurales especialmente del norte (País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo Aragonés y valenciano). El bando cristino, como se denominó al que respaldaba los derechos sucesorios de la infanta Isabel, era mucho más variado. Se unieron los sectores moderados y parcialmente reformistas del absolutismo, encabezados por el jefe de gobierno, Cea Bermúdez.
El bando cristino contó desde el principio con el reconocimiento y el apoyo diplomático y militar de Portugal, Inglaterra y Francia, los carlistas no llegaron a conseguir un reconocimiento expreso, al carecer de una capital y de un respaldo consistente por parte de las instituciones del país.
Podemos afirmar que el programa político carlista era poco concreto y bastante simple, se podría resumir con su conocido lema “Dios, Patria, Fueros y Rey”. Sus características eran:
- La defensa del absolutismo regio de origen divino y de la sociedad estamental.
- El integrismo religioso y la defensa de los intereses de la Iglesia.
- El mantenimiento de los fueros vascos y navarros amenazados por propuestas liberales de contenido igualitario, uniformador y centralista.
- El inmovilismo y la completa oposición a cualquier reforma.
- La fidelidad a la patria entendida como un conjunto de tradiciones, normas, costumbres y creencias seculares recibidas de los antepasados.
Desde el punto de vista militar, la guerra civil entre carlistas e isabelinos tuvo tres etapas:
- Primera etapa (1833-1835)
El general Tomás de Zumalacárregui, al mando de 35.000 hombres del ejército carlista del norte, logró controlar grandes espacios rurales en las provincias vascas y en Navarra. Los planes de Zumalacárregui, que proponía lanzarse sobre Victoria, camino de la Rioja y mirando hacia la capital del reino, fueron rechazados y decidieron tomar Bilbao. El asedio de Bilbao dio un giro crucial al desarrollo de la guerra ya que terminó en fracaso y supuso la muerte de Zumalacárregui el 24 de junio de 1835. La villa tuvo que resistir una nueva acometida en 1836, finalmente Espartero, junto a las tropas británicas, logró derrotar a los sitiadores en Luchana.
- Segunda etapa (1836-1837)
Tras su éxito en Bilbao, Espartero accedió al mando supremo del ejército isabelino y tuvo que afrontar una nueva ofensiva carlista. El general Miguel Gómez llegó hasta Cádiz, el general Zarategui consiguió hacerse con la ciudad de Segovia y las tropas carlistas llegaron incluso hasta Arganda y Aravaca, a pocos kilómetros de Madrid.
- Tercera etapa (1838-1840)
Don Carlos no se atrevió a forzar la entrada de la capital de España y ordenó la retirada. En octubre de 1937, la expedición de don Carlos cruza el Ebro. El regreso de un ejército no vencido pero tampoco vencedor, a unas provincias ya cansadas aceleró el fin.
La crisis interna del carlismo, con enfrentamientos entre castellanos y navarros, la desamortización de la tropa y la fatiga de los civiles, allanaron el camino para el final de la guerra. La Pacificación del País Vasco permitió a los ejércitos liberales concluir la guerra en 1840 con el sometimiento de Cataluña y el Maestrazgo, donde Cabrera continuaba resistiendo y se negaba a cumplir el acuerdo de paz. No obstante la guerra civil concluyó con la victoria de las tropas liberales tras la caída de Morella y con la huida de Carlos a Francia. Su derrota y su exilio significaron el definitivo fin del absolutismo. La guerra logró un descalabro humano y económico y retrasar aún más el país.