1. La Guerra de Sucesión Española y el Ascenso de los Borbones
Tras la muerte de Carlos II en 1700, la disputa por el trono español entre los Borbones y los Austrias desencadenó la Guerra de Sucesión Española (1701-1713). Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, fue nombrado heredero por Carlos II, pero la Gran Alianza (Gran Bretaña, Austria y Portugal) se opuso, apoyando al Archiduque Carlos de Austria. La guerra, inicialmente favorable a los Austrias, terminó con la victoria de Felipe V en Villaviciosa (1710). La Paz de Utrecht (1713) reconoció a Felipe V como rey de España, pero implicó la pérdida de territorios para España, como Gibraltar y Menorca. Para recuperar estas posesiones, España firmó los Pactos de Familia con Francia a lo largo del siglo XVIII, recuperando Nápoles, Sicilia, el ducado de Palma y Menorca.
2. La Consolidación del Absolutismo Borbónico
La llegada de Felipe V al trono en 1701 marcó el inicio del reinado de la dinastía Borbónica, que se centró en la renovación interior de España. Se implementaron reformas para establecer una monarquía absoluta, centralizada y unificada, donde el rey tenía todos los poderes y se consideraba de origen divino. Los Decretos de Nueva Planta, aprobados por Felipe V, abolieron los fueros, privilegios e instituciones tradicionales de la Corona de Aragón, estableciendo una uniformidad jurídica bajo las leyes de Castilla. Solo Navarra y las provincias vascas conservaron sus fueros. La Ley Sálica, aprobada en 1713, impedía el reinado de las mujeres. Se crearon las capitanías generales y el territorio se dividió en intendencias, con intendentes responsables de los asuntos económicos, militares y fiscales. La administración central suprimió casi todos los consejos, reemplazándolos por las Secretarías del Estado. Se establecieron unas Cortes Únicas, se reformó el ejército y se obtuvo el control de la Iglesia gracias al Concordato de 1753. Las reformas borbónicas sentaron las bases del centralismo político que perduró durante siglos, dando lugar a la unificación de España.
3. Las Reformas Borbónicas en las Colonias
Las reformas borbónicas también tuvieron un impacto significativo en las colonias españolas. El aumento del poder del clero y la búsqueda de un sistema centralizado fueron factores clave en su implementación. En el ámbito político, se crearon los virreinatos de Nueva Granada y Río de la Plata, así como las intendencias, con el objetivo de centralizar el gobierno. Las reformas económicas se basaron en el establecimiento del libre comercio, la creación de nuevos impuestos y un sistema de intercambio. En el ámbito religioso, se expulsó a los jesuítas por su excesivo poder en las colonias y se restringieron los privilegios fiscales de la Iglesia. En resumen, el rey se convirtió en el centro del imperio y España mejoró su economía.
4. Reformas Borbónicas en España: Siglo XVIII
Las reformas borbónicas en España durante el siglo XVIII abarcaron diversos ámbitos. En el ámbito fiscal, se intentó establecer una contribución única para aumentar los ingresos (Catastro de la Ensenada), pero los privilegios se opusieron. Se creó el Banco de San Carlos en 1782. Se fomentó la agricultura mediante la liberación del precio del grano y el aumento de las tierras cultivadas en Sierra Morena (La Carolina), aunque estas iniciativas fracasaron. Se impulsó la industria, creando fábricas de artículos de lujo (Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara en Madrid). Se liberalizó el comercio mediante los Decretos de Libre Comercio de 1765 y se realizaron obras públicas para mejorar el comercio (Canal de Castilla). Aunque fue una etapa de crecimiento económico para España, no fue homogéneo, y la industria textil solo permitió el despegue en Cataluña. En el ámbito cultural, la Ilustración no logró triunfar en España, por lo que Carlos III aplicó el despotismo ilustrado, un sistema de gobierno donde el rey tenía poder absoluto pero lo usaba en beneficio de toda la comunidad. También se incluyeron reformas educativas.