Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media: Organización Política e Instituciones en el Reino de Castilla y en la Corona de Aragón
A partir del siglo XIII, en la Baja Edad Media, los reinos peninsulares experimentaron cambios significativos. Una permanente disputa entre los distintos estamentos (nobleza y clero) y los Reyes para mantener o aumentar su cuota de poder. En Castilla, el monarca sale fortalecido en estas disputas. Alfonso VI impone una línea más autoritaria que intentará continuar su hijo Pedro I el Cruel hasta el punto de contraponerse a su hermanastro Enrique de Trastámara y desatar una guerra civil (siglo XIV). Enrique vence, premia a sus aliados (mercedes enriqueñas) y centraliza la administración. En el siglo XV hubo un nuevo intento de la nobleza de hacerse con el poder de Enrique IV. Una nueva guerra civil sacude Castilla entre la beltraneja Juana y su tía Isabel. El poder monárquico se consolidó gracias a medidas como:
- La profesionalización de la corte (Cancillería y Consejo Real).
- Reformas en la justicia (la Audiencia).
- Las modificaciones en la hacienda introduciendo nuevos impuestos como la alcabala.
- La intervención en los concejos a través de las figuras de los regidores y los corregidores.
La figura del rey se burocratiza, pues pierde su condición de jefe. La Corona de Aragón se encontrará con una durísima oposición y tendrá que recurrir al pactismo, sistema de gobierno en el que los reyes dependían en gran medida de las Cortes para gobernar (Aragón, Cataluña y Valencia) y su política exterior orientada hacia el Mediterráneo. Las permanentes disputas dieron lugar a una guerra civil donde la Corona de Aragón de Juan II pasa a su hijo Fernando el Católico, siendo una confederación gobernada por aristocracias rurales y urbanas.
Ambos reinos van a tener una serie de novedades como la convocatoria de Cortes de modo habitual desde el siglo XII (en Aragón unas para cada Reino y otras generales) y la progresiva unificación de leyes, para el marco castellano será en época de Alfonso XI (Ordenamiento de Alcalá), en el caso aragonés a partir del reinado de Jaime I con los «Fueros» en Aragón, los «Usatges» en Cataluña y los «Furs» en Valencia.
Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media: Crisis Demográfica, Económica y Política
Frente a una Alta Edad Media (siglos XI-XIII) caracterizada por el crecimiento demográfico y económico de los reinos cristianos, se suele presentar la Baja Edad Media (siglos XIV-XV) como dos centurias de crisis.
Crisis Demográfica
En materia demográfica constatamos desde mediados del siglo XIV un descenso demográfico vinculado a la mortalidad catastrófica por hambrunas y epidemias como la peste negra y continuas guerras civiles y manifestaciones de violencia feudal. Estos factores explicarían descensos tan notables como los de Navarra (180.000 hab. en 1300, 100.000 hab. a finales del siglo XV) o Castilla (3.000.000 hab. en 1300, 2.500.000 hab. en 1400).
Crisis Económica
En materia económica, el incremento de los despoblados en áreas rurales al norte del Sistema Central y del Ebro se tradujo en un descenso de la producción agraria y en un incremento en los precios de los alimentos en las ciudades. Persiste la progresiva emigración a las urbes ya que éstas ofrecían mayor protección, mayor libertad frente a la opresión señorial y, en general, mejor abastecimiento. Cabe destacar en materia ganadera el decisivo desarrollo que experimenta la trashumancia (Honrado Concejo de la Mesta).
Además, hay un importante aumento del artesanado urbano, creciente adaptación de la producción hacia el comercio de larga distancia y se impulsan ferias de calado como las de Medina del Campo. La transformación económica experimentada tendrá una serie de consecuencias sociales entre las que podemos significar el aumento del poder señorial, al que los campesinos contestarán con movimientos de signo antiseñorial. También asistimos a una crisis de legitimidad de la Iglesia y al incremento de la persecución de las minorías religiosas.
Crisis Política
En materia política hay importantes cambios institucionales. Hay una cruenta disputa entre los estamentos privilegiados (nobleza y clero) frente a los monarcas al fin de mantener o aumentar su cuota de poder. El rey pasa, a partir del siglo XIII, de mero jefe guerrero a convertirse en un «primus inter pares» que irá consolidando su figura sobre todo en Castilla, mientras que en Aragón tendrá que recurrir al pactismo para afianzar su poder.
Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media: La Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo
En la Baja Edad Media (siglos XIV y XV), el conjunto de conflictos internos que padecieron tanto la Corona de Castilla como la de Aragón no impidieron que ambos reinos mostrasen un enorme interés económico y político por las rutas comerciales del Atlántico y del Mediterráneo.
Aragón desarrolla una política militar expansiva muy onerosa y que le generaría enemigos dentro y fuera del reino. En concreto, se basó en un próspero comercio a larga distancia con Italia, el norte de África y Oriente (Siria y Egipto) que tuvo la ciudad de Barcelona como principal impulsora desde el siglo XIII. Para facilitar los intercambios utilizaron algunos instrumentos como la letra de cambio, las compañías comerciales, los tribunales con competencias y lonjas de contratación. Importaban sedas, especias y tejidos de lujo y exportaban hierro, telas, paños y otros artículos artesanales. Los principales pasos de la expansión fueron:
- La conquista de Valencia y Baleares por Jaime I (siglo XIII).
- La conquista de Sicilia por Pedro III (siglo XIII).
- La influencia sobre el norte de África convirtiendo en reinos tributarios de Aragón a Tremecén, Bugía y Túnez.
- La conquista de Cerdeña por Jaime II (siglo XIV).
- La expedición de los almogávares en Oriente y Neopatria.
Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media: Las Rutas Atlánticas (Castellanas y Portuguesas). Las Islas Canarias
El conjunto de conflictos internos tanto en la Corona de Castilla como en la de Aragón no impidieron que ambos reinos mostrasen un enorme interés económico y político por las rutas del Atlántico y del Mediterráneo. El interés castellano por la ruta atlántica se explica a partir de motivos de carácter económico. La vía hacia el Atlántico Norte permitía la exportación (lana, hierro vizcaíno) y la importación (manufacturas de lujo). Por otro lado, la ruta sur en torno al eje Sevilla-Cádiz permitía el acceso a los productos africanos (oro, marfil, esclavos), a telas italianas y a las especias orientales. La unión entre ambas rutas se producía a través de ferias, las de Medina del Campo.
Para proteger la ruta del sur, Castilla se alió con Portugal y Aragón con la intención de controlar el Estrecho de Gibraltar y, sobre todo, la victoria del Salado sobre los benimerines que supuso la neutralización del control norteafricano. En esta ruta, Portugal se convirtió en el principal rival de Castilla durante el reinado de Juan I. Su hijo, Enrique el Navegante, promovió expediciones que permitieron a Portugal ocupar Ceuta, Tánger, Madeira y las Azores y se lanzaron inicialmente a buscar oro y posteriormente a encontrar una ruta atlántica hacia las Indias.
Finalmente, esta rivalidad castellano-portuguesa se localizó en las islas Canarias, archipiélago habitado hasta entonces por los guanches. Enrique III de Castilla promovió expediciones que permitieron controlar Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y el Hierro, mientras que el resto de las islas tendrán que esperar al siglo XV. Pronto se instalaron en ellas colonos andaluces, empresarios genoveses, misioneros y traficantes de esclavos. La empresa colonizadora fue privada hasta la época de los Reyes Católicos. En 1479, el Tratado de Alcaçovas reconocía la soberanía castellana sobre las islas.