21.España llegará con retraso a la Revolución Industrial iniciada en Gran Bretaña a finales del Siglo XVIII ya que cien años después solo podemos considerar a ciertas regiones españolas (Cataluña y País Vasco) como áreas industrializadas. Tampoco hubo innovación en el proceso al especializarse las regiones en subsectores idénticos al resto de países europeos (textil, siderurgia y transportes). La industria textil fue el primer sector que adoptó las formas modernas de producción. Se desarrolló en Cataluña (tejidos de algodón) y pasó por diferentes etapas: comenzó con la instalación de fábricas de "indianas", cuyas producciones tenían buena salida, tanto en la Península como en las colonias americanas desde mediados del Siglo XVIII. A pesar del estancamiento de la demanda con la Guerra de Independencia (1808-1814) y la pérdida de las colonias, la industria textil se recuperó rápidamente ya que el mercado nacional estaba protegido con fuertes aranceles (proteccionismo) edificándose fábricas como “El Vapor” de los Bonaplata. Entre 1830 y 1860 la expansión agraria favorecíó el crecimiento de la manufactura textil catalana. Además, se produjo un intenso proceso de renovación tecnológica como la sustitución de la lana por el algodón, la introducción de la máquina de vapor en la producción y las máquinas hiladoras "selfactinas". A partir de los años sesenta, la carencia de materias primas al encontrarse el EE.UU. En la Guerra Civil de Secesión y la debilidad del mercado interno, supuso un período de crisis y hubo de esperar a finales del Siglo XIX para que se produjera una nueva fase expansiva, que coincidíó con el auge de la agricultura vinícola y un período de euforia bursátil conocido como "la fiebre de oro". La siderurgia y metalurgia en España crecíó durante el Siglo XIX debido a la gran demanda del hierro para la cimentación de las explotaciones mineras y desarrollo del sistema ferroviario (vías, puentes, locomotoras, etc.). Sin embargo, la localización de la siderurgia fue variando a lo largo de todo el siglo. La primera obtención de hierro colado en España se produjo en Andalucía (1830-1850) cuyas principales siderúrgicas estaban en manos de la familia Heredia. Entre 1860 y 1970, gran parte de la industria se trasladó a Asturias (Langreo, Mieres, La Felguera, etc.) debido a la cercanía de yacimientos carbóníferos. Y finalmente, entre 1870 y 1890 con el establecimiento del eje Bilbao-Cardiff basado en el intercambio de carbón inglés por mineral vasco, se desarrolló la siderurgia vizcaína. A partir de 1882 se fundaron importantes empresas (Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, Ybarra & Cía) multiplicando la producción por siete y manteniendo unos precios industriales más competitivos que los de la mayoría de los países europeos. Sin embargo, desde 1890, al descender las exportaciones, los productores vascos fomentaron el proteccionismo a la producción extranjera. La minería se desarrolla porque la siderurgia necesita las materias primas del carbón y mineral de hierro, para producir acero y también, por la crisis de la Hacienda española. Para superarse, el gobierno decidíó desamortizar las minas (Ley de Minas 1869), que pasaron a ser propiedad de empresas privadas y fueron administradas por sociedades de inversiones extranjeras, por ejemplo Rothschild en las minas de Mercurio de Almadén o el Grupo Matheson en Río Tinto (Huelva), ya que requerían para su explotación grandes sumas de capitales inexistentes en la Península. España se convirtió de esta forma en un país exportador de minerales y la minería en un sector trascendental en la economía española. Por último, el ferrocarril fue otro de los sectores claves durante el Siglo XIX. Desde que se construyeron las dos primeras líneas ferroviarias (Barcelona-Mataró y Madrid-Aranjuez) en 1848, los gobernantes españoles intentaron reducir el retraso propio del estancamiento económico, la inestabilidad política y el retraso técnico. Para la construcción de la red ferroviaria resultó determinante la Ley General de Ferrocarriles de 1855 (bienio progresista) ya que fomentó la financiación de las obras con capitales extranjeros y concedíó privilegios de expropiación de tierras a las compañías concesionarias. Sin embargo, la necesidad de construirla con rapidez y una siderurgia atrasada hizo que la mayoría de los materiales fuesen importados lo que no benefició a una incipiente industria. Otras peculiaridades de la red ferroviaria española es que construyó siguiendo una estructura radial, con centro en Madrid, para afianzar el centralismo del régimen liberal, y con un ancho de vías mayor que el resto de líneas europeas, por razones orográficas y de defensa militar. Aunque la crisis financiera provocó el hundimiento de las acciones del ferrocarril en la Bolsa en 1866, este nuevo medio de transporte tuvo efectos positivos para la economía española, puesto que favorecíó el traslado de personas y mercancías, ayudando a la formación de un mercado nacional y a la comunicación interregional. En conclusión, podemos decir que la industrialización española durante el Siglo XIX fue tardía, muy localizada, poco competitiva e innovadora al imitar los procesos de países como Inglaterra o Alemania, y muy dependiente del mercado interno lo que provocó que la burguésía industrial se preocupara más por establecer medidas fiscales proteccionistas más que en buscar nuevos mercados o tecnologías.