Modernismo y Generación del 98
Los escritores que publican sus obras en torno a 1900 forman un único grupo generacional. Todos sienten la misma aversión por la Restauración y por lo que ella conllevó. La crisis de final de siglo dio lugar al nacimiento de movimientos renovadores opuestos a los modos de vida establecidos. Quizá deba hablarse de «Modernismo» (movimiento literario) y «actitud del 98» (posición política que intenta regenerar España).
El Modernismo es un movimiento hispanoamericano. Los poetas modernistas buscaron sus modelos en Francia, el Parnasianismo y el Simbolismo (utilización del símbolo para sugerir sentimientos inefables). Durante sus estancias en España, Rubén Darío —instructor del Modernismo— ejerció un magisterio poético breve pero profundo e indiscutible. La poesía modernista es una poesía sensorial, claramente esteticista. Persigue deslumbrar, sorprender y halagar a los sentidos. Es un estilo lleno de imágenes coloristas, abundante adjetivación cromática y recursos fónicos (aliteraciones), y también abundancia de sinestesias y originales metáforas.
A ello se le unen tres núcleos temáticos que lo emparentan con el Romanticismo:
- El escapismo (necesidad de evadirse del mundo real).
- El cosmopolitismo (se sienten ciudadanos del mundo).
- El erotismo (amor hedonista y voluptuoso asociado a ambientes exóticos).
Algunos poetas, como los hermanos Machado y Juan Ramón Jiménez, recibieron su influencia y crearon una poesía personal que rechazaría el brillo exagerado del Modernismo.
Generación del 27
Los principales poetas que incluimos en esta generación son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Miguel Hernández, que entró en el grupo cuando se trasladó a Madrid. Constituyeron un grupo abierto a toda tendencia, sabiendo fusionar perfectamente tradición y vanguardia.
Con la entrada en la década de los 30, cuando en España entraría la II República y la Guerra Civil, comenzará lo que Pablo Neruda llamó «poesía impura» (manchada de sudor, lágrimas, etc. y, sobre todo, de compromiso político). Al terminar la contienda, la mayor parte de los poetas del 27 marchó al exilio. Tras la muerte de Franco, los supervivientes (Guillén y Alberti) regresaron a España y en 1977 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre: se lograba así el reconocimiento mundial a toda una generación de poetas.
Miguel Hernández: Vida y Obra
Nacido en 1910, Miguel Hernández pertenece cronológicamente a la Generación del 36, pero sintetiza en su corta carrera literaria la evolución del grupo del 27. Comenzó en su Orihuela natal con las lecturas de nuestros Siglos de Oro. Cuando era adolescente, comenzó a conocer a los poetas del 27. Jorge Guillén, con la publicación de La imagen poética de Góngora, fue quizá lo que llevó a Miguel Hernández a Góngora. De este conocimiento del poeta barroco vino la obra Perito en lunas, escrita en octavas reales, en la que se fusionan gongorismo, simbolismo y ultraísmo.
Ya instalado en Madrid, será apadrinado en su madurez por Neruda, con el que se adentra en la poesía impura, la rehumanización del arte y un poco en el surrealismo. Aquí es cuando compone El rayo que no cesa. Con el estallido de la Guerra Civil y su compromiso político con la República, se adentra en la poesía comprometida con El viento del pueblo y más tarde, de modo más pesimista, con El hombre acecha. Por último, ya en la cárcel, presenta una poética popular e íntima, humanística y depurada con Cancionero y romancero de ausencias.
Imágenes y Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández
Las imágenes y los símbolos, de gran fuerza expresiva, varían en intensidad y significado, aun siendo a veces los mismos elementos léxicos, según la etapa creativa y vital de Miguel Hernández. Esas etapas son cuatro:
- Etapa oriolana: El poeta se fija en la naturaleza, describiéndola como objeto real en general y en sus detalles o elementos, todo esto mediante metáforas.
- Etapa amorosa-existencial: Los objetos se convierten en metáforas de la pena amorosa.
- Etapa bélica: En su expresión, en sus imágenes y en sus símbolos, se magnifica heroicamente el valor del pueblo y el aliento de la poesía en tiempo de guerra.
- Etapa carcelaria: El poeta siente la amenaza de la destrucción personal. Aquí los símbolos anteriores se invierten, y en el periodo carcelario, ausencia de libertad, ausencia del goce amoroso (de su esposa e hijo), ausencia de amor fraternal.
Algunos Símbolos
- Etapa 1: La luna, su entorno y su conocimiento quedan «pintados» con formas lunares.
- Etapa 2: El rayo como metáfora del tema amoroso-existencial y el toro de la pena amorosa (desaparece lo redondo y pasa a tener lugar lo punzante, por lo que sufre el poeta, por no ser correspondido su deseo erótico). Sin embargo, en Viento del pueblo, el rayo deja la poética del yo para hacer referencia al pueblo. Del toro hay dos interpretaciones: el toro bravo en libertad, simbolizando la virilidad y la masculinidad, y el toro de lidia como símbolo trágico.
- Etapa 3: El viento es el símbolo de la poesía épica. El poeta es el viento, viento del pueblo cuya fuerza nace del pueblo y regresa a él como defensor. Sin embargo, en el periodo carcelario se produce una inversión en el símbolo del pueblo. La tierra es el símbolo de la propia naturaleza. En general, la tierra se concibe como madre, pero no solo la que da la vida, sino también la que te acoge tras la muerte.
- Etapa 4: Luz/sombra. La luz casi mística cederá su presencia a la sombra que se impone como símbolo. En Cancionero y romancero de ausencias el poeta se define en las tinieblas, en la sombra. Sin embargo, cierra la obra con versos de victoria de la luz con respecto a la sombra.
Vida, Amor y Muerte en la Poesía de Miguel Hernández
Estas tres constantes preocupaciones del ser humano son los tres grandes temas de la lírica y también de la poesía de Miguel Hernández. Son tres realidades unidas estrechamente por el poeta, porque cada una de ellas implica a las otras dos. Estos tres temas irán apareciendo con mayor o menor intensidad a lo largo de la trayectoria poética de Miguel Hernández, según se vaya desarrollando su vida personal, porque la poesía de Miguel Hernández es expresión constante de su propia existencia.
Por su parte, la muerte, experiencia que nunca le resultó ajena (con la muerte de sus tres hermanas, Ramón Sijé, las muertes de la guerra y de su primer hijo), es un lógico tema poético en su poesía. Aunque nunca aparece una visión nihilista de la muerte en la obra de Miguel Hernández. Muchos de sus primeros poemas son expresión de un vitalismo despreocupado y, en ocasiones, de un optimismo natural, como ocurre en Perito en lunas. El sentimiento amoroso en el que está implicado Miguel Hernández en cuerpo y alma no aparece hasta El rayo que no cesa. La visión del amor irá evolucionando desde el amor-dolor al amor-esperanza de sus últimos poemas. En Viento del pueblo la muerte es ahora parte de la lucha y de la vida. Miguel Hernández modula su voz y su pesimismo con El hombre acecha, ya no hay muertes de héroes, sino de víctimas. En sus últimos poemas, Cancionero y romancero de ausencias, muestra pleno dominio de la forma.