La Situación Político-Social del Periodo
Con la muerte de Fernando VII en 1833, se abre una nueva etapa en la vida política de España. La necesidad de contar con firmes apoyos para enfrentarse a los carlistas impulsó a María Cristina (esposa de Fernando VII) a formar un gobierno liberal. Los liberales se hallaban divididos en:
- Moderados: Partidarios de reformas más moderadas.
- Progresistas: Querían desmantelar toda la estructura del Antiguo Régimen.
La regente concedió el poder a los moderados, pero la presión popular y el Pronunciamiento de la Granja hicieron que en 1835 subieran los progresistas al poder, presididos por Juan Álvarez Mendizábal.
El Gobierno Progresista (1835-1837)
Entre 1835 y 1837, los progresistas asumieron la tarea de implantar un régimen liberal, constitucional y de monarquía parlamentaria. Un conjunto de leyes permitieron:
- La disolución del régimen señorial, con la puesta en marcha de una desamortización de las tierras del clero.
- La desvinculación de la propiedad.
- La supresión de las aduanas interiores.
- La extinción de los gremios que se oponían al libre ejercicio de la industria y el comercio.
Se publicó además la Constitución de 1837, de carácter progresista. Reconocía la soberanía nacional y los derechos individuales, pero aceptaba el papel moderador de la corona en los conflictos de los diferentes órganos del estado y reconocía el sufragio censitario.
El Retorno de los Moderados y la Regencia de Espartero
En las elecciones de 1837, los moderados obtuvieron la mayoría e intentaron dar un giro conservador al proceso de revolución liberal. Un movimiento de oposición se alzó contra la regente, que se vio obligada a dimitir en 1840. El progresista Baldomero Espartero fue nombrado regente, pero su gobierno estuvo marcado por disputas internas. Las medidas librecambistas perjudicaron a la naciente industria española, y el autoritarismo del regente le valió la oposición de buena parte del país. En 1843, Espartero dimitió y las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, proclamándola reina.
La Década Moderada (1843-1854)
De 1843 a 1854 tiene lugar la llamada Década Moderada, liderada por el general Narváez, que dio al nuevo estado un talante conservador y centralista. Este estado se basó en el predominio social de la burguesía conservadora, fundamentalmente agraria, y pretendía frenar las pretensiones absolutistas del carlismo y alejar del poder a los sectores progresistas. Durante esta época se llevaron a cabo las siguientes realizaciones:
- Una Constitución en 1845, que establecía un sufragio muy restringido y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey.
- Un acuerdo con la Santa Sede que declaraba al estado como confesional y subvencionaba el culto católico.
- Se disolvió la Milicia Nacional y se creó la Guardia Civil, encargada de mantener el orden en el medio rural.
El Bienio Progresista (1854-1856)
De 1854 a 1856 tiene lugar el llamado Bienio Progresista. El triunfo del pronunciamiento en Vicálvaro, apoyado por progresistas y moderados descontentos que habían formado la Unión Liberal, liderada por O’Donnell, permitió el regreso de Espartero. Durante dos años, los progresistas intentaron restaurar los principios del régimen constitucional de 1837 a través de una constitución que nunca llegó a aprobarse. Las reformas más importantes fueron de carácter económico, como la desamortización de Pascual Madoz, que afectó a los bienes de los ayuntamientos. Con lo recaudado se impulsó la creación del ferrocarril.
La Alternancia de Moderados y la Unión Liberal (1856-1868)
De 1856 a 1868, la etapa final de Isabel II, se caracterizó por la alternancia en el poder de los moderados y la Unión Liberal. Se impulsó una política de prestigio internacional con pretensiones coloniales, que tuvo en la Guerra de África (Marruecos, 1859-1860) su máximo exponente. En el interior, la actuación del gobierno fue autoritaria, actuando al margen de las Cortes y de los grupos políticos. La oposición fue aumentando y surgieron nuevos grupos políticos, como los demócratas, que defendían el sufragio universal, y los republicanos, que abogaban por la abolición de la monarquía. La crisis económica que se inició en 1866 (agrícola, financiera e industrial) significó el desgaste del régimen y de la propia monarquía.
El Sexenio Revolucionario (1868-1874)
De 1868 a 1874, tiene lugar el Sexenio Revolucionario. Lo protagonizaron los grupos marginados de la etapa anterior: unionistas, progresistas y demócratas, que se unieron para representar una alternativa al sistema basada en la democratización de la vida política y la recuperación económica. El movimiento estaba representado por el general Prim y el general unionista Serrano. El pronunciamiento fue seguido por revueltas en las principales ciudades, donde se formaron Juntas Revolucionarias. Las tropas fieles a la reina fueron vencidas en Alcolea e Isabel II se exilió. Se formó un gobierno provisional, con Prim y Serrano al frente, que impulsó un programa de reformas. Se reconocieron los derechos fundamentales: de imprenta, de culto, de reunión, de asociación y el sufragio universal. Se reformó la enseñanza y se desamortizaron los bienes de los ayuntamientos. Finalmente, se eligieron unas nuevas Cortes que aprobaron la Constitución de 1869, «La Gloriosa», la más liberal de las constituciones españolas del siglo XIX.
La Monarquía de Amadeo I (1870-1873)
De 1870 a 1873, se establece en España una monarquía democrática en la persona del rey Amadeo de Saboya. Este rey contó con la oposición de los moderados, los carlistas y la Iglesia, que se mantuvieron fieles a los Borbones. Sus valedores eran los progresistas y los unionistas, pero estaban divididos. Amadeo I tuvo que hacer frente a diversos conflictos armados, como el levantamiento en Cuba en 1868 y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Falto de apoyo, Amadeo I abdicó en 1873.
La Primera República (1873-1874)
Ante la abdicación del rey, las Cortes proclamaron la República en febrero de 1873. La Primera República nació con escasas posibilidades de éxito. Los republicanos tenían un amplio programa de reformas sociales y, por primera vez, se pretendió organizar el estado de forma descentralizada. Se proclamó una República Federal. La República tuvo demasiados problemas: las guerras Carlista y Cubana, las divisiones entre los partidos republicanos federales (Pi y Margall) y los unitarios (Salmerón y Castelar) dificultaron la actuación de los gobiernos. En enero de 1874, un golpe de estado, protagonizado por el general Pavía, disolvió las Cortes y entregó la presidencia al general Serrano, quien intentó estabilizar un régimen republicano de carácter conservador, pero la base social que podía apoyarle había optado por la restauración de los Borbones.