La Revolución Industrial iniciada en Inglaterra a finales del Siglo XVIII trajo consigo el nacimiento de una nueva clase social: el proletariado. Esta situación era resultado de un proceso industrializador basado en la explotación de la mano de obra asalariada, el uso de máquinas y la concentración de trabajadores en fábricas. Con todo, esta nueva clase social surgida de la industrialización, el proletariado, fue tomando conciencia de su situación Estos obreros eran los asalariados que trabajaban en las fábricas de los empresarios, pero no como ahora, sino en unas condiciones laborales que hoy calificaríamos de explotación brutal: larguísimas jornadas laborales de hasta dieciséis horas, en lugares de trabajo totalmente insalubres, sin seguros ni salarios mínimos y pudiendo ser despedidos según el capricho del patrono. La Revolución Industrial también dio lugar a una nueva burguésía bastante acomodada que vivía a costa del esfuerzo de los obreros, mientras estos sufrían unas condiciones de auténtica miseria y con una esperanza de vida que a veces no llegaba a los treinta años.Este estado de cosas, aunque en menor escala, también llegó a España, especialmente a las zonas industriales como Cataluña, País Vasco etc. Obreros y trabajadores industriales y del campo fueron organizándose progresivamente y empleando medidas de fuerza y de presión para reivindicar lo que ni los patrones ni las leyes les concedían. Para lograrlo se asociaron, primero en organizaciones de defensa de los intereses puramente laborales (mejores salarios, reducción de jornada, seguridad en el trabajo), para pasar más tarde a reivindicaciones más globales de transformación de la sociedad según los modelos defendidos por las principales ideologías inspiradoras de las organizaciones obreras: anarquismo y socialismo marxista.
El conjunto de estas actividades recibe el nombre de movimiento obrero; según la época y la problemática concreta de cada colectivo, presentó formas diferentes de actuación y organización.
Tras la aparición de las fábricas, estas fueron incorporando máquinas que hacían el trabajo en lugar de los obreros. Así pues la clase obrera pensó que las máquinas les quitaban los puestos de trabajo a los obreros y la reacción proletaria fue posicionarse contra el uso de maquinaria en las fábricas y emprender acciones violentas para su destrucción. Las primeras reacciones del proletariado ante el proceso industrializador fue lo que recibíó el nombre de ludismo (primeras manifestaciones obreras en las que se destruyen las máquinas por considerarlas culpables de la mala situación de la clase obrera) debido a que el que lo comenzó fue un obrero inglés llamado Ludd. Los obreros que se dedicaron a atentar contra las máquinas fueron llamados mecanoclastas.Estos incendios y destrucciones de las fábricas a manos de los obreros sólo duraron unos años porque el proletariado enseguida se da cuenta de que las máquinas no eran las causantes de sus problemas, sino que incluso podrían hacer que los obreros tuvieran mejores condiciones laborales y que el verdadero enemigo de la clase obrera eran los patronos, que no repartían de forma mínimamente equitativa los beneficios de las empresas. Así pues comenzaron a surgir asociaciones obreras clandestinas.Al principio estas asociaciones eran de un colectivo de trabajadores de un determinado sector por lo que tenían cierto carácter gremial y funcionaban como Sociedades de Socorro Mutuo. Esto quiere decir que los obreros creaban un fondo común que permitía mantener alguno de sus miembros cuando estaban enfermos, ya que en caso de enfermedad no cobraban salario alguno e incluso podían ser despedidos. Poco a poco estas organizaciones van evolucionando y teniendo cierta influencia y hacia la década de 1840 aparecen las primeras organizaciones de carácter sindical. En un principio este tipo de asociaciones estaban prohibidas. Los obreros se quejaban de los bajos salarios, del trabajo femenino e infantil y de las duras condiciones de vida que soportaban. En 1855 tiene lugar en Barcelona la primera huelga seria en España, debido a las tensiones producidas en la construcción del tranvía de la ciudad condal. A pesar de todo el derecho de asociación no sería reconocido de una manera definitiva hasta 1887 bajo el gobierno del liberal Sagasta. Después el movimiento aparece mejor organizado y la aparición de la prensa obrera le otorgaba los medios necesarios para difundir sus reivindicaciones A pesar de la represión, el sindicalismo siguió reforzándose y extendíéndose. En 1868, la revolución «Gloriosa» permitíó una cierta liberalización. La Constitución de 1869 contemplaba como un derecho reconocido la posibilidad de asociarse, y esto permitirá la llegada a España de las ideas anarquistas. El encargado de difundir la teoría anarquista fue Giussepe Fanelli, que en realidad vino a España como difusor de la 1ª Internacional, en aquellos momentos dividida entre dos tendencias: marxista y anarquista. Sería el yerno de Marx, Paúl Lafargue, el que extendería aquella corriente marxista de la AIT.La AIT, Asociación Internacional de Trabajadores, fue una organización obrera fundada en Londres en 1864. Impulsada por la corriente marxista, pretendía ser el referente internacional de las organizaciones obreras para posibilitar una acción coordinada. Pero contó siempre con la encarnizada oposición de los gobiernos y de las clases burguesas, como vemos en el Doc 1, fechado en 1872, durante el sexenio revolucionario en el reinado de Amadeo de Saboyá. El periódico «La Defensa de la Sociedad», de claro corte conservador, nos muestra la alarma y el temor que representa esta organización obrera.Entre la represión y la división ideológica, la 1ª Internacional acabaría por desaparecer en 1874. Pero antes de que eso ocurriese en España existíó una Federación Regional española de influencia mayoritaria anarquista; luego, con la llegada de la corriente marxista, parte de esa FRE se escindíó y fundó la Federación de Madrid, que sería el núcleo originario del PSOE. En el nacimiento de las organizaciones social-marxistas destacó la figura del ferrolano Pablo Iglesias Pose, alma indiscutible del socialismo en España. Entre las organizaciones de esa tendencia destacó la creación del Partido Socialista Obrero Español, fundado en la clandestinidad en 1879 por socialistas madrileños. Tras la publicación de la Ley de Asociaciones de 1887, que permitía la existencia de asociaciones políticas y sindicales, se celebró su primer congreso en 1888, año en el que se crea La Uníón General de Trabajadores (UGT) que fue constituida como federación de sindicatos socialistas, ese mismo año. Entre sus acuerdos básicos estaban la conquista del poder político por los trabajadores, la declaración del día 1 de Mayo, como día de la clase obrera y la lucha por la jornada laboral de 8 horas. El doc.2 recoge los estatutos de dicha organización, siendo la “huelga bien organizada (…), la jornada de ocho horas, fijación de un salario mínimo, igualdad de salario para los obreros de uno u otro sexo (…)” los puntos básicos de su ideario. Las zonas de mayor implantación fueron Madrid, Vizcaya y Asturias y posteriormente Cataluña y el campo andaluz.
A partir de 1890, el PSOE, presentó candidatos a las elecciones municipales y generales y ya en los primeros años del Siglo XX, la alianza electoral con los republicanos permitíó la elección de Pablo Iglesias como primer diputado obrero.
La presión de estos grupos no conseguirá grandes logros durante la primera etapa de la Restauración pero, poco a poco, la sociedad fue tomando conciencia del problema obrero, a medida que el número de obreros crecía al ritmo del tardío despegue industrial español. El aumento de afiliados al PSOE y a la UGT hizo crecer la influencia del movimiento obrero y hacia 1900 se consiguen las primeras leyes de protección laboral para mujeres y niños. En 1904, curiosamente bajo gobierno conservador se consigue el descanso dominical, en 1909 se regulan las huelgas mediante la Ley de huelgas, en 1919 se aprueba la tan reivindicada jornada laboral de ocho horas y en 1921 el retiro obrero.
Hay que reséñar que estas conquistas fueron posibles también gracias a la actuación de otra importante organización sindical, que nacíó en Cataluña en 1910, a partir de una organización llamada «Solidaridad Obrera», hablamos de la ya citada CNT, Confederación Nacional de Trabajadores, doc.3, organización anarquista que defendía la huelga general revolucionaria como la táctica esencial para la emancipación de la clase trabajadora. La CNT será la principal asociación sindical en las décadas iniciales del S. XX. Se negó a participar en el juego político, buscando la acción directa con los empresarios. Los más radicales fundarán en 1927 la Federación Anarquista Ibérica (FAI).
Recordemos que los anarquistas más extremistas defendieron el empleo de la propaganda por la acción, atentando contra personalidades (monarcas, presidentes del gobierno, militares, obispos, políticos, terratenientes, industriales…).
Por tanto el sindicalismo español quedará dividido en dos grandes tendencias: los marxistas de la UGT y los anarcosindicalistas de la CNT. La CNT tendrá fuerte implantación en la zona industrial catalana y en la campesina del Sur (latifundios), y la UGT triunfará en Madrid, País Vasco, Asturias.