Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo gallego. El movimiento obrero y campesino.
Los movimientos nacionalistas periféricos, sobre todo en Cataluña y País Vasco, surgieron como respuesta al proceso de centralización política y de uniformidad cultural impulsado por la Restauración. Entre sus reivindicaciones políticas destacaban la petición de autonomía del nacionalismo catalán y de independencia del nacionalismo vasco. En un principio, los nacionalismos periféricos se apoyaron en las clases medias y populares. Posteriormente las burguesías dirigentes periféricas lo utilizaron como instrumento político para obtener ventajas económicas.
El catalanismo.
Desde 1830 se desarrolla en Cataluña, al calor del Romanticismo, un movimiento cultural conocido como Renaixenca, cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y cultura catalana. Es durante la Restauración cuando se articula el catalanismo como movimiento político, con dos tendencias, una de carácter republicano y federal y otra de carácter conservador y tradicionalista; esta última es la que se acabará imponiendo. Valentí Almirall, republicano federalista, es la primera figura del catalanismo político. A él se debe Lo Catalanisme (1886), tratado teórico donde se defiende un catalanismo interclasista y aglutinador que debe luchar por la autonomía política y la defensa de las señas de identidad catalanas. En 1891 se crea la Unió Catalanista (1891), agrupación de signo conservador que reúne a diferentes personalidades, periódicos y agrupaciones catalanistas. Su programa político se recogió en “Las Bases de Manresa” (1892), que proponía una Cataluña liberal y moderada con Parlamento propio y el catalán como lengua oficial. Prat de la Riba, figura importante de Unió, será uno de los líderes del catalanismo e impulsará la creación en 1901 de la Lliga Regionalista Catalana, partido moderado que se convertirá en la principal fuerza política en Cataluña a principios del siglo XX; defensor de la autonomía catalana, su base social lo constituían las clases medias y altas de la región.También es destacable la labor teórica del obispo de Vic, Torras i Bages, que publica en 1892 La Tradició catalana, donde se exponen los fundamentos teóricos del catalanismo tradicionalista y católico.
El nacionalismo vasco.
El nacionalismo vasco surge en el último cuarto del siglo XIX debido a la abolición de sus fueros históricos tras la III guerra carlista y al rápido cambio que vivió toda la región motivado por la industrialización; ésta atrajo un número considerable de inmigrantes de otras partes de España y supuso una transformación de la economía, la sociedad y la cultura vasca. El pasado y la sociedad tradicional, católica y rural, sufrieron un proceso de idealización ante la llegada de trabajadores de otras regiones españolas y la supresión de la peculiaridad vasca en el terreno legislativo. En este panorama, surge el nacionalismo vasco; su ideólogo fue Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895, que se proclama defensor de la etnia vasca, en peligro, según Arana, por la supresión de los fueros en 1876 (centralismo) y la llegada masiva de inmigrantes (maketos) por la industrialización. El PNV, en su origen, de ideología antiliberal, de base racista y ultra católica, proponía una Euskadi independiente, católica y tradicional, bajo el lema: “Dios y Leyes Viejas”. A comienzos del siglo XX moderará su discurso para extender su influencia entre la población vasca.
El regionalismo gallego.
Un temprano brote autonomista en 1846, de carácter progresista y revolucionario, apenas dejará huella en una región atrasada económicamente y con una débil burguesía. Como en el caso catalán, también se produce primero un movimiento de reivindicación cultural, O Rexurdimiento, a mediados de siglo, durante el Romanticismo tardío.
Pero hay que esperar a la Restauración, en 1889, para que Manuel Murguía, esposo de Rosalía de Castro, funde la Asociación Regionalista Galega, de marcada tendencia tradicionalista y con menor implantación social que los nacionalismos catalán y vasco.
El movimiento obrero y campesino.
Los antecedentes del movimiento obrero en España se encuentran en el reinado de Isabel II. En torno a 1840 se crearon en Barcelona las primeras agrupaciones de trabajadores, sociedades de auxilio mutuo, que ayudaban a los afiliados en paro, enfermos, inválidos o a sus viudas. Estas sociedades, sin orientación política, tenían como principal objetivo impedir el descenso de los salarios y conseguir el pleno derecho de asociación. El proletariado urbano y rural sufría duras condiciones laborales y fueron la causa de los conflictos de los jornaleros andaluces y de los obreros de las principales ciudades industriales. El Partido Demócrata y los republicanos asumieron las reivindicaciones sociales de los proletarios hasta la creación de asociaciones con programas exclusivamente obreros. Los factores que propiciaron la expansión del movimiento obrero fueron:
- La fundación de la Primera Internacional (AIT), que difundió las nuevas doctrinas socialistas y anarquistas.
- El reconocimiento del derecho de asociación que recogía la Constitución de 1869.
- El clima de inestabilidad política en el que se desarrolló la I República, que fomentó la agitación revolucionaria.
Tras un período de decadencia al principio de la Restauración, se recuperó durante el gobierno de Práxedes Mateo Sagasta por la Ley de Asociaciones, que legalizaba las organizaciones obreras. Durante este período no hubo representantes de la clase obrera en las Cortes a causa del falseamiento electoral, el abstencionismo político de los anarquistas y el radicalismo del PSOE, que rechazó alianzas electorales con los republicanos a los que consideraba reformistas burgueses. El movimiento obrero español siguió dos tendencias:
- Tendencia marxista: Los pequeños núcleos marxistas fundaron en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en torno a la Agrupación de tipógrafos, bajo el liderazgo de Pablo Iglesias. En 1888 los socialistas impulsaron la creación del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) a fin de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. La implantación de la UGT fue lenta, debido a su radicalismo, logrando una mayor presencia en Madrid, Bilbao y Asturias. El primer diputado lo obtuvieron en las elecciones de 1910, después de la Semana Trágica de Barcelona, elecciones a las que concurrieron junto a los republicanos.
- Tendencia anarquista: Ejerció su mayor influencia en Andalucía, Aragón, Cataluña y Valencia. Desde el principio estuvo dividida en torno a dos tipos de organizaciones:
- Grupos de Acción Directa: eran pequeños núcleos clandestinos ( Mano Negra) que utilizaban la violencia para conseguir el cambio político. Sus objetivos eran los miembros de las élites económicas y políticas: terratenientes en la década de los ochenta, políticos con el cambio de siglo y empresarios a finales de la Restauración (asesinato de Cánovas del Castillo y bomba en el Liceo de Barcelona).
- La Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE): Se fundó en 1881 y era de tendencia anarco-sindicalista. Este grupo era pacífico y se proponía la huelga general revolucionaria como instrumento de transformación social. La FTRE se disolvió por la persecución a la que fue sometida tras los atentados terroristas de la Mano Negra. En 1910 se creó la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
También existió un sindicalismo de raíz católica, apolítico e interclasista con una implantación mucho menor en el mundo obrero que el anarquismo y el socialismo.