El Auge del Nacionalismo y el Proteccionismo en Europa (1879-1914)
En la Europa de finales del siglo XIX y principios del XX, se desarrolló una mentalidad de rivalidad y competencia entre las naciones que provocó su división y aislamiento. Los bajos precios de los productos agrícolas, especialmente del trigo ruso y americano, debido a la gran producción en las zonas de origen y al bajo coste de su transporte, impulsaron un movimiento proteccionista en toda Europa, exceptuando Inglaterra, Holanda y Dinamarca. Este movimiento buscaba garantizar el desarrollo del comercio propio y favorecía la concentración de grandes empresas privadas. Como consecuencia, se desencadenaron una serie de guerras aduaneras y se exacerbó el sentimiento nacionalista. Alemania fue pionera en la imposición de aranceles en 1879, y para 1892, casi todos los países habían instaurado nuevos aranceles mucho más altos. El nacionalismo, por tanto, guarda una relación directa con este aislacionismo económico, constituyendo su justificación política.
El Nacionalismo como Ideología Dominante
El nacionalismo se erigió como otro movimiento ideológico de gran importancia en la Europa de esta época. Sin embargo, la ideología nacionalista de este periodo difería de la surgida durante la Revolución Francesa y que luego se extendió por el resto de Europa.
Originariamente, el concepto de nación estaba vinculado al de democracia, refiriéndose al conjunto de ciudadanos de un país, todos libres e iguales en derechos y deberes, que voluntariamente construían un Estado para gobernarlos, con el fin del beneficio común. Este nacionalismo fue la base de las independencias de Estados Unidos y de toda América Latina.
En los procesos de unificación de Italia y Alemania, sin embargo, apareció el concepto romántico de nacionalismo, que apelaba al Volksgeist o espíritu del pueblo, y que no solo unía a los que compartían ciudadanía, sino también a aquellos con la misma lengua, cultura e historia.
Cada vez más presionados por los sindicatos y partidos obreros, los gobiernos europeos recurrieron al nacionalismo como instrumento para apaciguar a las masas, culpando a los capitalistas extranjeros de problemas económicos internos como el desempleo, o haciendo olvidar el bajo nivel de vida a medida que se conseguían triunfos coloniales en otros continentes.
El prestigio nacional y la autodefensa provocaron el rearme, sobre todo el naval, pues dominar los mares significaba dominar el mundo.
Causas del Proteccionismo y la Expansión Colonial
Las causas que explican este proceso histórico son múltiples y de diversa índole, aunque algunas más decisivas que otras. Podemos identificar causas sociales, económicas e ideológicas:
- Causas Demográficas: La revolución demográfica había conducido a los países europeos a un estado de superpoblación (450 millones de habitantes en 1914) que amenazaba el nivel de vida de la burguesía por las crecientes exigencias de las masas y provocaba una tasa de paro muy alta, generando un malestar generalizado en la sociedad. La solución propuesta fue la emigración a las colonias. Gran cantidad de europeos emigraron durante estos años de expansión, con objetivos diversos: la clase obrera buscaba trabajo y mejores condiciones de vida; los nuevos funcionarios pretendían ascender en la escala social; la burguesía industrial buscaba terrenos para desarrollar sus industrias; y el clero viajó a las nuevas tierras con la misión de evangelizar a la población nativa (misión civilizadora). No obstante, la presión demográfica no fue una razón tan determinante, ya que muchos inmigrantes encontraban los climas de las colonias demasiado opresivos y preferían países independientes como Estados Unidos o Argentina, que finalmente fueron los que más europeos acogieron.
- Causas Económicas: Tras la Segunda Revolución Industrial y con la expansión del capitalismo, aumentó la productividad, incrementando la producción. En la Europa de esta época se producía más de lo que se podía consumir internamente, y debido a las políticas proteccionistas, los excedentes tampoco podían ser vendidos en el resto de Europa. Era necesario dar salida a estos productos, y la única solución posible fue buscar mercados fuera del continente; las colonias parecían el lugar idóneo. Aunque países como Gran Bretaña mantenían una política librecambista, tenían todos los mercados europeos cerrados a sus productos, por lo que se vieron en la misma situación y también tuvieron que recurrir a las colonias.