Organización Política y Expansión en la Corona de Aragón y Castilla durante la Baja Edad Media

Organización Política

La organización política de los dos principales reinos cristianos de la España medieval, Castilla y Aragón, se sustentaba sobre tres instituciones básicas: monarquía, Cortes y municipios, además del entramado jurídico que se fundamentaba en el derecho romano.

1. Monarquía

En Castilla, la monarquía se basaba en el origen divino del poder, mientras que en Aragón era de tipo pactista.

2. Sistema Judicial

El sistema judicial castellano se estructuraba sobre la creación de la Audiencia y la Chancillería, situada en Valladolid. En Aragón, se sustentaba en audiencias en función de cada reino.

3. Organización Territorial

En Castilla, el territorio se ordenaba en merindades y adelantamientos en las zonas fronterizas. En Aragón, según los reinos, en gobernaciones, virreinatos y veguerías.

4. Hacienda

La Hacienda castellana era sólida, eficaz y estaba al servicio del rey. En Aragón, por su estructura institucional, el rey dependía de las Cortes y de los poderes fácticos, siendo económicamente dependiente de ellos.

5. Cortes

Las Cortes castellanas apenas tenían poder. En Aragón, las Cortes de cada reino tenían un gran poder, como lo demuestra la presencia del Justicia Mayor en Aragón, que velaba por los intereses de la nobleza, o la creación de la Generalitat, que servía como medio de control de la burguesía y nobleza local para que el rey cumpliera los acuerdos llegados en Cortes.

6. Municipios

Los municipios castellanos pasaron a control de regidores y corregidores designados por el rey. En Aragón, o bien estaban bajo absoluto dominio señorial o tenían cierta autonomía política.

CASTILLAARAGÓN
MONARQUÍAOrigen divinoTipo pactista
SISTEMA JUDICIALAudiencia y Chancillería (Valladolid)Audiencia en cada reino
HACIENDASólida, al servicio del reyDepende de las Cortes y poderes fácticos
CORTESSin poderMucho poder, Generalitat, Justicia Mayor
MUNICIPIOSRegidores y Corregidores nombrados por el reyDominio señorial o cierta autonomía
TERRITORIOSMerindades, Adelantamientos (frontera)Gobernaciones, Virreinatos, Veguerías

Crisis Demográfica, Económica y Política

Tras varios siglos de crecimiento demográfico y económico, el siglo XIV truncó este progreso por una crisis estructural que afectó de manera desigual a los distintos territorios. Afectó a una economía agraria de estructura muy débil, agravada por la crisis demográfica, y a todas las estructuras sociales.

1. Crisis Demográfica

Las malas cosechas y la epidemia de Peste, a partir de la segunda mitad del siglo XIV, supusieron la pérdida de un gran porcentaje de la población.

2. Crisis Económica

Se produjo una migración masiva del campo a la ciudad por la presión señorial. La crisis comercial, sobre todo en Barcelona, produjo un enfrentamiento entre comerciantes y artesanos, representados en este caso en la Biga y la Busca, por el control del poder en la ciudad. En Castilla, la solución a la crisis pasó por potenciar la ganadería ovina, para la exportación de la lana y por el menor coste de producción, lo que produjo un enfrentamiento entre agricultores y ganaderos. En Mallorca, el control de los impuestos provocó un enfrentamiento entre la ciudad y el resto del municipio: la revuelta foránea.

3. Crisis Social

La presión señorial ejercida en Aragón y Cataluña por los malos usos provocó la revuelta de los payeses de remensa. En Galicia, esta misma presión provocó una revuelta social contra el poder establecido: la revuelta de los Irmandiños.

4. Crisis Política

Se vio reflejada en la lucha por el poder entre la nobleza y la monarquía.

5. Salida a la Crisis

La salida a la crisis pasó por el reforzamiento del poder real, la apuesta por la exportación de la lana y la promoción del comercio internacional. Al final de la crisis, Castilla salió reforzada, mientras que Cataluña y Navarra sufrieron duramente las consecuencias.

Expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo

La Reconquista había convertido a la Corona de Aragón en un territorio mediterráneo con una fuerte influencia en la política del sur de Francia, hacia donde basculó su política en un primer momento. Una vez expulsados de la Occitania y volcados en el comercio en el Mediterráneo, los reyes decidieron establecer el control en la región más occidental de este mar. Así, entre los siglos XIII y XIV, se incorporaron Sicilia y Cerdeña, y conquistaron los Ducados de Atenas y Neopatria. En la primera mitad del siglo XIV, mantuvieron sus conquistas, pero el esfuerzo por controlar el estrecho se vio truncado en favor de Castilla. Se perdieron los ducados griegos. En el siglo XV, se preparó el asalto a Nápoles, dominado finalmente. El gran esfuerzo militar y económico supuso que la monarquía sucumbiera a las peticiones nobiliarias y burguesas, cediéndoles poder y derechos. El mayor beneficiado fue Barcelona, que vio crecer su comercio al amparo de la expansión. Su influencia queda reflejada en los Consulados del Mar y en el Libro del Consulado del Mar, código mercantil vigente en prácticamente todo el Mediterráneo.

Las Rutas Atlánticas: Castellanos y Portugueses. Las Islas Canarias

Castilla dirigió su comercio hacia el Atlántico, primero desde el Cantábrico con Europa central, desde Santander y Bilbao, exportando lana y hierro a Flandes. A partir de la alianza con Francia en la Guerra de los Cien Años, pasó a controlar el Canal de la Mancha y potenció el comercio de Castilla con Flandes. El Atlántico sur se explotó y comerció desde Sevilla y Cádiz, donde se comerciaba con las rutas del Atlántico norteafricano. Fruto de ello sería la rivalidad con Portugal por el control de Canarias. En 1395, Castilla decidió invadir Portugal por su alianza con Inglaterra, pero fue derrotada. Los intentos de anexión fracasaron. El elemento de mayor rivalidad territorial fue el control de las Canarias. En el siglo XIV, se habían instalado allí italianos, árabes y franceses. En 1402, Jean de Betancourt colonizó Lanzarote en nombre del rey de Castilla, al igual que La Gomera, El Hierro y Fuerteventura. A finales de siglo, se conquistaron Tenerife y Gran Canaria, que pasarían definitivamente a manos castellanas en 1496. El Tratado de Alcáçovas-Toledo (1479) reconoció la posesión castellana sobre las Islas Canarias y puso fin a las disputas por el archipiélago.

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