Lección 10: Los Orígenes del Reino Castellano-Leonés
Solo una minoría -algunos magnates, eclesiásticos y miembros de la clientela de Rodrigo- optó por refugiarse en las regiones montañosas de la Cordillera Cantábrica. Pelayo, antiguo spatharius del rey Rodrigo, fue elegido princeps en una asamblea. Su victoria sobre una pequeña columna musulmana en la escaramuza de Covadonga le consolidó como caudillo indiscutible del nuevo reino que acababa de nacer. Durante los caudillazgos de Pelayo (718-737) y Favila (737-739), la extensión territorial del núcleo asturiano no se extendió más allá de las inmediaciones del valle del Sella. El verdadero artífice del Reino asturiano fue Alfonso I (739-757). Sus incursiones militares, favorecidas por la crisis política que atravesaba Al-Ándalus, tuvieron como consecuencia inmediata una migración masiva de la población cristiana del valle del Duero hacia las tierras del norte. Alfonso III (866-910) ocupó el norte de Portugal, llegando hasta Coímbra. Por la meseta, el Reino se extendió hasta la línea del Duero en el eje Zamora, Toro y Dueñas.
La Repoblación y sus Consecuencias
La Despoblación y las Modalidades Repobladoras
La mayor parte de la historiografía admite en la actualidad, en primer lugar, que durante el siglo VIII se produjo un importante descenso demográfico en el valle del Duero que afectó de modo desigual a las distintas regiones de la cuenca. En segundo lugar, que durante el reinado de Alfonso I hubo emigraciones de pobladores cristianos hacia las tierras del norte. En tercer lugar, que es evidente la desaparición de la organización político-administrativa en estas tierras. Y, por último, que las campañas repobladoras verificadas a partir del reinado de Alfonso III no tuvieron lugar necesariamente en tierras totalmente despobladas. Las modalidades que se utilizaron para repoblar esas tierras tienen importantes consecuencias económicas, sociales y jurídicas. Si la iniciativa repobladora corría a cargo del monarca o de sus delegados (repoblación oficial), ello presuponía una planificación previa con los correspondientes repartos de lotes. Las grandes presuras de tierras fueron siempre obra de los magnates o de los obispos, con lo que, frecuentemente, tales presuras se convirtieron en el origen de extensos dominios territoriales. Este tipo de repoblación «oficial» conllevaba una reorganización política, administrativa y religiosa del territorio en cuestión, por lo que su finalidad última no consistía en la simple acción de poblar, sino que perseguía integrar una comunidad o conjunto de comunidades dentro de una estructura política y administrativa determinada. Por el contrario, si la iniciativa repobladora se debía a una acción espontánea de los colonizadores que se adentraban en las tierras yermas para roturarlas y establecerse, estaríamos ante la denominada «repoblación privada». En consecuencia, tanto el incremento demográfico y la ocupación de las tierras, como la organización de los grupos de colonizadores se mantenían al margen del rey o de sus delegados.
Consecuencias Políticas, Económicas y Sociales de la Repoblación
Al considerarse herederos de la vieja monarquía visigoda y con base a los textos del Liber Iudiciorum, los reyes asturleoneses se atribuyeron el derecho a disponer de las tierras desiertas del valle del Duero. Esto significó un fortalecimiento del poder real, pues cualquier tipo de presura dependía, al menos teóricamente, de una autorización regia. Ello implicaba, además, que el rey podía disponer de todas aquellas tierras que las comunidades rurales habían ido ocupando con sus presuras sin haber sido previamente autorizadas. De este modo, el favor regio era determinante para el enriquecimiento de los nobles, pues la encomienda de repoblar una comarca significaba convertirlos no solo en propietarios de extensas tierras, sino también su ascenso político. La Iglesia quedó igualmente sometida a la monarquía en tanto que la restauración de las viejas sedes episcopales destruidas dependía igualmente del rey. La abundancia de tierras yermas en el valle del Duero permitió también a los monarcas asturleoneses mostrarse generosos con muchos laicos y eclesiásticos por medio de donaciones de heredades, villas y aldeas. Es obvio que la aventura repobladora dio a la realeza una fuerza innegable. Desde el punto de vista de la organización política, la repoblación paralizó el proceso feudalizante que se había desencadenado en las últimas décadas de la monarquía.