Orígenes y Desarrollo de la Revolución Industrial en Gran Bretaña

Revolución Industrial en Gran Bretaña: Causas, Desarrollo y Consecuencias

Demografía

El primer factor que experimentó cambios significativos fue la demografía. Tras la desaparición de la peste en 1670, se produjo un crecimiento demográfico acompañado de una mejora en los recursos materiales.

Cambios en las Técnicas Agropecuarias

Las Enclosures fueron un rasgo distintivo de esta revolución, ya que cambiaron el sistema de tierra comunal. Con ellas se privatizaron las tierras, y los burgueses mostraron interés en adquirirlas. Los ayuntamientos, inicialmente reacios a vender, se vieron obligados a hacerlo mediante leyes promulgadas por el Parlamento de Londres. Esta medida mejoró notablemente la situación. Otras claves incluyen la rotación de cultivos en lugar del barbecho y la búsqueda de especies ganaderas y agrícolas más productivas.

A partir de 1820, se acusó a Inglaterra de no poder mantener a su población. Como respuesta, se aplicó la doctrina clásica de la división internacional del trabajo, promovida por las ligas anticerealistas. Estas ligas, inicialmente locales, se transformaron en la Gran Liga Cerealista Nacional, con representación en el Parlamento de Londres a través de lobbies. Estos grupos de presión exigían que los obreros tuvieran acceso a alimentos a precios asequibles, lo cual se podía lograr mediante la importación. En 1846, Robert Peel decretó la libertad de exportación e importación.

Agricultura

La agricultura tuvo un efecto muy beneficioso para la industrialización. La demanda generó una clase media cuya renta se destinó a la adquisición de bienes y servicios. Todas las mejoras, especialmente en maquinaria, se debieron en gran medida a los agricultores. Las migraciones de estos a la ciudad proporcionaron la mano de obra necesaria para las industrias y los empresarios.

Comercio Exterior

El comercio interior se encontraba desatendido debido a problemas como la división de tierras, el sabotaje y la falta de tecnologías adecuadas. Sin embargo, en el mercado exterior, Gran Bretaña se consolidó como una gran potencia. Hasta el siglo XVII, el comercio estuvo monopolizado por compañías mercantilistas, las cuales requerían el permiso del Estado para operar. A partir de 1750, comenzaron las luchas entre las compañías individuales y los comerciantes privados.

Londres se convirtió en el centro del comercio en el siglo XVIII. El comercio triangular fue una práctica común: Europa intercambiaba bienes por esclavos en África, los esclavos eran llevados a América a cambio de dinero, y el dinero se utilizaba para comprar bienes en América que luego se llevaban a Europa.

El comercio exterior contribuyó a la revolución al suministrar materias primas y mantener la demanda, además de impulsar el desarrollo del transporte. Parte de los beneficios se reinvirtieron para financiar empresas, promoviendo así un sistema crediticio. Gran Bretaña era inicialmente proteccionista, pero con el desarrollo y el fortalecimiento de su economía, se abrió al comercio y se convirtió en librecambista en el siglo XIX. A pesar de que la balanza de pagos era negativa, ya que importaban más de lo que exportaban, compensaban esta diferencia con bienes y servicios más caros.

Red de Transportes

El interior del país contaba con carreteras en mal estado que databan de la época romana. El reto consistía en eliminar el vandalismo y reconstruirlas utilizando técnicas de ingeniería. Para 1840, las carreteras habían mejorado, pero para que el transporte fuera efectivo, los vehículos también debían mejorar (en 1900 se inventó el motor de explosión). Los puertos cobraron importancia a pesar de la irregularidad e inestabilidad del mar.

Los canales, aunque antiguos, eran muy utilizados por ser un método lento y seguro, cada vez más económico. El ferrocarril constituyó otra revolución. Se trataba de adaptar un motor a una serie de vagones. Hasta 1895, existió una locomotora basada en raíles antiguos que conectaba Manchester y Liverpool. La navegación de alta mar experimentó avances con la invención del clipper, un barco grande y rápido con gran capacidad de carga y superficie bélica. Posteriormente, el barco de vapor tomó la delantera. En 1879, se inauguró el Canal de Suez, de gran importancia para los barcos de vapor.

Textil

Desde el siglo XVIII, se habían producido pocos cambios en la industria textil. Sin embargo, gradualmente se introdujeron mejoras en la forma de movilizar la maquinaria: primero con personas, luego con agua y finalmente con vapor, gracias al invento de James Watt. Se sucedieron inventos que, a su vez, requerían de otros inventos. En esta época de cambios, no todos estaban de acuerdo. Hubo muchas manifestaciones de personas que pensaban que la maquinaria eliminaba puestos de trabajo (Luddismo), idea que desapareció cuando se dieron cuenta de que las máquinas también creaban empleo. El algodón cobró protagonismo. Las colonias de Estados Unidos proveían a Gran Bretaña de esta materia prima, y esta se convirtió en una gran exportadora de productos elaborados con algodón.

Siderurgia

El carbón vegetal, el más utilizado hasta entonces, provocaba deforestación y era muy caro. Por ello, el carbón mineral cobró importancia. A partir de 1870, se empezó a utilizar en los altos hornos gracias a la máquina de Watt, que proporcionaba alta velocidad y presión. El acero se convirtió en la mejor opción, especialmente para la agricultura y el ferrocarril. El proceso consistía en extraer el hierro solidificado (pudelado) e introducirlo en un horno bajo.

Formación de Capital y Financiación en el Siglo XIX

El capital era abundante y la mano de obra barata, lo que favorecía la autofinanciación. Sin embargo, con el crecimiento de los talleres y la maquinaria, se hizo necesaria la financiación externa. El Banco de Inglaterra no era el principal prestamista, sino que este papel lo desempeñaban los bancos privados. Casi todos los préstamos eran a corto plazo, lo que planteaba problemas debido a la falta de control. A partir de 1816, se estableció el patrón oro como único patrón monetario. Desde 1820, se empezaron a emitir billetes.

Surgieron dos escuelas de pensamiento sobre la cantidad de billetes a emitir: La Escuela Monetaria, que abogaba por emitir billetes estrictamente respaldados por el oro existente, y La Escuela Bancaria, que proponía que en momentos de auge se pudiera emitir más dinero para no frenar el progreso. La ley de 1844 favoreció a la Escuela Monetaria. El Banco de Inglaterra, aun siendo una entidad privada, se catalogó como entidad pública para que fuera el banco de la nación y se convirtió en el referente. La cultura de prestar a corto plazo para evitar ataduras reflejaba la prudencia de la época. A mediados del siglo XIX, Inglaterra estaba plenamente industrializada y se había convertido en un claro referente mundial.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *