Orígenes y Evolución del Movimiento Obrero en España: del Ludismo a la Consolidación Sindical
El movimiento obrero en España, que comprende las acciones y organizaciones de los trabajadores para mejorar sus condiciones de vida, se desarrolló paralelamente al proceso de industrialización. Se pueden distinguir dos etapas principales:
Antes de 1868: Sociedades de Socorros Mutuos, Ludismo y Pensamiento Utópico
Hasta 1868, el derecho de asociación no fue reconocido en España, lo que limitaba severamente la organización obrera. En Cataluña, surgieron las sociedades de socorros mutuos, la única forma de organización permitida antes de esa fecha. Esta etapa también se caracterizó por conflictos tanto en el campo como en las ciudades:
- En el campo: El descontento social se manifestó a través del bandolerismo, especialmente en las sierras andaluzas. La creación de la Guardia Civil fue una respuesta directa a este fenómeno.
- En las ciudades: El ludismo, caracterizado por la destrucción de máquinas y fábricas, fue una forma de protesta obrera. Los trabajadores veían la maquinaria como una amenaza para sus empleos.
Paralelamente, se desarrolló el pensamiento utópico, influenciado por figuras como K. Marx, aunque sus teorías se consideraban irrealizables en ese momento. Este movimiento tuvo una presencia significativa en Cádiz, destacando Joaquín Abreu, un periodista gaditano que promovió la creación de falansterios (cooperativas de producción y consumo autosuficientes).
Cabe destacar que en 1824, Gran Bretaña se convirtió en el primer país en legalizar el derecho de asociación, sentando un precedente importante para el movimiento obrero internacional.
Después de 1868: La Primera Internacional, el Anarquismo y el Socialismo
Tras 1868, se intensificaron los conflictos industriales. Los trabajadores buscaban principalmente un aumento de salarios, una reducción de la jornada laboral y la mejora de las condiciones laborales (especialmente en relación con el trabajo infantil, el trabajo femenino y las condiciones en las fábricas).
La Revolución de Septiembre de 1868, que dio inicio al Sexenio Democrático (1868-1874), marcó un punto de inflexión. El reconocimiento de las libertades políticas permitió que las fuerzas obreras salieran de la clandestinidad y actuaran públicamente. Este nuevo contexto favoreció la expansión del movimiento obrero organizado y la llegada a España de las ideas socialistas y anarquistas, así como la formación de los primeros núcleos vinculados a la Primera Internacional (AIT), fundada por Karl Marx en Londres en 1864.
El movimiento obrero español coincidió con el apogeo de la AIT, donde se enfrentaron dos corrientes principales:
- Marxistas: Partidarios de un movimiento obrero organizado y autoritario.
- Anarquistas: Defensores de un movimiento autónomo y antiautoritario, liderados por Bakunin.
Inicialmente, los marxistas prevalecieron, y los anarquistas fueron expulsados de la AIT, fundando posteriormente la Alianza para la Democracia Socialista.
En octubre de 1868, Giuseppe Fanelli, enviado por la AIT, llegó a España para difundir las ideas del movimiento obrero. Sin embargo, Fanelli, miembro de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, presentó las ideas bakunistas como si fueran las de la AIT. En junio de 1870, se celebró el Congreso de Barcelona, donde se fundó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT, aprobándose la huelga como herramienta de lucha y la necesidad de preparar a los obreros para la revolución social. El triunfo del anarquismo en la FRE trajo consigo el apoliticismo, el colectivismo y el rechazo a la propiedad privada.
Con la Restauración borbónica, la AIT fue culpada de los sucesos de «La Comuna de París» en 1871, lo que llevó a la persecución de las organizaciones obreras en España. La FRE tuvo que cambiar su nombre a Federación de Trabajadores de la Región Española en 1881. En 1910, estas ideas anarquistas se consolidaron en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que se convirtió en un importante foco del anarquismo, especialmente entre los campesinos andaluces y los trabajadores industriales catalanes.
El Desarrollo del Socialismo en España
Paralelamente al desarrollo del anarquismo, las ideas del marxismo llegaron a España a través de Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, quien llegó en 1871. Lafargue contó con el apoyo de figuras clave como Pablo Iglesias, Francisco Mora y José Mesa, todos ellos pertenecientes a asociaciones obreras de tipógrafos, considerados la «aristocracia obrera» por su mayor acceso a la cultura y la información.
Las discrepancias entre las corrientes internacionalistas culminaron en 1872 con la expulsión del grupo madrileño de la FRE y la fundación de la Nueva Federación Madrileña, de orientación marxista. En 1879, esta se transformó en la Asociación Socialista Madrileña, que posteriormente daría origen al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En 1888, los socialistas impulsaron la creación del sindicato socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT).
El PSOE se definió como un partido marxista, obrerista y partidario de la revolución social. Su programa incluía reformas como el derecho de asociación, reunión y manifestación, el sufragio universal, la reducción de la jornada laboral, la prohibición del trabajo infantil y otras medidas sociales. La UGT, por su parte, adoptó el modelo de sindicato de masas, abarcando todos los sectores de la producción y organizándose en secciones de oficios a nivel local.
La Cuestión Social
El movimiento obrero se preocupó profundamente por la «cuestión social», mostrando desconfianza hacia los gobernantes. En 1883, se creó la Comisión de Reformas Sociales, un organismo gubernamental destinado a estudiar y proponer soluciones a los problemas sociales derivados de la industrialización, aunque su efectividad fue limitada por la resistencia de los sectores empresariales y la falta de voluntad política real.