Política Exterior y Crisis del 98 en España: Un Análisis Detallado
Las líneas maestras de la política exterior de los gobiernos de la Restauración buscarán permanecer al margen de las grandes alianzas internacionales, mantener la soberanía española sobre los territorios de ultramar e intervenir, solo si es necesario, en el Norte de África.
Cuba: De la Prosperidad a la Insurrección
Cuba es la colonia más próspera, con una dinámica industria azucarera, pero desde mediados del siglo XIX la economía cubana, pese al monopolio comercial, tenía mayores relaciones comerciales con EEUU que con España. Ello impulsa un movimiento en la isla que reivindica la liberalización económica y mayor autonomía en lo político. La acción de sociedades secretas independentistas desembocó en la insurrección cubana, y en octubre de 1868, el abogado Carlos Manuel Céspedes lanzó el grito de «¡Viva Cuba libre!» (el grito de Yara), con lo que se iniciaba la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Tras la pacificación de la isla por el General Martínez Campos, la Paz de Zanjón (1878) pone fin provisionalmente al conflicto, con el compromiso de cierta autonomía a través de la intervención de los cubanos en el gobierno interior.
Pero en la isla la sociedad seguía estando dividida entre:
- Los españoles, que querían la unidad, el monopolio y el proteccionismo (muy rentable para oligarquías industriales catalana, vasca…).
- Los criollos, que querían la autonomía dentro de la soberanía española y el librecambio.
- La población mestiza, que reivindicaba la independencia de España.
Pese a lo acordado en Zanjón, nunca se concede una autonomía real y cualquier intento de reforma choca con los intereses de algún sector. Asimismo, se retrasa la abolición de la esclavitud, que no se decreta hasta 1886. Por todo ello, el independentismo cubano vuelve a resurgir en 1895, con especial fuerza en la zona oriental de la isla, y contando ahora con el apoyo de los criollos, de la población campesina negra y mulata. Asimismo, el movimiento recibe ayuda financiera de EEUU.
La Guerra de Independencia Cubana (1895-1898)
La Guerra de independencia cubana (1895-1898) se inicia con un levantamiento en la zona oriental de la isla (“grito de Baire”), liderado por José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo. Para sofocarlo, importantes contingentes se envían a la isla, dirigidos por Weyler y Martínez Campos, pero las levas de soldados afectan a las clases humildes que no pueden pagar para evitar el reclutamiento. Los independentistas cuentan con un fuerte apoyo popular, y utilizan tácticas guerrilleras. Por su parte, en Filipinas surge un movimiento independentista dirigido por Emilio Aguinaldo (1896), pero la situación es controlada por las autoridades españolas hasta el momento que EEUU interviene.
Intervención de EEUU y el Desastre del 98
En el desarrollo de la guerra, la intervención de los EEUU inclina la situación contra España. Los norteamericanos ambicionan el control de Cuba y Puerto Rico. Por ello, utilizarán como casus belli la voladura del acorazado Maine (1898), fondeado en el puerto de la Habana supuestamente, para proteger a los estadounidenses residentes en la isla. Sobre la autoría de este incidente existen diversas teorías, pero la campaña de prensa americana a favor de la guerra culminará con la declaración de guerra del presidente Mckinley en Abril de 1898.
Aún convencido de la derrota, el gobierno Sagasta acepta el enfrentamiento ya que lo ve como mal menor para salvar el sistema político. Por su parte, en la prensa se inicia una campaña patriótica basada en la creencia desmedida en la superioridad española. El desarrollo de la guerra es muy rápido. La flota americana destruye a la flota española en el Pacífico, en Cavite (Filipinas el 1 de mayo), y en el Atlántico, en Santiago de Cuba (3 de julio).
Mediante el Tratado de París (10 de diciembre de 1898) España pierde sus últimas colonias reconociendo la independencia de Cuba, que pasa a depender de EEUU, a quien cede Filipinas, Isla de Guam y Puerto Rico. Asimismo, vende a Alemania islas en el Pacífico: Carolinas, Marianas y Palaos.
Consecuencias de la Crisis del 98
El desastre da lugar a la conocida como Crisis del 98, que se manifestará en múltiples aspectos. En lo político no se produce ningún cambio ya que, pese al desprestigio, el sistema de la Restauración se mantiene sustentado en la firme alianza entre conservadores y liberales. No obstante, en este momento aflora un resentimiento de los militares contra la clase política, a la que acusa de haberlos lanzado a una guerra perdida. Para restañar el desprestigio que supone la desaparición como potencia colonial, se impulsa una mayor presencia colonial en África.
A nivel de opinión pública, en algunos casos se refuerza la identidad nacional española, mientras en otros se acentúan los nacionalismos periféricos. Asimismo, brota un fuerte antimilitarismo entre clases populares, ya que a la guerra sólo han ido los que no tenían recursos. Así, el movimiento obrero hará campaña contra este reclutamiento injusto. Ello a su vez genera sentimiento de rechazo de los militares hacia el movimiento obrero.
La del 98 trascenderá como una profunda crisis moral e ideológica, plasmada en un abatimiento y frustración de la sociedad española, que deriva en un profundo debate sobre los problemas de la nación española y sus posibles soluciones. De este modo surge el regeneracionismo, movimiento intelectual crítico que aspira a reformar la gestión pública y el Estado, promoviendo el desarrollo económico, el impulso de la enseñanza, y mirar hacia el futuro cerrando las glorias del pasado. Entre sus representantes más destacados se encuentran intelectuales como Joaquín Costa o Miguel de Unamuno, y políticos conservadores (Francisco Silvela, Antonio Maura) y liberales (Santiago Alba y José Canalejas). Los resultados prácticos escasos, pudiéndose señalar la creación en 1901 del Ministerio de Instrucción Pública. En lo cultural, el convulso momento dará a las letras españolas, como ya ocurrió en otros períodos del pasado, otro período de esplendor, sobre todo en literatura, con la conocida como “Generación del 98”.
Por último, en lo que a efectos económicos se refiere, la política española abogará por un mayor proteccionismo. La pérdida de los mercados coloniales tendrá los consiguientes efectos negativos; no obstante, la repatriación a España de capitales favorecerá la reinversión de los mismos en otros sectores económicos del país y estimularán el desarrollo de la banca.