Autarquía y Racionamiento: La Economía del Primer Franquismo
Uno de los objetivos centrales del primer franquismo fue la consecución de la autarquía económica. Se fomentó el aislamiento exterior y una férrea intervención del Estado en todos los ámbitos de la economía.
Efectos de la Autarquía
La política autárquica tuvo tres grandes ámbitos de actuación:
- Reglamentación del comercio exterior: Las importaciones y exportaciones estaban estrictamente controladas por el Estado. Se redujeron drásticamente las importaciones, lo que provocó el encarecimiento de los productos esenciales que el país necesitaba importar (como energía y materias primas) y una notable escasez generalizada de bienes de consumo.
- Fomento de la industria: Se impulsó la industria nacional con el objetivo de alcanzar la autosuficiencia y asegurar la independencia militar y política del régimen. Se crearon numerosas empresas públicas y se desarrollaron especialmente las industrias de bienes de equipo, que recibieron importantes ayudas públicas, contribuyendo a generar presiones inflacionistas. En 1941 se fundó el Instituto Nacional de Industria (INI), que impulsó la creación de grandes empresas públicas en sectores estratégicos, con el objetivo de producir aquello que el sector privado no podía o no quería abordar. El Estado priorizó sistemáticamente los sectores vinculados a la defensa militar.
- Regulación del sector agrario: El Estado intervenía y regulaba la producción, la comercialización, los precios y el consumo de los productos agrarios. La imposición de bajos precios oficiales (precios de tasa) desincentivó a los productores, causando un descenso significativo de la producción y la productividad agraria.
El resultado general de la autarquía fue un profundo estancamiento económico, lastrado por el colapso del comercio exterior, el descenso de la producción industrial y agraria, y una drástica disminución del nivel de vida de la mayoría de la población.
Esta política supuso un freno evidente a las tendencias modernizadoras que requería la economía española. Como indicador, mientras que los países europeos afectados por la Segunda Guerra Mundial tardaron una media de entre 5 y 8 años en recuperar sus niveles económicos previos al conflicto, España necesitó casi 15 años.
Racionamiento y Mercado Negro
El Estado controlaba férreamente el mercado interior. Los productores agrícolas estaban obligados a entregar la mayor parte de su producción a un precio de tasa fijado por el gobierno, muy inferior al del mercado libre. El resultado inevitable fue el desabastecimiento generalizado de alimentos y la implantación de un estricto sistema de racionamiento mediante cartillas para los productos de primera necesidad, que se prolongó oficialmente hasta 1952.
La tasación de los precios de los alimentos por debajo de su valor real incentivó poderosamente que los productores y distribuidores desviaran una parte importante de sus productos hacia el mercado negro (conocido popularmente como estraperlo) para obtener mayores beneficios, a pesar de los riesgos que conllevaba.
Duras Condiciones de Vida
La posguerra se caracterizó por unas condiciones de vida extremadamente difíciles para la mayoría de los españoles. La población sufrió las consecuencias de los salarios bajos (congelados por decreto durante años), la escasez de productos básicos y un constante incremento del coste de la vida.
El nivel de vida descendió drásticamente debido a la elevada inflación y los míseros salarios reales. La renta per cápita española experimentó una fuerte caída, situándose muy por debajo de la de los países del entorno, al igual que el poder adquisitivo de las familias trabajadoras.
Esta situación de miseria generalizada provocó un aumento del chabolismo en los extrarradios de las ciudades y la utilización de cuevas como infravivienda en algunas zonas rurales. Las malas condiciones sanitarias y la desnutrición hicieron que la tasa de mortalidad general e infantil creciera notablemente en los primeros años de la posguerra, mientras que la esperanza de vida disminuyó.
La Oposición al Franquismo: Exilio y Resistencia Interior
La Trayectoria del Exilio
En la fase final de la Guerra Civil (1939), la brutal represión desatada por los vencedores sobre las organizaciones y las personas comprometidas con la legalidad republicana provocó el éxodo masivo de más de 400.000 españoles, en lo que constituyó el principal exilio político de la historia de España.
La inmensa mayoría de estos refugiados cruzó la frontera francesa, donde fueron internados en precarios campos de refugiados que las autoridades galas improvisaron en las playas del sur de Francia (Argelès-sur-Mer, Saint-Cyprien, etc.).
El exilio supuso una enorme pérdida para el país, al incluir a importantes personalidades del ámbito intelectual, científico, artístico y político.
Gran parte de los exiliados se estableció inicialmente en Francia. Sin embargo, tras la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, muchos participaron en la Resistencia francesa o emigraron a Gran Bretaña y, sobre todo, a diversos países de América Latina (principalmente México, que mantuvo una política de acogida ejemplar, y Argentina).
En el exilio se desarrolló una parte muy importante de la oposición política al franquismo. Las instituciones legítimas de la República (Gobierno, Cortes) y de los gobiernos autónomos catalán y vasco siguieron funcionando, aunque con escasa influencia real, en el exilio. No obstante, las organizaciones políticas (PSOE, PCE, Izquierda Republicana, ERC, PNV…) y sindicales (UGT, CNT) republicanas pronto se vieron lastradas por sus profundas divisiones internas. A grandes rasgos, por un lado, algunas fuerzas (sectores del PSOE, republicanos moderados) confiaban fundamentalmente en forzar la caída del franquismo mediante la labor diplomática y la presión internacional; por otro, sectores más radicales (PCE, anarquistas, parte del PSOE) defendían la continuidad de la lucha guerrillera (maquis) en el interior como fase previa a una hipotética insurrección popular.
La Evolución de la Oposición Interior
Paralelamente, en el interior de España, la reconstrucción de los partidos y sindicatos contrarios a Franco fue un proceso lento, difícil y peligroso, desarrollado siempre en la más estricta clandestinidad y bajo la amenaza constante de la represión policial. La actuación de esta oposición interior durante el primer franquismo (aproximadamente 1939-1959) puede dividirse esquemáticamente en tres etapas:
- Primera etapa (hasta 1944 aprox.): Marcada por la inmediata y durísima represión franquista de la posguerra y por la persistencia de la resistencia armada de los maquis (guerrilleros republicanos, principalmente comunistas, socialistas y anarquistas) en zonas rurales y montañosas, que se negaban a aceptar la derrota militar.
- Segunda etapa (1944-1948 aprox.): Condicionada por la derrota de los regímenes fascistas en la Segunda Guerra Mundial. La oposición albergó esperanzas, que resultaron fallidas, de una intervención militar aliada contra Franco. Se crearon algunas plataformas unitarias (como la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas – ANFD) y se intensificaron las acciones de la guerrilla, incluyendo intentos de sublevación armada (como la invasión del Valle de Arán en 1944), pero todas estas iniciativas acabaron en fracaso debido a la eficacia de la represión franquista y la falta de apoyo exterior decidido.
- Tercera etapa (desde 1948 aprox.): Se produjo una lenta recomposición del movimiento opositor, en un contexto de creciente desmoralización provocada por la evidencia de la consolidación internacional de la dictadura de Franco (acuerdos con EEUU, ingreso en la ONU). Ninguna potencia internacional estaba dispuesta a intervenir activamente para derribar el régimen, y la vía guerrillera se mostró definitivamente inviable, siendo gradualmente abandonada. El mundo político del exilio parecía, además, cada vez más distante y desconectado de la realidad cotidiana y política dentro de España.
El Resurgimiento de la Conflictividad Social
A pesar del férreo control policial y la represión, a finales de la década de 1940 comenzó a resurgir en España un tímido pero creciente movimiento de protesta popular. Estuvo protagonizado principalmente por las clases trabajadoras urbanas e industriales, que reaccionaban contra las precarias condiciones de vida y trabajo impuestas por la autarquía y la dictadura.
Estas actuaciones (huelgas, manifestaciones), aunque a menudo con un componente espontáneo, también reflejaban los difíciles esfuerzos de reorganización clandestina que llevaban a cabo las principales organizaciones de la izquierda obrera (sobre todo el PCE, pero también el PSOE y la CNT).
A partir de 1946-1947, comenzaron a registrarse conflictos laborales de cierta entidad en importantes centros industriales. Destacan las primeras huelgas significativas (como la huelga general de Vizcaya en 1947 o las de Barcelona en 1951) y, ya en la década siguiente, las primeras revueltas estudiantiles de relevancia en las universidades (especialmente en Madrid en 1956), marcando el inicio de nuevas formas de oposición social y política al régimen.