Proclamación y Caída de la Primera República Española (1873-1874)

La Primera República Española (1873-1874)

Proclamación de la República

Ante la renuncia de Amadeo I, las Cortes, en una situación de emergencia, debían encontrar una solución que evitase un vacío de poder. El representante del Partido Demócrata Republicano (que se había escindido del Partido Demócrata hacia 1868), Francisco Pi y Margall, propuso la proclamación de la República. El proyecto consiguió el voto favorable de la mayoría de la cámara (258 contra 32). Así, el 11 de febrero de 1873 fue proclamada en las Cortes la República Española. Inmediatamente después de la aprobación de la República, el Ministerio de Gobernación envió una circular a todos los gobernadores de provincias informando del nuevo orden político. Pronto se establecieron algunos de sus principales símbolos y su bandera. Fue designado presidente Estanislao Figueras (11 de febrero a 11 de junio de 1873), y como jefe de gobierno, Pi y Margall.

Primeros Desafíos y la Constitución de 1873

La República fue acogida con gran entusiasmo por las masas populares, pues se creía que ésta solucionaría los graves problemas que acosaban a España y a los españoles de una manera rápida. Así, inmediatamente después de que las Cortes proclamaran oficialmente el establecimiento de la República, se dieron manifestaciones, se ocuparon ayuntamientos y se constituyeron juntas revolucionarias por todo el país que reivindicaban cambios como la abolición de los quintos o los consumos. El gobierno republicano procedió de inmediato a poner orden, pero Figueras, al sentirse incapaz de solucionar los problemas de España, dimitió y se fue del país.

Le sustituyó en el cargo Pi y Margall (11 de junio-18 de julio), cuyo principal cometido sería redactar una nueva Constitución, la de 1873. Las Cortes Constituyentes se abrieron en julio estableciendo como primer artículo para el nuevo texto constitucional que España sería una República federal. Era el cambio más radical que ofrecía el nuevo gobierno. Establecía que la nación española se componía de 17 estados, entre ellos Cuba y Puerto Rico. Cada uno de los estados regionales tendría su propia constitución y tendría amplia autonomía económico-administrativa y política. Además, la Constitución establecía soberanía popular con sufragio universal masculino y unas Cortes bicamerales con un Congreso y un Senado, este último como cámara de representación territorial y sin iniciativa legislativa. Declaraba la libertad de culto y la separación de Iglesia y Estado, y prohibía la subvención a cualquier religión. Sin embargo, la Constitución no llegó a aprobarse.

La Rebelión Cantonal y la Crisis de la República

El Estado Republicano tuvo que seguir haciendo frente a los numerosos problemas existentes en España. La guerra carlista y la guerra de Cuba, que habían comenzado en el periodo anterior, continuaban y se intensificaban. Pero el conflicto más grave al que tuvo que enfrentarse la I República fue la sublevación cantonal. En numerosas ciudades se dieron revoluciones que desembocaron en el establecimiento de cantones independientes.

Entre los principales cantones surgidos destacan:

  • Cartagena
  • Sevilla
  • Cádiz
  • Torrevieja
  • Almansa
  • Granada
  • Castellón
  • Málaga
  • Salamanca
  • Valencia
  • Bailén
  • Andújar
  • Tarifa
  • Algeciras
  • Alicante

Cada cantón se dotó de su propia estructura de poder y emprendió sus propias reformas sociales. Este movimiento respondió a la decepción por el limitado alcance social de las reformas emprendidas por la República.

Pi y Margall se opuso a sofocar la revuelta por las armas y dimitió. Accedió entonces a la presidencia Nicolás Salmerón (18 de julio-7 de septiembre), el cual, después de planificar una enérgica reacción militar contra los cantones en la que destacaron nombres como Pavía o Martínez Campos, se vio moralmente obligado a dimitir debido a los problemas de conciencia que le generaron la firma de penas de muerte contra los principales líderes cantonalistas.

El Gobierno de Castelar y el Fin de la República Federal

Tras Salmerón, fue nombrado presidente del gobierno Emilio Castelar (7 de septiembre de 1873-3 de enero de 1874), representante de los sectores más conservadores del republicanismo. Éste no tenía suficientes apoyos en las Cortes, por lo que, ante el miedo de ser destituido por ellas, decidió suspender las sesiones parlamentarias y comenzó a gobernar de un modo autoritario, otorgando grandes atribuciones al ejército para que garantizara el mantenimiento del orden público. Se eliminó la estructura federal del Estado (República unitaria) y se restableció el orden, por lo que se dio la reapertura de las Cortes el 2 de enero de 1874. Castelar sería derrocado en las mismas tras una votación para reafirmarlo en el cargo por 120 votos contra 100.

El Golpe de Estado de Pavía y la Dictadura de Serrano

Las Cortes trataron de establecer un gobierno de centro-izquierda para restaurar el federalismo. Para evitar esto, el general Pavía dio un golpe de Estado, invadiendo el Congreso de los Diputados con la Guardia Civil el 3 de enero de 1874. Una coalición de progresistas y unionistas se hizo con el poder y convirtió al general Serrano en nuevo presidente de la República, que en la práctica se convirtió en una dictadura militar. Se disolvieron las Cortes, se suspendieron las garantías constitucionales, se aplicó la censura a la prensa, se ilegalizó a los federales, se disolvió la Internacional y se suspendieron ayuntamientos y diputaciones.

Enfrentado a los republicanos, Serrano intentó buscar apoyo entre los conservadores, pero éstos, en su mayoría monárquicos, habían optado por el retorno de los Borbones.

El Manifiesto de Sandhurst y la Restauración Borbónica

El principal defensor de la causa Alfonsina, Cánovas del Castillo, había hecho llegar a Alfonso, que se encontraba en Inglaterra, un documento que él mismo redactó, el Manifiesto de Sandhurst, y que el príncipe firmó el 1 de diciembre de 1874. A través de este manifiesto, el futuro Alfonso XII, defendía una monarquía dialogante, constitucional y católica, garantizadora del orden social, al tiempo que expresaba su voluntad de aceptar buena parte de las transformaciones producidas durante el Sexenio Democrático y respetar el sistema político liberal.

A finales del mes de diciembre de 1874, los generales Martínez Campos y Jovellar se pronunciaron en Sagunto a favor de la Monarquía borbónica. El gobierno no opuso resistencia y dimitió. Cánovas formó entonces un gabinete de regencia y comunicó a Alfonso su proclamación como rey de España. Se abría un nuevo y extenso período al que la historiografía ha denominado La Restauración.

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