Define en qué consistíó el revisionismo político inicial del reinado de Alfonso XIII y las principales medidas adoptadas
Alfonso XIII (1902-1931), sucedíó en el trono a su madre, la regente María Cristina (1885-1902). Durante su reinado, siguió vigente el sistema político ideado por Cánovas, sustentado sobre una monarquía liberal no democrática (1874-1923). El rey se encontró con problemas heredados y conocíó otros nuevos: corrupción política, eclosión del movimiento obrero, terrorismo enquistado, radicalización de los nacionalismos, Renacimiento del republicanismo, crisis del 98 y enorme necesidad de emprender reformas.
Pese al papel relevante que le otorgaba la Constitución de 1876, Alfonso XIII fue incapaz de acometer las reformas necesarias para salvar el abismo que separaba a la España oligárquica y caciquil de la España real fundamentalmente campesina. Su reinado significó la crisis del sistema de la restauración canovista.
Tras el desastre de 1898 y la liquidación del Imperio colonial español surgíó el regeneracionismo, una corriente política y cultural crítica respecto al sistema de la restauración. Joaquín Costa, su líder ideológico, propónía modernizar al país mediante reformas educativas, económicas y culturales como remedio a todos los males. El sistema político de la restauración se encontraba cada vez más desligado de la realidad social. El revisionismo político estuvo protagonizado por Maura desde el partido
Conservador y por Canalejas desde el partido Liberal, ambos intentaron la revolución desde arriba para evitar la «revolución desde abajo».
Conservador y por Canalejas desde el partido Liberal, ambos intentaron la revolución desde arriba para evitar la «revolución desde abajo».
El gobierno largo del conservador Antonio Maura (1907-1909) impulsó la reforma del sistema parlamentario sin alterar las bases del régimen. Creó el Instituto Nacional de Previsión (embrión de un futuro sistema de la Seguridad Social), acometíó una Ley de Reforma Electoral (1907) para eliminar los pucherazos y garantizar la limpieza de las elecciones. Su programa incluyó una política de intervención estatal y de protección y fomento de la industria nacional; amén de medidas sociales como la ley de Descanso Dominical y la legalización del derecho a la huelga o la ley sobre Condiciones de Trabajo de mujeres y niños.
José Canalejas intentó la secularización del estado y una amplia intervención en materia social: reducción de la jornada laboral, ley de accidentes de trabajo, prohibición del trabajo nocturno femenino, supresión del impuesto sobre los consumos por otro progresivo sobre las rentas urbanas y desaparición de la redención en metálico a la hora de afrontar el reclutamiento (que establecía el servicio militar obligatorio y acababa parcialmente con el sistema de redención o la sustitución).
No obstante y a pesar de las reformas del revisionismo, el sistema canovista contó con la oposición cada vez más fuerte de los partidos y asociaciones obreras, los nacionalistas y el poderoso movimiento republicano. El asesinato de Canalejas a manos del anarquista Manuel Pardiñas, puso el punto final de esta etapa reformista.
Describe la evolución de la dictadura de Primo de Rivera, desde el Directorio militar al Directorio civil y su final.
Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, dio un Golpe de Estado en 1923. Dos días más tarde, Alfonso XII le encargaba la formación de gobierno, optando Por convertirse en dictador con la asistencia de un Directorio militar. El nuevo régimen se presentó a través de un manifiesto como un proyecto de regeneración, un «paréntesis de curación» para los males del país, que había experimentado un relativo auge del de curación para los males de pavas co.Visto con gran recelo por parte de los grupos más integristas. Los partidos conservador y liberal sufrieron una enorme división ante el ascenso de socialistas y republicanos. La opinión pública española estaba muy desengañada y tremendamente exasperada ante la corrupción política, el alza de precios y la cuestión marroquí. La dictadura contó con el apoyo del rey, un sector importante del ejército y el empresariado catalán (que aspiraba a conjurar el ascenso del anarcosindicalismo).
Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, dio un Golpe de Estado en 1923. Dos días más tarde, Alfonso XII le encargaba la formación de gobierno, optando Por convertirse en dictador con la asistencia de un Directorio militar. El nuevo régimen se presentó a través de un manifiesto como un proyecto de regeneración, un «paréntesis de curación» para los males del país, que había experimentado un relativo auge del de curación para los males de pavas co.Visto con gran recelo por parte de los grupos más integristas. Los partidos conservador y liberal sufrieron una enorme división ante el ascenso de socialistas y republicanos. La opinión pública española estaba muy desengañada y tremendamente exasperada ante la corrupción política, el alza de precios y la cuestión marroquí. La dictadura contó con el apoyo del rey, un sector importante del ejército y el empresariado catalán (que aspiraba a conjurar el ascenso del anarcosindicalismo).
La primera fase de la dictadura se desarrolló en forma de Directorio militar (1923-1925), que suspendíó el régimen constitucional y aspiró a terminar con el parlamentarismo, disolvíó el Congreso y el Senado y prohibíó los partidos políticos y sindicatos. El Directorio militar implantó el estado de guerra durante dos años. Se dictaron instrucciones determinantes a los gobiernos civiles para reprimir cualquier tipo de protesta, al tiempo que se establecía una rígida censura de prensa para desarticular la pujanza de la CNT. El gran éxito del Directorio militar fue finalizar con la guerra de Marruecos tras el desembarco de Alhucemas (1925) y la ocupación total de su protectorado (1927).
En Diciembre de 1925, Primo de Rivera propuso al rey la sustitución del Directorio militar por un gobierno civil. Para ello necesitó transformar la dictadura en un régimen personalista mediante la formación de una Asamblea Nacional Consultiva convocada en 1927. Creó un partido político (llamado Uníón Patriótica) para apoyar socialmente a la dictadura. Inició además un proyecto de nueva Constitución, presentado en 1929. A pesar del fracaso de la Asamblea Nacional y de la Uníón Patriótica, la dictadura se mantuvo en el poder hasta 1930 a cuenta de la bonanza de la economía mundial. El gobierno aprovechó el clima para desarrollar una política intervencionista mediante el fomento de las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, energía hidroeléctrica y pantanos) y la creación de monopolios estatales (Tabacalera. CAMPSA y Telefónica), aunque sin proponerse ningún cambio de fondo en la estructura de la propiedad ni en la situación social del país. El crack de la bolsa de Nueva York de 1929 impidió la continuación de las obras públicas y el régimen entró en crisis. Alfonso XIII retiró su apoyo a Primo de Rivera, que dimitíó en Enero de 1930 y se exilió en París. El rey decidíó restablecer el viejo sistema parlamentario, pero los dos gobiernos que se sucedieron (Dámaso Berenguer y Juan Bautista Aznar) fueron incapaces de resucitar lo que ya era un cadáver político.
Los partidos de la oposición establecieron el Pacto de San Sebastián (1930). Integrado por republicanos y nacionalistas catalanes, a los que se incorporaron más tarde socialistas y anarquistas. La caída de la monarquía se produjo tras las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931 en las que los partidos monárquicos salieron derrotados. Alfonso XIII decidíó abandonar España, el 14 de Abril se proclamaba la Segunda República y se formaba un gobierno provisional.
Describe las causas, desarrollo y consecuencias de la revolución de Asturias de 1934
Tras la dimisión de Manuel Azaña como jefe de gobierno en 1933, Alcalá-Zamora decidíó convocar nuevas elecciones que desembocaron en el bienio radical-cedista. Los dos años del gobierno de coalición entre el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux y la CEDA de José Mª Gil-Robles, impulsaron una auténtica contrarreforma para aniquilar la labor reformista emprendida durante el bienio reformista (o azañista). Aprobaron una ley de Amnistía que favorecíó al general Sanjurjo y los militares encarcelados por participar en el fallido Golpe de Estado antirrepublicano de 1932, una contrarreforma agraria que significo el bloqueo del proceso iniciado por el gobierno precedente, se ralentizó el programa de construcción de escuelas públicas y se suspendíó el estatuto de autonomía de Cataluña.
En Octubre de 1934, la izquierda intentó alzarse con el poder mediante un movimiento insurreccional. El detonante de la revolución fue la formación de un nuevo gobierno con tres ministros de la CEDA (en el contexto internacional, Hitler se había autoproclamado führer del reich alemán).
La UGT convocó una huelga general nacional para el 5 de Octubre que fue sofocada por el ejército. Sólo alcanzó relativa importancia en Madrid, Vizcaya y Barcelona. Pero la mecha de la insurrección prendíó en Asturias. Allí los mineros, organizados en columnas armadas (comunistas, anarquistas y socialistas), tomaron pueblos y cuarteles de la Guardia Civil, sustituyendo los ayuntamientos por comités revolucionarios y sitiando la ciudad de Oviedo. Se proclamó la revolución socialista de Los Consejos Obreros Llegando a colectivizar los medios de producción y aboliendo el dinero. Para reprimir el levantamiento, el gobierno envió al ejército de África al mando del general Franco. La resistencia asturiana se prolongó durante varios días y los insurrectos fueron derrotados, desencadenándose una durísima represión (con un balance de casi 1.500 muertos y 5.000 detenidos) que demuestra la radicalización de un conflicto calificado como preludio de la Guerra Civil que estallaría en verano de 1936.
La revolución de Asturias demostró que las unidades militares profesionales podían derrotar con facilidad a las masas revolucionarias, sobre todo si utilizaban tropas coloniales y el apoyo de la aviación (aeroplanos Breguet 19 bombardearon a los insurrectos, lanzando proclamas sobre
las cuencas mineras y Mieres conminando a la rendición y amenazando con fuertes castigos).
En Cataluña, el presidente Lluís Companys proclamó la república catalana. La rebelión fue rápidamente reprimida mediante la declaración del estado de guerra, la suspensión de la autonomía catalana y la encarcelación del gobierno autonómico y de los líderes de la revolución (Azaña y Largo Caballero).
La revolución de Octubre provocó una radicalización de posiciones. Calvo Sotelo fundó la ultraderechista coalición monárquica Bloque Nacional (con el conde de Rodezno, Víctor Pradera y el doctor Albiñana) y la izquierda el bregado Frente Popular.
Tras la revolución de Octubre, la CEDA intentó modificar la Constitución de 1931 (restringiendo las autonomías, aboliendo el divorcio y evitando la socialización de la propiedad). El proyecto no llegó a aprobarse a cuenta de la crisis interna del gobierno provocada por la falta de entendimiento entre Lerroux y Alcalá Zamora (presidente de la república) y una serie de escándalos de corrupción dentro del Partido Republicano
Radical (el estraperlo a cuenta de las ruletas trucadas en los casinos por Strauss y Perle y el soborno de Juan Pich y Pon y Alejandro Lerroux). La situación se enrareció y el gobierno perdíó la mayoría parlamentaria, ante lo cual, Niceto Alcalá Zamora convoco elecciones para Febrero de 1936 en las que el Frente Popular se alzó con la victoria.
Definición de términos históricos
Regeneracionismo:
El Desastre de 1898 motivó la aparición del pensamiento regeneracionista. Uno de sus pioneros fue Joaquín Costa (Colectivismo agrario en España (1898); Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España (1901-02)), que censuro el sistema político y el falseamiento de la democracia, proponiendo reformas económicas y educativas: «despensa y escuela», y cuya influencia heredó la II República. El regeneracionismo criticó el caciquismo, insistíó en la necesidad de articular reformas sociales y en apostar por el proteccionismo económico estatal. Ángel Ganivet, junto a Miguel de Unamuno y Ramiro de Maeztu, fueron algunos de los promotores del espíritu del 98, manifestando un pesimismo existencial y racionalista a la hora de reflexionar sobre la decadencia de la nacíón española. Su evolución ideológica fue heterogénea, movíéndose entre el socialismo (e incluso la acracia), el conservadurismo mas rancio y
el filofascismo (Maeztu).
Pacto de San Sebastián:
En Agosto de 1930 los republicanos firmaron el Pacto de San Sebastián y crearon un comité revolucionario, suerte de gobierno provisional clandestino presidido por Alcalá-Zamora (muchos líderes habían sido encarcelados tras la huelga general de 1930). Al Pacto de San Sebastián se unieron el PSOE y la UGI, Esquerra Republicana de Catalunya y ORGA gallega (la Lliga Regionalista y el PNV quedaron al margen), apostando por convocar una huelga general. Algunos militares protagonizaron la sublevación de Jaca en Diciembre de 1930, intentona que fracasó y adelantó la insurrección pretendida por el gobierno revolucionario. Pero la II República llegó tras la convocatoria de elecciones municipales del 12 de Abril de 1931, interpretadas como auténtico plebiscito sobre el cambio de régimen. La coalición de los partidarios del Pacto de San Sebastián ganó en las grandes ciudades y Alfonso XIII, falto de apoyos, partíó camino del exilio.
Alejandro Lerroux:
Líder del Partido Radical, ostentó el curioso título de Emperador del Paralelo. Para sus críticos más furibundos, Lerroux fue un político pragmático que consiguió enriquecerse contra viento y marea. Fundador del Partido Republicano Radical, fue célebre por su retórica demagógica, obrerista, anticlerical y anticatalanista. Con el tiempo, moderó su discurso y apoyo la proclamación de la
II República. Enfrentado a los gobiernos de Azaña durante el bienio reformista, desde Septiembre de 1933 fue presidente del consejo de ministros y se convirtió en uno de los principales protagonistas durante el bienio radical-cedista. Su imagen quedó muy dañada a cuenta de los escándalos de corrupción que se hicieron públicos a finales de 1935 (el célebre estraperlo en los casinos). Tras el hundimiento del Partido Radical en las elecciones de 1936, Lerroux desaparecíó del mapa político, y con el estallido de la Guerra Civil se exilió en Portugal, desde donde manifestó su interesado apoyo al general Franco.
Misiones pedagógicas:
El influjo de la Institución Libre de Enseñanza fue determinante para que los poderes públicos emprendieran reformas en los terrenos educativo y social. En época de Alfonso XIII se creó el Museo Pedagógico Nacional y la Junta para la Ampliación de Estudios, cuyo cometido fue enviar estudiantes becados al extranjero. De la Institución Libre de Enseñanza dependían el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales y la Residencia de Estudiantes, auténtico vivero de escritores y artistas. Los intentos de renovación pedagógica cristalizaron durante la II República en iniciativas pioneras como el Instituto Escuela, las colonias escolares, la Universidad Internacional de Verano de Santander o las Misiones pedagógicas para extender la cultura en el medio rural (presididas entre 1931 y 1936 por un patronato dirigido por Manuel Bartolomé Cossio), llevando a los pueblos más humildes casi a 7.000 actividades culturales como bibliotecas, teatro y coros, pequeñas exposiciones itinerantes de reproducciones de pinturas del Museo del Prado y cine, difundiendo técnicas agrarias y sanitarias.
Las Misiones Pedagógicas reunieron a más de 500 voluntarios maestros, profesores, intelectuales, artistas y estudiantes). Entre ellos ilustres representantes de la «Edad de Plata» como María Zambrano, Alejandro Casona, José Val del Omar, Luis Cernuda, Ramón Gaya, Eduardo Martínez
1orner, María Moliner, Rafael Dieste, Maruja Mallo, Diego Marín, Antonio Sánchez Barbudo o Carmen Conde.
Brigadas Internacionales:
A los diez días de haber empezado la guerra, Dolores Ibárruri (Pasionaria) hizo un llamamiento para defender la República y comenzaron a formarse las Brigadas Internacionales con voluntarios con representantes de más de medio centenar de países de todo el mundo, alcanzando más de 50.000 efectivos (algunos de ellos excombatientes en la I Guerra Mundial reclutados por el Comintern y organizados por el líder comunista galo André Marty con destino al centro de adiestramiento de Albacete) que sufrieron unas 15.000 bajas. Pero entre los brigadistas hubo de todos los colores: sindicalistas, militares retirados, intelectuales, mineros, estibadores portuarios, desempleados, oficinistas, médicos, estudiantes y hasta científicos y artistas. Fue un colectivo tremendamente heterogéneo y no siempre partidario del comunismo estalinista; hubo antifascistas, izquierdistas en general, socialistas y hasta anarquistas.
La batalla de Madrid se desarrolló entre Noviembre de 1936 y Marzo de 1937. Franco bombardeó la capital desde el aire y la Casa de Campo, la capital de España estuvo casi copada, excepto por la carretera de Valencia, ciudad a donde se había trasladado el gobierno republicano.
En Madrid se creó una improvisada Junta de Defensa presidida por el general José Miaja, con el comandante Vicente Rojo como jefe de operaciones militares. Recibieron armamento soviético y el importante refuerzo de las Brigadas Internacionales. Los sublevados cruzaron el Manzanares el 15 de Noviembre de 1936 y alcanzaron la Ciudad Universitaria y el Hospital Clínico, pero ahí se paró la ofensiva. El ejército de Franco no tuvo capacidad para avanzar mucho más y la resistencia republicana fue tenaz. El frente de la Ciudad Universitaria se transformó en un símbolo: para los republicanos, la consigna del «no pasarán»; para los franquistas, la del «no nos echareis.
Las Brigadas Internacionales combatieron más tarde en las batallas del Jarama, Guadalajara, Brunete, Belchite, Teruel y el Ebro, despidiéndose definitivamente en Barcelona en Octubre de 1938. En 1996, el Congreso de los Diputados concedíó la nacionalidad española a los brigadistas que hubieran renunciado a la propia, cumpliendo así la promesa realizada por Juan Negrín cuando los voluntarios abandonaron España. Aun así, la mayoría de los veteranos opto por no renunciar a su patria de origen,
aunque agradecieron infinito semejante gesto (los pocos que aún quedaban con vida). La Ley de la Memoria Histórica de 2007 reconocíó a los brigadistas la nacionalidad española por naturalización, sin tener que renunciar a la propia.
Sociedad de clases:
El desarrollo de la humanidad ha implicado necesariamente la conformación de agrupaciones de individuos enfrentados. Carlos Marx y Federico Engels fueron los primeros pensadores en enunciar los modelos de conformación social en clases y la lucha o competencia entre las mismas. Las clases estuvieron siempre presentes desde el desarrollo evolutivo de las sociedades. A partir de la revolución industrial nacerán las clases fundamentales: una minoritaria que es dueña del capital (capitalista), y otra trabajadora, que tiene su fuerza en su número y su capacidad de trabajo (proletaria), creando riqueza. Las clases sociales establecidas por Marx y Engels tienen su base en la acumulación del capital, la producción industrial, el trabajo que cada una de ellas aporta para aumentar el capital (plusvalía) y los bienes en forma de mercaderías.
Desamortización:
Fue un largo proceso iniciado en época de Godoy en 1786 y no terminado hasta 1924 (José Bonaparte, Juan Álvarez Mendizábal, Baldomero Espartero y Pascual Madoz). Consistía en la venta, previa expropiación forzosa y mediante subasta pública, de las tierras y bienes en poder de las llamadas «manos muertas», es decir, de la iglesia católica y las órdenes religiosas (que habían acumulado gracias a donaciones, testamentos y abintestatos) y los baldíos y tierras comunales municipales. La finalidad prioritaria de las desamortizaciones españolas fue conseguir ingresos extra para amortizar los títulos de deuda pública generalmente vales reales que expedía el estado para financiarse (o extinguirlos porque en ocasiones se admitieron como pago en las subastas). Se intentaba además acrecentar la riqueza nacional, crear una burguésía y una clase prospera de labradores propietarios y fomentar la privatización y un sistema financiero fuerte para que el estado pudiera recaudar más impuestos. La desamortización fue una de las armas políticas con la que los liberales intentaron modificar el Antiguo Régimen e implantar un nuevo estado durante la primera mitad del Siglo XIX.
Ley General de Ferrocarriles:
Se aprobó en 1855 durante el Bienio Progresista (1854-
1856), impulsando la construcción de la red viaria básica ferroviaria. Se pretendía activar la economía nacional gracias a un medio de transporte rápido y barato, invertir el capital excedente que se había generado en las últimas décadas y desarrollar el comercio y la industria nacional gracias a la demanda que generaba el tendido ferroviario. La ley propiciaba la creación de sociedades anónimas para la construcción y explotación de los diferentes tramos de la red, prevéía el pago de subvenciones y la importación de materiales ferroviarios. El resultado fue un rápido ritmo de construcción durante los primeros diez años (hasta la crisis de 1866), debido fundamentalmente a la afluencia masiva de capitales, tecnología y material extranjeros (muchas compañías españolas quebraron y arrastraron en su caída a bancos y sociedades de crédito). Entre 1870 y 1900 el ferrocarril aumentó la carga transportada de 3.000 a 16.000 millones de toneladas. Se incrementó la movilidad de la población, la industria siderometalúrgica y se desarrolló la agricultura y el comercio. El ferrocarril fue motor de integración, culturización y creación de nuevos mercados. Pero la mayor anchura de las vías, debido a la difícil orografía española, dificultó el comercio con Europa por ser necesario un trasbordo de las mercancías al llegar a la frontera. La construcción de los trazados ferroviarios estaba protegida por el estado, que ofrecía subvenciones por kilómetro de Vía construido, de forma que algunas líneas se planificaron más por el cobro de subvenciones que por su rentabilidad.
La política arancelaria se debatía entre el proteccionismo (para fomentar la producción nacional) y el librecambismo (que permitía la libre entrada de productos extranjeros estimulando la competitividad, defendido fundamentalmente por comerciantes y compañías ferroviarias). La industria española de fines del Siglo XIX se basó en el sector textil algodonero catalán, la Siderurgia vizcaína y los grandes productores cerealistas castellanos. La fuerte intervención estatal, habitual a lo largo de todo el Siglo XIX, se basó en la implantación de aranceles, privilegios fiscales, subsidios, primas y pedidos de la administración.
Proteccionismo/librecambismo:
La política arancelaria se debatía entre el proteccionismo (para fomentar la producción nacional) y el librecambismo (que permitía la libre entrada de productos extranjeros estimulando la competitividad, defendido fundamentalmente por comerciantes y compañías ferroviarias). La industria española de fines del Siglo XIX se basó en el sector textil algodonero catalán, la Siderurgia vizcaína y los grandes productores cerealistas castellanos. La fuerte intervención estatal, habitual a lo largo de todo el Siglo XIX, se basó en la implantación de aranceles, privilegios fiscales, subsidios, primas y pedidos de la administración.
Durante el Sexenio Democrático, la reforma arancelaria de Laureano Figuerola, se inclínó hacia el librecambismo, aunque en realidad, las tarifas aplicadas a las importaciones nunca se eliminaron, sólo se redujeron. Durante la restauración, Cánovas vinculó el proteccionismo a la política del partido conservador, evitando el enfrentamiento con catalanes y vascos, mientras que los progresistas se decantaron
hacia el librecambismo.
Peseta:
La primera peseta se acuñó en Barcelona -viene del catalán peça- en 1808 durante la dominación napoleónica (una pieza de 2,5 pesetas). En 1809 se acuñaron otras piezas de 1 y de 5 pesetas. Tras la coronación de Isabel II (1836-1837), volvieron a acuñarse pesetas para pagar a las tropas institucionales que lucharon en la primera guerra carlista. En 1868, Laureano Figuerola, ministro de Hacienda del gobierno provisional del general Serrano, implantaba la peseta como unidad monetaria nacional en sustitución del escudo. Se intentaban borrar los vestigios de la monarquía borbónica al tiempo que se adaptaba la moneda española al reciente Sistema Métrico Decimal (aunque una peseta podía dividirse en 4 reales de vellón, también podía hacerse en 100 céntimos)
Explica los elementos fundamentales del sistema político ideado por Cánovas
Antonio Cánovas del Castillo fue el artífice de la Restauración borbónica y el ideólogo del sistema político de la monarquía parlamentaria. Había redactado y hecho firmar al entones príncipe Alfonso (hijo de Isabel II y Francisco de Asís de Borbón) el Manifiesto de Sandhurst, en el que expónía al pueblo español sus ideales religiosos y sus propósitos conciliadores. Pero los militares se adelantaron y el general Martínez Campos se pronunció en Sagunto, proclamando rey a Alfonso XII. El nuevo sistema político ideado por Cánovas tenía como objetivo construir un sistema político sólido que permitiera superar definitivamente el desorden y la inestabilidad que habían caracterizado la política española durante el Siglo XIX.
Para Cánovas, el modelo británico era el ideal que debía inspirar el parlamentarismo hispano. Se basaba en la existencia de dos grandes partidos que aceptaban turnarse en el poder para evitar la atomización parlamentaria y garantizar así la formación de mayorías. Ambos debían aceptar pasar a la oposición si perdían la confianza regia y parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores. Se trataba, en definitiva, de aplicar la doctrina inglesa de la balanza de poderes, según la cual la estabilidad se basaba en el equilibrio de fuerzas opuestas de igual poder: Corona y parlamento (partido gobernante y partido en la oposición). El proyecto político de Cánovas se fundamentada en el rey, las Cortes (como instituciones fundamentales legitimadas por la historia), el bipartidismo (como sistema idóneo de alternancia en el poder) y una Constitución moderada como marco jurídico del sistema.
Para Cánovas, la historia había convertido al rey y a las Cortes en las dos instituciones fundamentales. Retorna pues a los planteamientos del liberalismo doctrinario, que constituyeron la base ideológica del antiguo Partido Moderado.
La plasmación jurídica del régimen de Cánovas se aprecia en la Constitución de 1876, un texto basado en lo esencial en la Constitución de 1845. Sin embargo, la de 1876 era una constitución más elástica con un articulado poco preciso que permitía
modificar las leyes ordinarias sin tener que cambiar el texto troncal.
Cánovas liderará el partido conservador recogiendo la herencia de moderados y unionistas y apoyándose en las clases más acomodadas. La herencia de los progresistas será recogida por el partido liberal liderado por Práxedes Mateo Sagasta, encontrando apoyos entre la burguésía industrial y gran parte de la población urbana. El resto de los partidos (carlistas y republicanos) pasaron a la oposición en el sistema de la Restauración. Sin embargo, el engranaje político ideado por Cánovas resultaba una farsa y un simulacro. Las elecciones estaban siempre manejadas desde el poder y el turno de partidos en el gobierno estaba pactado de antemano. Una vez apalabrado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones y se amañaban los resultados para que fueran
favorables al nuevo partido.
Para asegurarse los resultados electorales, los dos partidos en liza aceptaban el juego trucado de las elecciones. En el entramado de la corrupción tenía un gran protagonismo el caciquismo. Ambos partidos poseían su propia red piramidal organizada en la que ocupaban su nicho la oligarquía madrileña (los altos cargos de la política nacional), el gobernador civil en las capitales de provincia y los caciques locales en las comarcas, pueblos y aldeas. A cuenta del analfabetismo y el férreo control que los caciques y notables ejercían sobre los pueblos, conseguir el resultado pactado era bien sencillo, y de esta forma se obténía, invariablemente, una holgada mayoría para el partido gobernante, que podía actuar sin trabas. El cacique controlaba los votos, a veces por métodos tan deshonestos como el pucherazo (computar votos falsos).
Especifica las consecuencias para España de la crisis del 98 en los ámbitos económico, político e ideológico
Burócratas, comerciantes y azucareros españoles se opusieron siempre a la autonomía cubana, el comercio con la isla había sido un monopolio en manos de la corona y la abolición de la esclavitud fue muy tardía.
Hasta Cuba llegaron más de medio millón de emigrantes peninsulares, sobre todo gallegos. Pero Cuba exportaba a los Estados Unidos casi el 90% de su producción azucarera y tabaquera. En 1895 José Martí promovíó el levantamiento del Oriente de Cuba en lo que se llamó el «Grito de Baire». Cánovas del Castillo nombró a Arsenio Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, capitán general de Cuba y los líderes Martí y Antonio Maceo murieron en la contienda. Madrid terminó enviando a la isla al despiadado general Valeriano Weyler. Con un cuarto de millón de hombres, Weyler se propuso acabar la guerra en un periodo de dos años. Creó temibles campos de concentración para privar a los sublevados del apoyo rural y donde murieron más de 150.000 cubanos casi el 10% de la población de la isla- a causa del hambre y las epidemias. Los rebeldes «mambises», buenos conocedores del terreno, emprendieron una eficiente guerra de guerrillas. A fines de 1897, el gobierno español se encontró con las arcas vacías y un ejército esquilmado por las enfermedades tropicales.
Las condenas internacionales hicieron que el presidente Sagasta destituyera a
Weyler en favor del general Ramón Blanco. Los proyectos de autonomía para Cuba redactados por Antonio Maura, Antonio Cánovas del Castillo y Buenaventura Abárzuza Ferrer (ministro de Ultramar), cristalizaron durante el gobierno de Práxedes Mateo Sagasta (con Segismundo Moret como ministro de Ultramar) en una constitución que otorgaba a la isla plena autonomía. Pero ya era demasiado tarde.
Ninguna iniciativa del gobierno central alcanzó resultados positivos ante la oligarquía criolla y los intereses intervencionistas norteamericanos del presidente McKinley. La explosión del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana implicó el estallido de la guerra entre España y Estados Unidos. Los combates se trasladaron entonces al mar, donde los acorazados americanos eran muy superiores a la flota española.
La toma de Santiago de Cuba y la superioridad militar de las tropas norteamericanas (con 28.000 soldados frente a más de 200.000 españoles), apoyadas en todo momento por las guerrillas cubanas al mando del general Calixto García, obligaron a los españoles a rendirse en 1898.
Por el Tratado de París, España renunciaba a su soberanía sobre Cuba, Guam, Puerto Rico y Filipinas (en beneficio de los norteamericanos; el comodoro Dewey aniquiló a la flota hispana del Pacífico en la base naval de Cavite, en la bahía de Manila). España perdíó todas sus colonias excepto Marruecos y el resto de las africanas. Fue el desastre de 1898. Nacíó entonces el mito de la heroica resistencia hispana ante la superioridad enemiga y el uso tramposo de una tecnología superior.
En 1899 España vendíó al Imperio alemán los restos de su Imperio insular en el Pacífico: las islas Carolinas, las Marianas (excepto Guam) y Palaos. Desde entonces los militares se mostraron muy críticos con los políticos, aumentó el antimilitarismo (clave para el movimiento obrero) y surgíó el regeneracionismo (movimiento intelectual opuesto al caduco sistema político de la restauración). La pérdida de las últimas colonias implicó la repatriación de importantes capitales, permitiendo la fundación de bancos como el Hispano-Americano, el Vizcaya o el Español de Crédito que financiaron la siderurgia vasca. El desastre fue además fatal para los puertos atlánticos y el sector textil catalán, que buscó nuevos mercados en Argentina e introdujo industrias como la del automóvil, la eléctrica y la química. Y el ejército acalló su mala conciencia descargando sus iras contra Cataluña, acelerando de paso el desarrollo del nacionalismo periférico.
El desastre de 1898 creó un fuerte sentimiento de pesimismo, sobre todo entre los intelectuales y los partidarios del republicanismo y el socialismo. Ambicionaban la regeneración del país, sustituyendo la política de la restauración defensora de las oligarquías por nuevos idearios de moralización de la gestión pública, la reforma del estado, el fomento de la riqueza (obras públicas, carreteras y obras hidráulicas) y el impulso de la enseñanza pública. Joaquín Costa lo definíó con la contundente consigna: «Despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid», a la busca de un movimiento que imprimiera fuelle a las reformas y un «cirujano de hierro». Junto a Joaquín Costa, surgíó la potente generación del 98, con autores del calibre de Miguel de Unamuno, Juan Ramón M° del Valle-Inclán, Pío Baroja, Antonio Machado, Ramiro de Maeztu y Azorín.