La evolución política de Al-Ándalus transcurre entre los años 711 (inicio de la conquista peninsular por parte de los musulmanes) y 1492 (pérdida del último territorio musulmán, cayendo finalmente en manos de los cristianos). Podemos distinguir diferentes etapas dadas en este período de tiempo, como el emirato dependiente, en el que el impulso conquistador musulmán estaba en pleno auge y se produjo un cambio de dinastía que cambió la historia de Al-Ándalus;
El emirato independiente, con una organización administrativa más estable y un ejército mercenario y permanente; el califato, etapa de máximo esplendor del musulmán, en el que el califa asume el poder político y religioso. Posteriormente la Península se divide en taifas y es invadida sucesivamente por almorávides y almohades, pero son derrotados por los cristianos, que consiguen finalmente hacerse con el último territorio musulmán: el reino nazarí de Granada. La conquista musulmana de la península Ibérica (711 – 716) tuvo como causas la profunda crisis del Estado visigodo por los problemas sucesorios de la monarquía, creando luchas que provocaron la inestabilidad política y debilitaron el poder militar visigodo; y el ímpetu expansivo del islam, que en menos de un siglo había conquistado desde el Magreb hasta el Imperio persa.
En el año 711, un ejército bereber dirigido por Tarik cruzó el estrecho de Gibraltar para intervenir en la Guerra Civil desencadenada entre los visigodos por los problemas sucesorios. Meses después derrotó fácilmente al rey visigodo don Rodrigo cerca del río Guadalete. Tarik pudo vaticinar que la conquista peninsular sería fácil y formó un nuevo ejército comandado por él y por Muza, gobernador árabe de la provincia norteafricana. Se dirigieron a Toledo, capital visigoda, y fue conquistada. Así, en este período lograron el dominio del territorio peninsular, exceptuando la franja cantábrica y del oeste de los Pirineos. El rápido dominio se ejercíó mediante el control de las principales ciudades y núcleos estratégicos. Además, algunos aristócratas visigodos que gobernaban diversas regiones prefirieron pactar con los musulmanes el sometimiento a su autoridad y el pago de tributos a cambio de conservar su señorío y practicar su religión.
Entre el 714 y el 756 tiene lugar el emirato dependiente, período en el que Córdoba se convirtió en la capital política de Al-Ándalus. El primer emir o valí (gobernador) fue Abdelaziz. Después de morir surgieron rivalidades entre las principales facciones de la aristocracia árabe, así como también conflictos con los bereberes, aunque esto no supuso una rémora para la conquista de la Península, ya que el Imperio se extendíó hacia el otro lado de los Pirineos. La derrota de Poitiers (734) frente a los francos puso fin a las expediciones por el sur de la Galia, aunque parte del sureste de Francia quedó bajo dominio musulmán. Los gobernadores que se sucedieron en este período tuvieron que hacer frente a la cuestión de la recaudación fiscal y el tema de la distribución de las tierras. El malestar de los bereberes del norte de África y Al-Ándalus provocó una gran crisis, puesto que se les ponía en una posición de subordinación a pesar de haberse convertido al islam. En el año 750 una nueva dinastía pasó a dirigir el califato, despojando a los Omeyas del poder: los Abasíes. Uno de los miembros de la familia Omeya, Abd-al Rahman, logró sobrevivir y huyó a Al-Ándalus donde la antigua dinastía conservaba numerosos apoyos. En el 756 Abd-al Rahman se proclamó emir, habiendo derrotado militarmente al anterior, y ocupó la capital.
Abd-al Rahman I creó el emirato independiente de Córdoba (756 – 929), lo que supuso la fundación de un nuevo Estado, la no sumisión política al califa (respetando su autoridad religiosa) y la ejecución autónoma del poder político y militar por parte de los emires. Lograda la victoria, atrajo a Omeyas con los que formó la base política, administrativa y militar del nuevo Estado. Con esto y la adhesión de nuevas ciudades, instauró su dinastía al frente del emirato. La política exterior se orientaba únicamente a conservar los territorios peninsulares conquistados, aunque ocasionalmente se realizaron aceifas (expediciones militares de castigo contra los reinos cristianos del norte) para evitar el desarrollo militar y lograr un botín de guerra. Con la formación del nuevo Estado se corrigió la organización administrativa y se reorganizó la recaudación de impuestos, lo que permitíó la creación de un ejército mercenario permanente. Pese a las mejoras políticas y militares, surgieron conflictos entre el poder central cordobés y los gobernadores de los territorios fronterizos (marcas). A esto se sumaron los problemas sociales con la población muladí y mozárabe que, a su vez, ocasionaron diversas revueltas. La inestabilidad política y la creciente debilidad del poder central caracterizaron los últimos años de emirato.
En el año 912, en pleno declive del emirato, llegó al poder Abd al-Rahman III que, poco después, gracias a las victorias sobre sus enemigos internos, se proclamó califa (929), asumiendo el poder político, militar y religioso. Así se inauguró el califato, etapa de máximo esplendor en Al-Ándalus, que duraría hasta el 1031. Pacificó el territorio de la actual Andalucía y se dedicó a someter las marcas fronterizas: Badajoz y Toledo, cuyo logro le posibilitó fortalecer la estructura del Estado.
- Reorganizó la recaudación fiscal y centralizó su gestión, obteniendo grandes recursos económicos.
- El hachib (1er ministro o jefe de gobierno) y los visires tuvieron un papel importante en la administración.
- Gracias al cobro de impuestos se pudo pagar un potente ejército mercenario (bereberes y esclavos).
También procuró detener el avance de los reinos cristianos del norte y aumentó su influencia en el Magreb, donde consiguió conquistar plazas como Ceuta, Melilla y Tánger, y organizar un protectorado Omeya para defender la Península de la influencia fatimí.
Al-Hakam II, su hijo, le sucedíó tras su muerte. Es destacable el impulso intelectual y artístico que promovíó en Al-Ándalus, logrando que fuera la civilización más brillante y avanzada del momento. La muerte de Al-Hakam II inició la pérdida del poder efectivo de los califas, que conservaron un poder simbólico. El hachib Al-Mansur (Almanzor para los cristianos) formó un nuevo ejército integrado por bereberes y mercenarios cristianos que le permitíó asegurar su poder interno y realizar campañas militares de saqueo contra los cristianos –las razias–. Justificó estos ataques mediante la alusión de la guerra santa contra los infieles, aunque realmente buscaban un botín y mantener débiles a los reinos cristianos. Tras su muerte, sus sucesores solo lograron mantener el poder efectivo hasta 1009. Se iniciaba un período de inestabilidad política caracterizado por una Guerra Civil entre mercenarios bereberes y esclavos, y árabes andalusíes. A raíz de estos enfrentamientos se produjo el debilitamiento del poder central que provocó la desaparición del califato y la desmembración política de Al-Ándalus en 1031.
Entre los años 1031 y 1246 hubo un período de invasiones bereberes y se creó un mapa político muy fragmentado –unas 20 unidades estatales llamadas taifas–. Estos Estados estaban enfrentados entre sí, haciéndolos así más vulnerables, por lo que aceptaron el apoyo de los reinos cristianos, que debían ser pagados mediante parias.
Éstos aprovecharon la situación para reconquistar los territorios dominados por los musulmanes que, a su vez, ante la amenaza del creciente expansionismo, buscaron la ayuda de los almorávides (bereberes del norte de África). Los almorávides cruzaron el estrecho de Gibraltar y derrotaron a los castellanos en Sagrajas. Su avance se frenó en Valencia, conquistada en 1094 por el Cid. Su dominio se basó en la ocupación militar y en la imposición de una estricta ortodoxia religiosa.
Los avances de las conquistas cristianas y la inaceptación de medidas tales como el pago de impuestos extraordinarios, dieron lugar a revueltas contra los almorávides. Al ser derrotados, Al-Ándalus quedó dividido en pequeños Estados: los denominados segundos reinos de taifas.
La invasión almohade fue difícil y lenta, llegando a controlar únicamente el sur del antiguo Al-Ándalus. La derrota de Las Navas de Tolosa (1212) frente al rey castellano Alfonso VIII inició la decadencia almohade.
Hubo unas terceras taifas, pero fueron cayendo en manos cristianas, salvo el reino de Granada.
El reino nazarí de Granada se mantuvo como la única entidad política andalusí desde 1246 hasta 1492. Fue la dinastía de los Banu Nasr (o Nazaríes) la que mantuvo la independencia de Granada gracias a una hábil gestión diplomática ante los reinos cristianos y los Benimerines; la cohesión establecida entre Almería, Málaga y Granada (componentes del reino nazarí); y la llegada masiva de andalusíes procedentes de otros reinos musulmanes, que supuso un incremento de la población y la potencialidad económica. Su máximo esplendor lo tuvo bajo el reinado de Yusuf I y Muhammad V.
En 1479 se acentuó la dinámica conquistadora cristiana por la uníón de Castilla y Aragón (sus reyes se casaron, pero los reinos no se unieron, se aliaron). Finalmente, a principios de 1492, los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil la rendición de Granada.