4.3.ESP XVIII A nivel económico, el Siglo XVIII español se caracteriza por su expansión y transformación. Durante esta centuria se adoptaron toda una serie de medidas que produjeron mejoras en diferentes ámbitos. En la agricultura, para combatir las frecuentes crisis de subsistencias producidas por la escasa productividad, las inclemencias climáticas y la falta de inversiones, se introdujeron importantes medidas como el impulso de nuevos cultivos (maíz y patata), la construcción de canales de riego y navegación, la colonización de nuevas tierras y la limitación de los privilegios de la Mesta. En la industria, por su parte, se produjo un crecimiento de la producción debido a la adopción de medidas proteccionistas y de fomento de las manufacturas (creación de las Reales Fábricas), así como por la aparición de nuevos sistemas productivos (industria a domicilio y talleres de indianas). En lo comercial, por último, el volumen de los ingresos americanos llevó a la Corona a impulsar medidas de fomento de los intercambios (Decreto de Libre Comercio), reforzar la marina comercial y de guerra, y firmar los Pactos de Familia contra el expansionismo inglés. En todo este contexto, la economía catalana crecíó más que la del resto de España. La agricultura se benefició de la subida de los precios agrarios gracias al aumento de la demanda producida por el crecimiento demográfico. Mientras que artesanía y comercio aprovecharon tanto las medidas proteccionistas y de liberalización mencionadas anteriormente.
4.4.IDEAS La Ilustración fue un movimiento cultural de origen francés que confiaba en el uso de la razón como instrumento para lograr el progreso de la nacíón y la felicidad de los individuos, y que promovíó en España ideas como la libertad económica, la autonomía del poder político sobre la Iglesia o el fomento de la educación y las ciencias útiles. La Ilustración y sus ideas, a pesar de numerosas dificultades (analfabetismo y escaso peso social de la burguésía) y oposiciones (del clero y la nobleza), se introdujo en España durante el reinado de Felipe V gracias a instituciones como las Sociedades Económicas de Amigos del País, las Academias, las tertulias de salón y diversas publicaciones y escritos de personas como Jovellanos, Mortatín o Feijoo. En este contexto, la uníón de las ideas ilustradas con las prácticas políticas absolutistas dio lugar a lo que se conoce como despotismo ilustrado, una forma de gobierno identificada con la frase “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Para ello, los monarcas promovieron el progreso de sus reinos mediante reformas económicas culturales y sociales, aunque sin alterar las bases del Antiguo Régimen (absolutismo y sociedad estamental). En España fue Carlos III quien encarnó sus ideales, promoviendo el desarrolló agrario, comercial, social y cultural del país a través de ministros como Esquilache, Aranda o Jovellanos. Esta política reformista, sin embargo, chocó con la Iglesia (expulsión de los jesuitas) y la nobleza (motín de Esquilache), desvanecíéndose con Carlos IV tras el estallido de la Revolución francesa.