Introducción
Tras la muerte de Carlos II se inició una guerra de sucesión en España que desencadenó una contienda en Europa. Francia y la Corona de Castilla apoyaron a Felipe de Anjou (Borbón) en la lucha por el trono. Esto, y la amenaza de creación de un bloque Franco-español, supuso que Inglaterra, Holanda y Portugal se sumaran a la Corona de Aragón en el apoyo a Carlos de Austria (Habsburgo). La guerra acabó con la dinastía borbónica en España, además de con la firma de la paz de Utrecht, que inició el ascenso de Inglaterra como nueva potencia mundial y que hizo de España una perdedora, ya que le fueron arrebatados sus territorios en Europa.
Desarrollo
La reorganización político-administrativa fue obra de Felipe V y Carlos III principalmente. Trataron de establecer una monarquía fuerte, centralizada y unificada. Este cambio consolidó el poder absoluto de los monarcas en España, según el modelo francés.
En relación al centralismo mencionado, Felipe V implantó los Decretos de Nueva Planta, que contribuyeron en la unificación jurídica e institucional. Estos establecían un capitán general al frente de una Audiencia y unas Cortes únicas para toda la monarquía. Por ende, se suprimieron los fueros e instituciones propias de la Corona de Aragón.
Por otro lado, al frente de las secretarías de Estado y del Despacho se encontraban los secretarios, que se comunicaban directamente con el rey. Los consejos fueron decayendo por innecesarios. El único que mantuvo su rango de máximo órgano político fue el consejo de Castilla, que se convirtió en el Ministerio de Gobernación. Del mismo modo, el país se dividíó en intendencias regidas por intendentes con variadas funciones.
Respecto a las reformas administrativas en américa, se impulsó un cambio sustancial. El consejo de Indias sólo conservó algunas funciones judiciales y de asesoramiento, se disolvíó la Casa de Contratación y a los virreinatos existentes se añadieron el de Nueva Granada y el de Río de Plata. Además, se creó de un ejército regular americano y se establecieron intendencias.
En cuanto a la hacienda Real, la monarquía consiguió sanearla debido a unas nuevas reformas. Felipe V, por los Decretos de Nueva Planta, establecíó una contribución equivalente a la de Castilla para financiar a la monarquía y Carlos III, para emitir deuda pública, extendíó el uso de vales reales. También Fernando VI es digno de mención por sus intentos de implantar una reforma fiscal conocida como el Catastro de Ensenada.
En cuanto a la relación Iglesia-estado, se usó el regalismo como doctrina jurídica que respalda la preeminencia del rey sobre la Iglesia en todos los ámbitos menos en el religioso. Igualmente, para reducir el poder de la Iglesia se expulsó a los jesuítas del territorio español.
Respecto a la política exterior, tras el tratado de Utrecht, que acabó con la Guerra de Sucesión, se establecíó un sistema que hizo de Austria un territorio debilitado y situó a Inglaterra como gran potencia. Por otro lado, España quedó relegada a potencia de segundo rango, aliada, por los pactos de familia, de Francia y rival de Inglaterra y Austria. Las guerras durante la época fueron escasas y solo se iniciaban si existían posibilidades reales de victoria.
Durante el reinado de Felipe V, la política exterior se orientó hacia la recuperación de las antiguas posesiones en Italia, y para ello recurríó a los Pactos de Familia con Francia. En el primero (1733) España se vio envuelta en la Guerra de sucesión de Polonia del lado de Francia contra Austria y obtuvo el Reino de Nápoles y Sicilia. El segundo Pacto de Familia (1743) se involucró a España a la Guerra de sucesión de Austria y consiguió el ducado de Parma.
En 1746, Fernando VI sustituyó a Felipe V en el Trono. Su reinado se caracterizó por un paréntesis de paz que permitíó a España restaurar su potencia naval, convirtiéndose en la tercera más importante de Europa.
En cuanto a Carlos III, este volvíó a la intervención militar. Austria se convirtió en aliada de Francia y por lo tanto de España. Durante su reinado tuvo lugar el Tercer Pacto de Familia (1761) en él España se vio envuelta en la Guerra de los Siete Años y tuvo que ceder La Florida, aunque recibíó La Luisiana en compensación. Después, en 1779, España renovó el pacto con Francia y apoyó a los insurrectos en la Guerra de Independencia de las colonias inglesas, que supuso para España la recuperación de Menorca y La Florida.
En relación con la política económica, España vivíó una fase de expansión demográfica consecuencia del aumento de la natalidad debido a la reactivación económica, al descenso de la mortalidad por el cese de las epidemias de peste y de los conflicto bélicos, y por la importación de trigo. En primer lugar, debido a los bajos rendimientos agrícolas causa de la amortización de tierras a la Iglesia, a mayorazgos y a municipales, Carlos III adoptó unas medidas que resultaron insuficientes. Intentó arrendar las tierras municipales a los campesinos, colonizar nuevas tierras para favorecer la existencia de nuevos propietarios campesinos y adoptar una nueva ley agraria, que se encargó finalmente a Jovellanos, mas fue publicada demasiado tarde para su consideración.
Por otra parte, la artesanía y la industria presentaron factores que estimularon su producción, sin embargo la industria española pecaba de predominio del pequeño taller y de métodos arcaicos derivados de un sistema gremial. Se trató de desarrollar la producción industrial con la creación de manufacturas reales de artículos de lujo, con el proteccionismo de la industria española que prohibía la importación de telas de Asía y el fomento de la construcción naval para facilitar el comercio por mar y la flota de guerra.
Al mismo tiempo, tanto el comercio interior como el exterior eran deficitarios, aún así, el comercio con América, que era una fuente de ingresos a través de la explotación económica de tipo colonial, aumentó considerablemente debido a la creación de compañías comerciales privilegiadas y monopolísticas y a las medidas liberalizadoras del comercio con américa. Asimismo, Cataluña sufríó un despegue económico con trayectoria hacia la revolución industrial.
Con respecto a la ilustración, a España llegó el despotismo ilustrado durante el reinado de Carlos III y se basaba en el poder absoluto de la monarquía y en el ideal del rey filósofo. Carlos empezó por la reforma de Madrid, después potenció una política económica encaminada hacia la mejora de las estructuras productivas comerciales, de la administración de Justicia y del Ejército. Asimismo, se difundieron nuevas ideas mediante la educación, las Sociedades Económicas de Amigos para desarrollar la economía provincial, fomentar la educación técnica de artesanos y campesinos y la prensa periódica de carácter científico y cultural.
Conclusión
Así pues, el reinado de los tres primeros borbones corresponde con un ciclo de recuperación demográfica y económica que contrasta con la crisis de los siglos anteriores. Se introdujo un espíritu reformista, reforzado por personajes como Floridablanca o Jovellanos, que provocó la reflexión sobre reformas requeridas por la sociedad y que despejó el camino para las transformaciones liberales del Siglo XIX.