El Reformismo Dinástico y la Crisis de la Restauración (1902-1931)
La Mayoría de Edad de Alfonso XIII y los Primeros Intentos de Reforma
El primer tercio del siglo XX en España coincidió con la mayoría de edad del rey Alfonso XIII (1902-1931) y estuvo marcado por la crisis definitiva del sistema de la Restauración. Al igual que en otros países europeos, en España hubo intentos por parte del Gobierno para modernizar el país y establecer un sistema político más democrático y representativo. Los proyectos reformistas, cuya necesidad se hizo más evidente tras la crisis de 1898, acabaron fracasando por las resistencias internas del propio sistema y porque no cuestionaban a fondo el régimen de la Restauración. En conjunto, el primer tercio del siglo XX en España se caracterizó por los siguientes aspectos:
- Relevo generacional en el liderazgo de los partidos (Cánovas había sido asesinado en 1897, Castelar murió en 1899, Pi y Margall en 1901 y Sagasta en 1903). Las pugnas y divisiones internas entre los partidos del turno provocaron una creciente inestabilidad política y constantes cambios de gobierno.
- Insuficiente y muy desigual industrialización del país, que presentaba importantes desequilibrios regionales. Ello generó grandes desigualdades sociales y un aumento de la conflictividad social.
- Debilitamiento del caciquismo en las zonas que registraron una expansión industrial y un aumento de la población urbana.
- Incremento y desarrollo de la oposición política y social al sistema (republicanismo, nacionalismo y movimiento obrero).
- Intervencionismo de Alfonso XIII en la vida política y en las crisis de gobierno, lo que incrementó su desprestigio como rey constitucional y debilitó institucionalmente a la monarquía.
- Reaparición del intervencionismo del ejército en la vida política, que se intensificó con la Guerra de Marruecos (1909-1925).
Las Opciones del Reformismo
Los primeros años del reinado de Alfonso XIII estuvieron marcados por los intentos de reforma o regeneración, promovidos por quienes, desde dentro y desde fuera del Gobierno, clamaban por una renovación moral de la vida social y política que acabara con el caciquismo y el falseamiento electoral. Dentro de las corrientes reformistas o regeneracionistas pueden diferenciarse varias tendencias:
- Desde el propio sistema de la Restauración: Tuvo gran importancia hasta 1912 y se basaba en la crítica de los aspectos más visibles y negativos de la vida política: el fraude y la manipulación electoral. Destacaron Francisco Silvela y Antonio Maura por parte del Partido Conservador, y José Canalejas por parte del Partido Liberal. Todos ellos trataban de hacer una revolución desde arriba, desde el poder, para evitar que se produjera una revolución desde abajo.
- Desde los partidos marginados del sistema: El sentimiento de no haber sabido aprovechar la crisis del 98 para poner fin a la hegemonía de los partidos dinásticos colocó a las fuerzas de la oposición ante la necesidad de renovar profundamente sus idearios, sus organizaciones y sus dirigentes. Su objetivo era movilizar a la opinión pública para desbancar definitivamente a los partidos del turno.
- Desde el regeneracionismo intelectual y literario: Sus principales representantes fueron Unamuno, Ganivet, Maeztu, Ortega y Gasset, que reflexionaron sobre la decadencia de España y la necesidad de regeneración, y Joaquín Costa, que proponía reformas económicas y educativas para modernizar la sociedad.
El Reformismo Conservador de Antonio Maura
El primer intento modernizador fueron las tentativas regeneracionistas que encabezó desde el Gobierno Francisco Silvela, sucesor de Cánovas al frente del Partido Conservador, entre 1899 y 1903. Tras su fracaso, al no lograr vencer los grandes obstáculos e intereses existentes incluso dentro de su propio partido, abandonó la política y dejó paso a un nuevo líder conservador, Antonio Maura.
Desde el Gobierno, Maura intentó regenerar el sistema a partir de la formación de una nueva clase política que tuviese el apoyo social de las llamadas «masas neutras», indiferentes hasta entonces a la participación política. Con su ayuda pretendía configurar un Estado fuerte y eficaz, desbancar a la vieja casta caciquil e impedir un excesivo protagonismo de las clases populares.
Su proyecto pretendía poner fin al caciquismo con la Ley de Administración Local y la Ley Electoral de 1907. La reforma electoral fue muy superficial y solo estableció el voto obligatorio y más controles sobre las juntas electorales. Además, el hecho de introducir la elección automática cuando solo había un único candidato en un distrito, acabó favoreciendo el caciquismo, que lograba la elección del candidato previsto simplemente evitando que tuviera rivales.
El proyecto reformista también pretendió integrar el catalanismo a partir de la concesión de una mayor autonomía a ayuntamientos y diputaciones, y del reconocimiento de las regiones. Por otra parte, se adoptaron medidas proteccionistas para impulsar la actividad industrial española y se mejoró la legislación laboral con la Ley protectora de accidentes de trabajo, la Ley sobre las condiciones de trabajo de mujeres y niños, la Ley del descanso dominical y la Ley de huelgas, y se creó el Instituto Nacional de Previsión (1908). Finalmente, el Gobierno impulsó una activa política exterior en la que se aceptaba que España interviniera en Marruecos.
El talante autoritario de Maura, su falta de entendimiento con el Partido Liberal y, sobre todo, la dura represión de la Semana Trágica en 1909 supusieron el fin de su principal etapa al frente del Gobierno.
El Reformismo Liberal de Canalejas
El Partido Liberal, bajo el liderazgo de José Canalejas, también intentó llevar a cabo su programa regeneracionista. Canalejas representaba la tendencia más izquierdista del partido. Su acción de gobierno, entre 1910 y 1912, se propuso atraer a ciertos sectores populares a partir de un mayor reformismo social y de limitar el poder de la Iglesia.
Canalejas planteó la separación de la Iglesia y el Estado, y promovió la denominada Ley del Candado, que prohibía temporalmente la implantación de nuevas órdenes religiosas en España. Como respuesta a las reivindicaciones regionalistas y nacionalistas, su gobierno elaboró el proyecto de la Ley de Mancomunidades, que permitía que varias diputaciones provinciales se unieran para la gestión de servicios públicos. Esta ley fue aprobada en 1914 por el gobierno de Dato.
El gobierno de Canalejas reformó el sistema impositivo con la sustitución del impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre las rentas urbanas, lo cual provocó la protesta de las clases acomodadas. Por otra parte, la reforma de la Ley del reclutamiento (1912) establecía que el enrolamiento pasaba a ser obligatorio en tiempos de guerra, y quedaba suprimida la redención en metálico. También promulgó una serie de leyes encaminadas a mejorar las condiciones laborales (normativas sobre el trabajo de la mujer y sobre los contratos).
Por el contrario, Canalejas se mostró inflexible ante las huelgas y conflictos laborales de 1911 y 1912, que fueron reprimidos militarmente. Su asesinato en un atentado anarquista en 1912 marcó el final de la etapa regeneracionista promovida desde el propio sistema. A partir de entonces se agravó la crisis de los partidos del turno, tanto por las divisiones internas como por la falta de entendimiento entre ambos.
La Oposición al Régimen de la Restauración
La oposición a la Restauración estuvo representada, fundamentalmente, por el republicanismo, el carlismo, los nacionalismos catalán y vasco, y el movimiento obrero en sus dos tendencias, anarquista y socialista. La oposición no logró participar en el Gobierno ni articular una alternativa viable de gobierno hasta 1930, una vez agotadas todas las posibilidades y opciones del propio régimen.
El Republicanismo: De la Unión Republicana al Partido Reformista
El republicanismo era el principal grupo de la oposición política y constituyó la minoría parlamentaria de oposición más numerosa. Su fuerza era notable en las zonas urbanas, donde el voto podía expresarse con mayor libertad y la influencia caciquil era mucho más reducida. Con el nuevo siglo se produjo una evolución del republicanismo histórico en el que perdieron protagonismo los partidos y los líderes hegemónicos del periodo anterior. Este nuevo republicanismo se caracterizó por ser un amplio movimiento social, de carácter reformista, que agrupó a sectores de la burguesía librepensadora y a amplias capas de las clases populares.
En 1903, con la finalidad de dar unidad al republicanismo, nació Unión Republicana, coalición que intentaba agrupar a los diferentes grupos republicanos alrededor de Nicolás Salmerón. Su programa incluía la restauración de la Constitución de 1869, la proclamación de la República y la convocatoria de Cortes Constituyentes. En las elecciones de 1903 y 1905, la Unión Republicana obtuvo el triunfo en algunas grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia.
El acercamiento entre Unión Republicana y el catalanismo dio lugar, a partir de 1908, a la fundación del Partido Republicano Radical, liderado por Alejandro Lerroux y que contó con un importante apoyo social y electoral en Barcelona. El partido presentaba un discurso anticatalanista, profundamente demagógico, anticlerical y supuestamente revolucionario que logró influir en amplios sectores de las clases populares barcelonesas. Hacia 1910, después de la Semana Trágica, perdió buena parte de su influencia, moderó su discurso y su ideario y se trasladó a Madrid. En Valencia, Vicente Blasco Ibáñez impulsó el blasquismo, un movimiento populista y anticlerical que presentaba notables semejanzas con el lerrouxismo.
Como respuesta a la represión que el Gobierno llevó a cabo tras la Semana Trágica, en 1909 se constituyó la Conjunción Republicano-Socialista, que integraba a diversos grupos republicanos y al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En las elecciones de 1910, esta alianza obtuvo 27 escaños y ganó en Madrid, Barcelona y Valencia.
En 1912, Melquíades Álvarez fundó el Partido Reformista que se declaraba republicano y tenía en sus filas a intelectuales como José Ortega y Gasset y Manuel Azaña. Pretendía abandonar el viejo radicalismo republicano para ofrecer un programa basado en la democratización profunda de la vida política. Aunque tuvo cierta influencia entre la intelectualidad, no consiguió una implantación efectiva ni entre las clases medias ni entre los trabajadores.
Del Carlismo al Tradicionalismo
A principios del siglo XX, el carlismo mantuvo su presencia. En 1909 murió el pretendiente al trono Carlos María de Borbón, al que sucedió su hijo Jaime, con lo que el movimiento también se denominó jaimismo. Las disputas y disidencias en el seno del partido durante la jefatura de don Jaime fueron frecuentes. La más importante se produjo a raíz de la Primera Guerra Mundial, cuando un sector, contrario al apoyo oficial a los aliados, se manifestó germanófilo; su líder, Juan Vázquez de Mella, abandonó la militancia y fundó el Partido Tradicionalista en 1919.
Las bases militantes del integrismo de Ramón Nocedal y del carlismo se concentraban en Navarra, el País Vasco y Cataluña, pero también se desarrollaron en Andalucía (Sevilla y Huelva) y otras regiones. Integristas y carlistas aceptaron la participación electoral y siempre dispusieron de representación en el Congreso. Con la llegada de la República en 1931, los tres grupos (carlistas, integristas y tradicionalistas) consiguieron reunificarse en un solo partido que se llamaría Comunión Tradicionalista.
La Evolución de los Nacionalismos Catalán y Vasco
Tras el desastre del 98 se incrementó en Cataluña y el País Vasco la actividad de los partidos nacionalistas, que aumentaron su arraigo social y su influencia electoral.
En Cataluña, la victoria en las elecciones municipales de 1905 de la Lliga Regionalista, liderada por Prat de la Riba y Cambó, alarmó al ejército, que veía peligrar la unidad del país. Los comentarios satíricos incluidos en algunas publicaciones catalanistas dieron lugar a que grupos de oficiales asaltaran e incendiaran varias imprentas y redacciones (incidentes del Cu-Cut). El gobierno liberal presidido por Segismundo Moret apoyó al ejército y promulgó la Ley de Jurisdicciones, que establecía que los delitos contra la nación y el ejército serían juzgados por tribunales militares.
Cataluña reaccionó con la formación de una coalición electoral llamada Solidaritat Catalana, que incluía a todas las fuerzas políticas catalanas con excepción de los partidos dinásticos y los lerrouxistas (Lliga Regionalista, Partido Republicano Federal y parte de la Unión Republicana). La coalición consiguió una clara victoria electoral, en 1907, frente a los partidos del turno. Durante los años siguientes, el catalanismo moderado, representado por la Lliga, alternó etapas de colaboración con el gobierno con otros momentos de mayor radicalización. Entre 1914 y 1923, la Lliga controló la Mancomunidad de Cataluña, organismo administrativo que coordinaba el funcionamiento de los municipios catalanes.
La guerra social desatada en Cataluña, a partir de febrero de 1919, por el enfrentamiento entre la CNT y las fuerzas de orden público, hizo que la Lliga Regionalista priorizara la defensa del orden social frente a la reivindicación nacionalista. Este cambio provocó la radicalización de algunos sectores catalanistas y dio lugar al nacimiento de nuevas formaciones nacionalistas: Acció Catalana y Estat Català.
En el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco incrementó su presencia electoral y su influencia en la sociedad vasca. En 1911 se creó un sindicato nacionalista y católico, Solidaridad de Trabajadores Vascos. En 1916, el PNV pasó a denominarse temporalmente Comunión Nacionalista Vasca y, con el fin de atraer a la burguesía al ámbito nacionalista, se presentó como un partido de orden defensor de la riqueza nacional. Sus primeros éxitos electorales fueron en 1917 y 1918, cuando por primera vez se presentó a elecciones generales, y obtuvo seis de los siete escaños de Vizcaya.
Desde la muerte de Arana convivían dos tendencias dentro del partido: los partidarios de mantener el pensamiento independentista frente a los más moderados y autonomistas. En 1921 se escindió el grupo más independentista, Aberri. Unos y otros se reagruparon en 1930 bajo la denominación tradicional de Partido Nacionalista Vasco. Aquel mismo año también se fundó un nuevo partido nacionalista de tendencia republicana, Acción Nacionalista Vasca.
Galleguismo, Valencianismo, Aragonesismo y Andalucismo
En Galicia, el primer paso hacia la transición del galleguismo cultural al político tuvo lugar con la creación en A Coruña de la Irmandade da Fala, que impulsó el uso del gallego desde sus varias sedes, y de A Nosa Terra (1916), que se convirtió en el portavoz del nacionalismo y en el instrumento aglutinador y propagandístico de quienes no se conformaban con la dimensión cultural del galleguismo y aspiraban a convertirlo en una fuerza política.
En Valencia, el valencianismo adquirió cierta importancia a partir de la creación de la asociación Valencia Nova (1904) y del grupo Joventut Valencianista (1908), primeros pasos hacia la creación de un movimiento político, pero fracasó en el intento de formar una coalición de partidos siguiendo el ejemplo de la Solidaritat Catalana. En 1918, el banquero Ignacio Villalonga fundó la Unió Valencianista Regional.
En Aragón, el aragonesismo estaba impulsado por las iniciativas de la burguesía universitaria, centrada principalmente en los problemas económicos de Aragón y en su personalidad histórica. En 1916 se creó la Unión Regionalista Aragonesa (URA), que se integraría más adelante en la Acción Regionalista de Aragón de Juan Moneva Puyol. En la década de 1920 surgió el Proyecto de Bases para un Estatuto de la región aragonesa dentro del Estado español (1924).
En Andalucía, el andalucismo empezó a forjarse alrededor del Ateneo de Sevilla y la publicación de la revista Bética. En 1916, Blas Infante fundó el primer Centro Andaluz, en Sevilla, con la intención de ser un órgano expresivo de la realidad cultural y social de Andalucía. Participó en la primera asamblea regionalista andaluza celebrada en Ronda en 1918, que definió los símbolos de Andalucía, estableció las bases del particularismo andaluz y propuso la autonomía. Durante la Segunda República, el movimiento andalucista abordó por primera vez la redacción de un proyecto de Estatuto de Autonomía. Pero esta iniciativa logró escaso respaldo popular.
El Movimiento Obrero: Anarquismo y Socialismo
El nuevo siglo comenzó con un intenso ciclo de agitaciones obreras, que fueron aumentando hasta 1911, cuando tuvo lugar un intento de huelga general revolucionaria. La mayor incidencia del movimiento huelguístico se dio en Cataluña, Valencia, Andalucía, Asturias, País Vasco y Madrid.
Con el fin de consolidar la difusión del anarquismo y abarcar el conjunto del territorio español, en 1910, el sindicato Solidaridad Obrera promovió la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que se convirtió en la principal organización obrera del país. En 1918, la CNT contaba con más de 700.000 afiliados y sus principales líderes eran Salvador Seguí, Ángel Pestaña y Joan Peiró. En el Congreso de Sants (Barcelona) y el del Teatro de la Comedia (Madrid), se reafirmó en el apoliticismo, la negociación directa entre obreros y empresarios y la acción directa, lo cual dio lugar a un incremento de las acciones violentas. Entre los años 1911 y 1914, la CNT estuvo prohibida y perseguida. En 1919, tras el Congreso de Sants (Barcelona), se produjo un incremento de las acciones violentas. Entre 1918 y 1923, el anarquismo vivió, especialmente en Barcelona, unos años de enfrentamientos con las fuerzas del orden público (época del pistolerismo).
En la primera década del siglo XX, el PSOE fue abandonando paulatinamente su aislamiento político y se mostró partidario de establecer coaliciones electorales con los republicanos. En 1910, y gracias a esa coalición, el socialismo entró en el juego parlamentario, y a partir de ese momento conoció un notable incremento de su fuerza electoral y de su influencia en la vida política. Sus principales líderes eran Pablo Iglesias, Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero, que estaba al frente del sindicato socialista, la UGT (en 1919 contaba con 211.000 afiliados). A partir de 1917, el PSOE se vio inmerso en un creciente proceso de radicalización que explica su participación en las huelgas generales convocadas ese mismo año. En esa época, el partido experimentó un importante debate interno en torno a las consecuencias de la revolución soviética. Su rechazo a integrarse en la Internacional Comunista promovida por Lenin provocó una escisión en 1921, que fue el origen del Partido Comunista de España (PCE), cuyos líderes más destacados fueron José Díaz y Dolores Ibárruri.
La Semana Trágica de Barcelona y sus Consecuencias (1909)
La Política Colonial en Marruecos
Tras el desastre de 1898 y después de un primer momento de retraimiento de su política colonial, a partir de 1906, España inició su penetración en el Norte de África. La conferencia de Algeciras (1906) y el posterior Tratado Hispano-Francés (1912) supusieron el establecimiento de un protectorado franco-español en Marruecos. A España se le concedió una franja en el Norte, el Rif, y un enclave en la costa atlántica (Ifni y Río de Oro). La presencia española en esa zona se vio estimulada tanto por intereses económicos (mineros, inversiones en ferrocarriles, obras públicas, etc.) como por la voluntad política de restaurar el prestigio del ejército, que pretendía convertir a España en una nueva potencia colonial.
Sin embargo, la presencia española en esta área fue contestada por las tribus bereberes (cabilas). Los continuos ataques de los rifeños obligaron a mantener una fuerte presencia militar española, que se intensificó a partir de 1909, cuando en unas operaciones militares destinadas a asegurar la plaza de Melilla, los rifeños infligieron una importante derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, donde ocasionaron numerosas bajas. Se decidió entonces incrementar el número de soldados españoles en el Rif para evitar la caída de Melilla. Para ello, el gobierno ordenó el envío de tropas integradas por reservistas, muchos de ellos casados.
Estallido y Desarrollo de la Semana Trágica
El envío de un contingente de fuerzas reservistas provocó un importante movimiento de protesta popular en Barcelona, conocido como la Semana Trágica, apoyado por anarquistas, socialistas y republicanos. Hay que tener en cuenta que el sistema de reclutamiento de quintas comportaba que solo los varones de las familias humildes, que no podían pagar el rescate, fueran reclutados para la guerra.
Los incidentes comenzaron el 18 de julio durante el embarque de las tropas en el puerto barcelonés. El sindicato de orientación anarquista Solidaridad Obrera hizo un llamamiento a la huelga general para el 26 de julio, que fue apoyada por la UGT y grupos republicanos. La revuelta en Barcelona se prolongó durante una semana, dando lugar a un movimiento que adquirió un fuerte componente antimilitarista y de rechazo a la hegemonía social y cultural de la Iglesia. En las calles se levantaron barricadas, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas del orden y se incendiaron más de 80 edificios religiosos. Las autoridades respondieron declarando el estado de guerra y enviando refuerzos para reprimir las manifestaciones. Hubo heridos y muertos, con lo que el movimiento insurreccional se radicalizó y derivó hacia la actuación incontrolada de grupos que actuaban sin dirección ni coordinación. La situación volvió a la normalidad a partir del 29 de julio.
El balance de los enfrentamientos fue de más de 100 muertos, 300 heridos y casi un centenar de edificios destruidos. La represión posterior fue muy dura: centenares de personas fueron detenidas, 1500 se vieron afectadas por consejos de guerra y se dictaron 17 condenas a muerte, de las cuales se ejecutaron cinco. El caso más conocido fue el del librepensador y fundador de la Escuela Moderna, Ferrer Guardia, que no había participado directamente en los sucesos y cuyo proceso generó grandes protestas dentro y fuera de España.
Consecuencias Políticas de la Semana Trágica
La Semana Trágica tuvo consecuencias políticas que llevaron a una notable desestabilización de los partidos del turno dinástico y la caída del gobierno de Maura (campaña «¡Maura no!»). La dureza de la represión unió a liberales y republicanos en la crítica al Gobierno. Ante esta presión, el rey disolvió las Cortes y entregó el gobierno al líder liberal José Canalejas, que hasta su asesinato en 1912 llevó a cabo el último intento reformista desde dentro del sistema de la Restauración.
Tras la caída o desaparición de sus dirigentes, los partidos dinásticos estaban fragmentados y faltos de un líder capaz de aglutinar las diversas tendencias. En el Partido Liberal pugnaron el conde de Romanones y Santiago Alba, que se alternaron en el poder en una situación de inestabilidad permanente. En el Partido Conservador tomó el mando Eduardo Dato, que formó gobierno en 1913, y murió víctima de un atentado en 1921.
La nueva situación política comportó también una reorganización de las fuerzas de oposición:
- El fortalecimiento del republicanismo con la creación de un nuevo partido de carácter moderado, el Partido Reformista (1912), y con el acercamiento de las fuerzas de izquierdas y, en concreto, el crecimiento de la Conjunción Republicano-Socialista.
- El descrédito del republicanismo lerrouxista, fruto del ambiguo papel desempeñado durante los sucesos de 1909. Por ello se acentuó el desencanto de muchos obreros, que pasaron a engrosar las filas del anarcosindicalismo.
- El reforzamiento de un catalanismo republicano derivado del desprestigio de la Lliga Regionalista, acusada de haber apoyado la represión gubernamental.
La Crisis de 1917: Obreros, Militares y Políticos contra el Sistema
A comienzos de 1917, en España existía una situación de descontento social que se vio agravada por la coyuntura de la Primera Guerra Mundial, que supuso un empeoramiento del nivel de vida de las clases populares en un momento de grandes beneficios empresariales. La crisis estalló en marzo de 1917, cuando la CNT y la UGT convocaron una huelga para protestar ante el encarecimiento de los productos de primera necesidad. Ante esta situación, el Gobierno de Dato suspendió las garantías constitucionales, clausuró las Cortes e impuso la censura de prensa.
Durante el verano de 1917, el Gobierno tuvo que hacer frente a una crisis generalizada:
- Las organizaciones sindicales convocaron una huelga general (conflicto obrero).
- Los militares, en desacuerdo con el sistema de ascensos, conseguidos mayoritariamente por méritos de guerra y que beneficiaban a los militares africanistas, se organizaron en unas Juntas de Defensa (conflicto militar).
- Los partidos opositores se reunieron en la Asamblea de Parlamentarios, convocada por la Lliga Regionalista (Barcelona, 5 de julio de 1917), en la que reclamaron la formación de un gobierno provisional, la celebración de Cortes Constituyentes para elaborar una nueva Constitución y la descentralización del Estado (conflicto político).
La reacción del Gobierno fue represiva: la huelga obrera fue duramente reprimida por el ejército y se encarceló y sometió a consejo de guerra a los miembros del comité de huelga. Las Juntas de Defensa militares fueron disueltas y el Gobierno prohibió la reunión de diputados y senadores convocada para el 19 de julio, que fue finalmente disuelta por la Guardia Civil.
La acción conjunta de los tres conflictos podría haber provocado la quiebra del sistema de la Restauración. Sin embargo, cada uno se organizó por separado y defendió posiciones contrapuestas. Ante el peligro de una revuelta y de la ruptura del país, el ejército apoyó a la monarquía y la oposición de la burguesía, representada en la Asamblea de Parlamentarios, también retrocedió ante el miedo a la revolución social. El fracaso del movimiento permitió que el sistema se mantuviese durante cinco años más.
La Descomposición del Sistema Parlamentario (1918-1923)
A partir de 1918 se agravó la crisis del sistema de la Restauración. A los antiguos problemas (carácter oligárquico del gobierno, fraude electoral, división de los partidos del turno), se sumaron la crisis económica y social, que provocó la radicalización del movimiento obrero y el incremento de los conflictos sociales, y el desastroso desarrollo de la Guerra de Marruecos.
Crisis Económica y Agitación Social: El «Trienio Bolchevique»
El fin de la Primera Guerra Mundial supuso la reducción de las exportaciones españolas y la economía entró en una profunda crisis. En esta situación de recesión, con una fuerte inflación y una escasa demanda, miles de personas perdieron su empleo y los sindicatos reaccionaron con huelgas y protestas. La crisis tuvo un especial impacto en Cataluña, que era la zona más industrializada y la que más se había beneficiado del auge económico durante la guerra.
El movimiento huelguístico más importante tuvo lugar en 1919 en La Canadiense, la empresa que abastecía de electricidad a Barcelona y su zona industrial. Los sindicatos y la patronal alcanzaron un acuerdo que incluía la jornada laboral de ocho horas. Sin embargo, el incumplimiento del compromiso de readmisión de los trabajadores despedidos reactivó el conflicto y produjo una radicalización de las posturas que derivó en el pistolerismo.
Entre 1918 y 1921 también se produjeron movilizaciones en el Sur de España, principalmente en Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura. Se exigía el reparto de tierras para los campesinos siguiendo el ejemplo de la Revolución rusa, por lo que ese periodo se conoce como trienio bolchevique. Promovidas fundamentalmente por grupos anarquistas, las revueltas incluían la ocupación de tierras, la toma de ayuntamientos y la formación de comités de huelga. El Gobierno reaccionó declarando el estado de guerra, encarcelando a los líderes campesinos e ilegalizando las organizaciones obreras.
La Descomposición Política: Gobiernos de Concentración y Retorno al Turno
La crisis de 1917 agravó la situación política. Por un lado, la fragmentación de los partidos del turno impedía la existencia de mayorías parlamentarias estables. Por otro, la división y debilidad de la oposición impedía articular y construir una alternativa al sistema de la Restauración.
Para superar esta situación, el sistema recurrió a una nueva fórmula, los gobiernos de concentración, que integraban a los partidos dinásticos, a políticos de la Asamblea de Parlamentarios y a la Lliga Regionalista. Esta fórmula suponía, en la práctica, la quiebra del turno de partidos tal y como había sido diseñado por Cánovas en 1875. El más relevante fue el llamado Gobierno Nacional, presidido por Maura en 1918, que incluía a todos los jefes parlamentarios de los partidos monárquicos. Este intento solo duró siete meses debido a las diferencias internas entre los líderes que integraban el Gobierno.
Tras el fracaso de los gobiernos de concentración se volvió al turno de partidos. Entre 1918 y 1923 se sucedieron una decena de gobiernos inestables que, ante la falta de mayorías parlamentarias claras, recurrieron con frecuencia a medidas de excepción: suspensión de las garantías constitucionales y clausura del Parlamento. La crisis política era permanente.
El Problema de Marruecos y el Desastre de Annual (1921)
El dominio del protectorado de Marruecos era fuertemente sostenido por una parte del ejército, los llamados militares africanistas, y por el propio Alfonso XIII. Empresas españolas también mostraron interés por la construcción de ferrocarriles y la explotación de los recursos mineros de la zona. Por el contrario, la opinión pública no entendía que España interviniera en una zona tan pobre arriesgándose a iniciar una nueva guerra.
Después de los incidentes acaecidos en 1909 hubo un segundo momento crítico en el verano de 1921, cuando las tropas españolas iniciaron un avance desde Melilla con el fin de consolidar la ocupación del territorio. La acción, mal dirigida y planificada por el general Silvestre, pero que contaba con el plácet del rey, finalizó con una derrota en Annual. Los ataques y emboscadas contra las tropas españolas, inexpertas y dispersas en multitud de pequeñas fortificaciones, dieron lugar a una retirada masiva y desordenada que ocasionó más de 13.000 muertos en el ejército español, entre ellos el general Silvestre.
El desastre de Annual provocó una terrible impresión en una opinión pública que ya era contraria a la guerra. Hubo grandes protestas y los diputados republicanos y socialistas reclamaron en el Parlamento el abandono de Marruecos y la petición de responsabilidades sobre los hechos. La comisión militar de investigación, presidida por el general Picasso, puso de manifiesto grandes irregularidades, corrupción e ineficacia, tanto en el ejército español destinado en África como en el Gobierno. Socialistas y republicanos plantearon la posible responsabilidad del rey, con quien el general Silvestre tenía relación directa. En septiembre de 1923, poco antes de que el Congreso emitiera su dictamen sobre el informe (Expediente Picasso), el golpe de Estado de Primo de Rivera impidió conocer las conclusiones de la investigación sobre el desastre de Annual.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
El sistema constitucional y parlamentario iniciado con la Restau- ración monárquica de 1874 finalizó en 1923 con un golpe de Estado militar que estableció una dictadura El argumento para justificar el golpe era que el régimen constitucional estaba desprestigiado y que existia un grave peligro de revolución social
7.1. La quiebra del régimen constitucional En abril de 1923, un gobierno liberal presidido por Garcia Prieto pretendió levar a cabo una reforma de la Constitución y de ia Ley electoral, incluyendo una mayor democratización del sistema, la re ducción de la influencia de la Iglesia, la limitación de poderes del rey y un nuevo marco de relaciones laborales. A pesar de contar con una clara mayoría en las Cortes, el proyecto se vio obstaculizado por la oposición del rey, del ejército y de la Iglesia Entre los militares existía un gran descontento por las responsa bilidades que el Expediente Picasso exigia ante el desastre milita de Annual. Para frenar las reformas impulsadas por el gobierno libe ral e impedir el debate del Expediente en las Cortes, el capitán ge(1923) neral de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, impulsó un golpe de Es- tado militar el 13 de septiembre de 1923. El rey se negó a destituir a los militares sublevados y el Gobierno dimitió Primo de Rivera justificó su actuación en un manifiesto dirigido a la nación, en el que culpaba de desgobierno a los políticos y parti dos tradicionales y declaraba su intención de regenerar la politica nacional, acabar con el caciquismo y la corrupción, recuperar el or den público, poner fin a la conflictividad obrera y garantizar la un dad nacional ante el auge de los nacionalismos. La alta burguesía, una parte de las clases medias y del ejército, y el rey y su entorno politico aceptaron la dictadura como una solución a la crisis La mayoría de la población reacciono con indiferencia o fue fa- vorable al golpe de Estado Se esperaba que el nuevo régimen tu viera un carácter temporal y pusiera fin a un sistema que se habia demostrado incapaz de resolver los problemas del pais. Por ello la dictad y social, salvo un fallido intento de huelga general convocada por la CNT ura apenas contó inicialmente con una oposición política
7.2. El Directorio Militar (1923-1925) Alfonso XI nombró a Primo de Rivera presidente del directorio, un gobierno integrado exclusivamente por militares Sus primeras medidas fueron la declaración del estado de guerra en todo el país (vigente hasta 1925), la suspensión de la Constitu- ción, la disolución del Pariamento y la ilegalización de los partidos políticos y organizaciones obreras. También liquidó la Mancomuni- dad catalana, prohibio el uso de simbolos catalanistas (bandera e himno) y restringió el uso del catalán al áambito privado.
Para acabar con el caciquismo, el directorio disolvió los ayunta- ientos, los reemplazó por juntas de vocales designados entre los mayores contribuyentes de la localidad y elaboró un estatuto muni- ipal y otro provincial. Estas medidas se limitaron a sustituir a unos caciques locales por otros, que solo debían rendir cuentas a las au toridades militares También instauró una politica de orden público muy represiva que se dirigió fundamentalmente hacia la CNT. Se prohibieron la manifestaciones y huelgas, y se persiguió y encarceló a los principa les dirigentes obreros. La represión redujo drásticamente los con flictos laborales y puso fin a la violencia social y al pistolerismo en las calles Consciente de la importancia de mantener el apoyo del ejér to, Primo de Rivera intentó resolver la cuestión de Marruecos en 1925, intervino militarmente en el Rif. Los ataques contra protectorado francés, dirigidos por el lider rifeño Abd el-Krim propiciaron la colaboración militar entre España y Francia, que se concretó en el desembarco español en la bahía de Alhucemas (8 de septiembre de 1925), mientras las tropas francesas avanza ban por el Sur, desde Fez. Estas acciones militares conjuntas su pusieron la derrota definitiva del lider rifeño Abd el-Krim y el final de la guerra de Marruecos El pretendido carácter regeneracionista del Directorio Militar se concretó en una legislación social: reguló el trabajo de la mujer promovió la construcción de viviendas destinadas a familias obre ras e impulsó una política de inversiones en obras públicas para re ducir el desempleo. Estos primeros éxitos dieron popularidad a Pri- mo de Rivera, que a finales de 1925 decidió cambiar la composición del directorio
7.3. El Directorio Civil (1925-1930) Una vez resueltos el problema del orden público y la cuestión marroquí, a finales de 1925 se estableció un Directorio Civil, con el objetivo de abandonar la «excepcionalidad» politica iniciada con el golpe militar y regresar a la «normalidad», institucionalizando el nuevo régimen y cediendo protagonismo a los civiles frente a lo militares. Para ello se formó un nuevo gobierno presidido por Pri- mo de Rivera, del que formaban parte técnicos civiles como Joseé Calvo Sotelo, ministro de Hacienda, y Eduardo Aunós, ministro de Trabajo. Esta transformación mostraba que Primo de Rivera pretendía consolidarse en el poder y contar con el apoyo de los sectores con Servadores, de la banca y de la industria. Para ello, el general con fiaba en el aprovechamiento de la buena coyuntura económica in ternacional de la década de 1920 para emprender una reactivaci de la economía basada en el nacionalismo económico y el dirigis- mo estatal.
El Directorio Civil llevó a cabo una reorganización las instituciones del Estado, siguiendo el mode corporativo implantado en Italia por Mussolini. En 1924 había creado una nueva formación politica, la Unión Patriótica, un partido gubernamental, sin ideologia claramente definida, cuya misión primor- dial era proporcionar apoyo social a la dictadura A la nueva formación política se unieron princi- palmente funcionarios del régimen, integrantes de organizaciones católicas, militares y propietarios lo- cales de las zonas rurales. Estaba destinada a con vertirse en el instrumento politico del nuevo régi men, al que debía proporcionar una base social que apoyara y aplicara sus directrices y decisiones DirectorioACTw0x65.SOGOLES.COD Como órgano auxiliar del partido el Directorio creó el Somatén, una fuerza armada ciudadana con capacidad para apoyar a la policia y al ejército en momentos de conflictos internos
7.4. La organización corporativista del Estado Con la finalidad de institucionalizar el nuevo régimen y diseñar su forma de gobierno, en 1927 se convocó una Asamblea Nacional Consultiva Se trataba de un organismo corporativo, compuesto por representantes de las corporaciones elegidos por sufragio indirecto, r funcionarios de la Administración y por representantes sociales po escogidos desde el poder. El sufragio universal quedó relegado al of vido y dos tercios de sus 400 miembros fueron nombrados directa ente por el Gobierno. Su función fue meramente consultiva y siempre actuó bajo control gubernamental La Asamblea debía encargarse de elaborar un Estatuto Funda mental de la Monarquia a modo de Constitución. El proyecto, que se presentó a la Asamblea en 1929, establecía un régimen autoritario en el que el poder legislativo radicaría en las Cortes y en el monarcal la mitad de la cámara era electiva y la otra mitad designada por el monarca), La mala acogida que tuvo el proyecto entre la opinión pú- blica hizo que no llegase nunca a ser aprobado. Para frenar la conflictividad laboral y controlar el movimiento brero, en 1926 se fundó el Consejo de Trabajo u Organización Cor- rativa Nacional, Se trataba de un sindicato de tipo vertical que in- cluía la representación de obreros y empresarios en los llamad Comités paritarios. Su misión era la reglamentación de los las condiciones de trabajo, asi como la negociación entre pat trabajadores, aunque siempre bajo el control del Estado salarios y ronos El sindicato
socialista UGT colaboró en n principio con el nuevo sindicalismo, lo que creó tensiones internas en el sociali retiró más tarde. La CNT se negó a participar y muchos anarcosindica listas fueron smo, pero perseguidos, detenidos o tuvieron que marchar al exilio
7.5. La oposición a la dictadura Aunque Primo de Rivera no contó con una oposición importante en sus inicios, con el tiempo esta fue creciendo e impulsó actuacio- nes para poner fin a la dictadura. Algunos de los antiguos líderes los partidos dinásticos criticaron la excesiva duración del régimen apoyaron conspiraciones militares como la llamada «sanjuanada» de 1926. A causa de su enfrentamiento con el directorio, el Arma Artillería fue disuelta Los republicanos organizaron la Alianza Republicana, que logró unir a las distintas facciones del movimiento y protagonizaron una campaña de desprestigio del régimen a nivel nacional e internacio- nal. Incluía a republicanos históricos como Lerroux, otros más re- cientes procedentes del reformismo, como Manuel Azaña, o incluso antiguos ministros de la monarquía, como Niceto Alcalá-Zamora Los intelectuales y estudiantes universitarios criticaron la dicta- dura y denunciaron la censura de prensa y la falta de libertad de ex presión. Algunos de ellos sufrieron la persecución del régimen: M guel de Unamuno fue enviado al destierro en Fuerteventura y Blasco lbáñez tuvo que exiliarse. Los estudiantes, agrupados en la Federa ción Universitaria Española, creada en 1927, promovieron huelgas manifestaciones La burguesía catalana se unió a la oposición como resultado de la política del Directorio, que eliminó la Mancomunidad y prohibió el uso público del catalán. Ello incrementó la influencia de grupos na- cionalistas radicales, como Estat Catala, liderado por Francesc Ma cià desde el exilio La oposición obrera se centró fundamentalmente en la CNT y en el entonces pequeño Partido Comunista de España, que fueron per seguidos y prohibidos. Con el objetivo de incrementar la influencia anarquista en el interior de la CNT, en 1927 se constituyó la Federa- ción Anarquista lbérica (FAI) A partir de 1929, el PSOE entró en contacto con los grupos repu blicanos que intentaban poner fin a la dictadura y sustituir la mo- narquía por un régimen republicano.
POR QUE CAYÓ LA MONARQUÍA EN 1931 ? La crisis económica mundial iniciada en 1929 alcanzó también o España, donde ocasionó un rápido incremento del desempleo y un creciente descontento social. Ante la nueva coyuntura, la dictadura fue perdiendo paulatinamente los apoyos de sus inicios, La situación politica, económica y social volvia a ser grave y se percibia que su previsible em peoramiento podria suponer no solo el fin de la dictadura, sino también de la monarquia El 27 de enero de 1930, Primo de Rivera, gr presentó su dimisión a Alfonso Xll, que la aceptó. Dos meses después, el dictador fallecia en su exilio en Alfonso XIll rató de volver al régimen constitucional existención, te hasta 1923, y a tal fin nombró jefe de Gobierno al gene Paris enfue ral Berenguer, inaugurando la llamada «dictablando» La oposición republicana se movilizó rápidamente, y en agosto de 1930 estableció el Pacto de San Sebastián, un acuerdo para poner fin a la monarquia, al que se unieron los socialistas y algunos intelectuales como Fernando de los Rios, Ortega y Gasset y Gregorio Marañón. También se creó un Comité Revolucionario presidido por delNiceto Alcalá Zamora, se preparó una huelga general (que no llegó a realizarse) y un pronunciamiento militar (que fra casó) para forzar la proclamación de la república. En febrero de 1931, el almirante Aznar formó un nuevo gobierno. Como parte de la estrategia para volver al siste- ma parlamentario y constitucional, se convocaron elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Estos comicios se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquia y fueron ganados por las candidaturas republicanas. El 14 de abril de 1931 era proclamada la Segunda República Española y el Comité Revolucionario, presidido por Niceto Alcalá Za- mora, se convirtió en Gobierno provisional. Ese mismo dio, el rey abandonó España camino del exilio. El fin de la monarquia no fue el resultado de una revolu- ción, sino del deterioro del propio sistema politico, iniciado con la crisis del 98, progresivamente debilitado durante las crisis posteriores (1909, 1917 1923) y definitivamente des- prestigiado durante la dictadura militar. El colapso de 1931 fue el resultado de una larga crisis institucional que los go- biernos de la monarquia fueron incapaces de resolver y que acabó primero con el sistema constitucional de la Restauración y, finalmente, con la propia monarquia restaurada