Regencias de Isabel II: La implantación del liberalismo en España

El nacimiento de Isabel II y las regencias

En 1830 nacía Isabel de Borbón, única descendiente de Fernando VII. Para acceder al trono se derogó la Ley Sálica de 1713 que impedía reinar a las mujeres. Por esta Pragmática Sanción se permitía gobernar a su hija y fue de nuevo sancionada por el Rey poco antes de su muerte en 1833. Con ello se frustraron las expectativas que tenía Carlos, el hermano del rey Fernando, y de su círculo que se convirtió en opositor belicista a través de la guerra carlista. Se sucedieron dos regencias: la de su madre María Cristina y la posterior de Espartero.

La regente María Cristina buscó la alianza con los liberales y recobró la obra de las Cortes de Cádiz poniendo fin al Antiguo Régimen. En la primera fase de reformismo desde arriba, la acción de gobierno estuvo guiada desde palacio. Javier de Burgos estableció una división centralizando las provincias. Además, legisló a favor de la libertad económica y sentó las bases de la Administración pública.

El otro pilar fue el Estatuto Real de 1834, carta otorgada que presentaba las siguientes características:

  • No hay división de poderes; reafirma el poder de la Corona.
  • Las Cortes solo tienen función consultiva.
  • Posee un carácter fuertemente elitista.

Se estructuraba en torno a un sistema representativo organizado en dos cámaras: el Estamento de Próceres, formado por los grandes de España y por los altos cargos religiosos, y por otra parte el Estamento de Procuradores, elegidos por sufragio censitario.

La implantación del régimen liberal en España contaba con el apoyo de las élites del Antiguo Régimen, reforzadas en el plano económico y que tenían una gran influencia política.

Nueva Constitución

La regente, acosada por los carlistas, decide dar mayor apoyo a los liberales. En 1835 concede el poder a Mendizábal que aplica medidas progresistas. Se recupera la Constitución restableciéndola en 1836, se recupera toda la legislación promulgada en Cádiz y durante el Trienio Liberal referida a la libertad de industria y comercio, la supresión de los mayorazgos y la abolición del régimen señorial o la implantación de ayuntamientos y diputaciones, lo que provocó una nueva oleada de revueltas populares culminando en la rebelión de los sargentos en La Granja en 1836. La vuelta de Mendizábal favorece la promulgación de una nueva Constitución en 1837.

En ella queda enunciada la soberanía nacional. Las Cortes abandonan el sistema unicameral, sustituido por dos cámaras. El rey tenía derecho a veto. El Congreso era elegido por sufragio masculino directo censitario. Los miembros del Senado eran seleccionados por el rey. Se describen los derechos individuales, como la libertad de expresión, igualdad, inviolabilidad del domicilio… La libertad religiosa está implícita. Se da carta jurídica a la Milicia Nacional, cuerpo armado creado en las ciudades para defensa de los ataques carlistas.

La desamortización y la actitud de moderados y progresistas

La desamortización de Mendizábal, desde 1836, afectó a los bienes del clero regular por el que el Estado se incautó de sus bienes inmuebles para después venderlos en pública subasta y así obtener dinero para pagar la deuda pública, tener solvencia contra los carlistas y movilizar unos bienes adecuados al desarrollo de la industria y comercio. Contribuyó a hacer un mercado nacional. Surgía así una clase adepta al régimen liberal, perjudicando a los campesinos sin tierras. La desamortización eclesiástica se completó en 1841.

En 1844 el liberalismo español se dividió en dos grandes corrientes:

  • Los moderados: versión oligárquica y conservadora, partidarios de restringir los principios liberales insistiendo en el fortalecimiento del monarca. Su máximo exponente doctrinal será la Constitución de 1845.
  • Los progresistas: defienden los principios liberales en su plena extensión, partidarios de la soberanía nacional y de una mayor libertad religiosa.

Regencia de Espartero (1841-1843)

Tras el pronunciamiento de 1840 se formó un ministerio de regencia presidido por el general Espartero que gobernó hasta 1843 de manera dictatorial, ganándose el rechazo de todos: su política, radicalmente librecambista, ponía en peligro la incipiente industria catalana, lo que produjo movimientos catalanes a los que se les unieron vascos y navarros carlistas. Los políticos liberales moderados, que habían sido desplazados del poder en 1840, comenzaron a organizar su ataque al gobierno. La iglesia tampoco estaba contenta. Algunos sectores liberal-progresistas se enfrentaron a él, pues no aceptaban sus formas autoritarias y represivas.

En 1843 se inició una revuelta militar encabezada por Narváez que hizo caer al Gobierno. Espartero huyó y se exilió en Londres.

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