Regencias y Primera Guerra Carlista: España en el Siglo XIX (1833-1843)

Las Regencias y el Problema Carlista (1833-1843)

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Tras la muerte del rey Fernando VII en 1833, su viuda, María Cristina, asumió la regencia. Sus objetivos principales eran mantener el poder absoluto frente al liberalismo y defender los derechos sucesorios de su hija Isabel. La regente nombró un gabinete presidido por Cea Bermúdez. El 4 de octubre, publicó un manifiesto que definía reformas administrativas, como la nueva división en provincias de Javier de Burgos, y el mantenimiento de la religión católica. Paralelamente, los sectores más absolutistas apoyaban a Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, quien proclamó sus derechos al trono mediante el Manifiesto de Abrantes. Así comenzó la Primera Guerra Carlista.

En enero de 1834, la regente llamó a Martínez de la Rosa, liberal moderado, para formar gobierno. Este emprendió una serie de reformas moderadas, entre las que destacó el Estatuto Real. Se trataba de una carta otorgada que convocaba Cortes, elegidas mediante sufragio censitario, y formadas por dos cámaras: el Estamento de Próceres y el de Procuradores. Estas Cámaras tenían funciones muy limitadas, ya que la corona mantenía su soberanía. El gobierno de Martínez de la Rosa se enfrentó a la oposición de los liberales, insatisfechos por la moderación de las reformas, y de los carlistas.

En 1835, Martínez de la Rosa fue sustituido por el conde de Toreno. Durante su breve mandato, llevó a cabo importantes reformas que rompieron las relaciones con la Santa Sede, y el clero comenzó a apoyar la causa carlista. Mantuvo el gobierno moderado, lo que provocó rebeliones liberales, y la regente se vio obligada a llamar a Mendizábal.

El programa político de Mendizábal incluía una reforma electoral, la eliminación de la deuda pública y la finalización de la guerra carlista, para lo que formó un ejército. Además, emprendió una desamortización eclesiástica en 1836, con los objetivos de recaudar dinero y mejorar la Hacienda Pública, sancionar a la Iglesia por su apoyo al carlismo, y crear una base de propietarios de tierras que mejoraran el rendimiento agrícola. Sin embargo, los planes del presidente no dieron resultado: la guerra continuó y el intento de sanear la deuda fracasó. Ante esta situación, los progresistas lograron ganar las elecciones, aunque pronto tuvieron que dimitir y la regente nombró presidente a Istúriz.

La situación política no conseguía estabilizarse. Los progresistas intentaron un cambio de gobierno mediante un pronunciamiento, conocido como el Motín de los Sargentos de La Granja. Su consecuencia más importante fue la convocatoria de Cortes constituyentes, que redactaron la Constitución de 1837. Esta constitución representaba una vía intermedia entre el Estatuto Real y la Constitución de 1812. Sus principales principios eran:

  • Soberanía nacional, aunque matizada, puesto que el poder legislativo recaía sobre las Cortes y el rey.
  • Cortes bicamerales.
  • Sufragio censitario.
  • Mantenimiento de la religión católica.

En las elecciones de 1837 triunfaron los moderados, que gobernaron hasta 1840. Durante estos años, los gobiernos se vieron condicionados por el poder militar, protagonizado por Narváez, en el liberalismo moderado, y el general Espartero, en el progresista. El núcleo de la ofensiva moderada fue el control de los ayuntamientos, en manos de los progresistas. Se elaboró una nueva ley que restringía la participación popular. Espartero, que rechazaba estas medidas sobre la ley municipal, acabó dimitiendo. El enfrentamiento con la regente por las reformas concluyó en una sublevación generalizada contra María Cristina, que renunció a la regencia otorgándosela a Espartero en octubre de 1840.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

El nuevo regente convocó elecciones que dieron la victoria a los progresistas. Además, concluyó la desamortización de 1836, abolió el diezmo y aplicó la desamortización civil. Otro aspecto importante fue su apuesta por el librecambismo, aprobando la ley de reforma de aranceles de 1841. Sin embargo, el regente se encontró con la oposición de los moderados, de militares y de políticos civiles. Los moderados protagonizaron un levantamiento en septiembre de 1841, que acabó fracasando. Por su parte, demócratas y republicanos representaron motines y revueltas campesinas. Incluso miembros de su partido, progresistas como Olózaga y Fermín Caballero, estaban en su contra por su forma personalista de gobernar. En 1842, el acuerdo librecambista con Inglaterra derivó en grandes manifestaciones en Barcelona. El propio Espartero se ocupó de la represión del motín y ordenó el bombardeo de la ciudad. Este grave incidente redujo los apoyos del regente. Finalmente, en julio de 1843, progresistas y moderados organizaron una sublevación militar que provocó la caída de la regencia y el exilio de Espartero. Como consecuencia, las nuevas autoridades declararon la mayoría de edad de Isabel II, comenzando así su reinado con 13 años.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Paralelamente a estos acontecimientos, se desarrolló en España la Primera Guerra Carlista (1833-1840). El estallido de la guerra tuvo lugar al morir Fernando VII, cuando los carlistas apoyaron a Carlos María Isidro como candidato al trono frente a la hija del rey, Isabel. La guerra se puede dividir en tres fases:

  • Primera fase (1833-1835): Se caracterizó por numerosas partidas rurales en el norte, organizadas por el jefe carlista Zumalacárregui. La muerte de este puso fin a esta etapa.
  • Segunda fase (1835-1837): Destacaron las expediciones del general Cabrera, y sobre todo la Expedición Real, encabezada por Carlos María Isidro, llegando hasta Cádiz y rodeando Madrid. Sin embargo, no encontró el suficiente respaldo popular y sufrieron una derrota en Bilbao frente a Espartero.
  • Tercera fase (1837-1840): El carlismo se debilitó por las derrotas y por la división interna entre conservadores y radicales. Esta última postura triunfó, lo que permitió que en agosto de 1839 se pusiera fin a la guerra con el Abrazo de Vergara entre los generales Espartero y Maroto. Mediante este convenio se prometía el mantenimiento de los fueros vascos y el reconocimiento de los oficiales del ejército carlista, trato que Espartero incumplió posteriormente. En Cataluña y Aragón se prolongó la guerra hasta 1840, con la derrota definitiva de las tropas de Cabrera en Morella.

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