1. Introducción
La Restauración, período de estabilidad en la Historia de España, se extiende desde 1874, con el restablecimiento de la monarquía borbónica tras la Primera República, hasta 1923, año del golpe militar del general Primo de Rivera.
2. Regionalismo y Nacionalismos
Uno de los fenómenos más destacados de la Restauración fue la aparición de movimientos regionalistas y nacionalistas de carácter político-cultural en Cataluña, el País Vasco y, en menor medida, en Galicia, Valencia o Andalucía.
2.1. Definiciones
El regionalismo reivindica el reconocimiento de la identidad diferencial de una región (cultural, económica, administrativa o política). Propugna un Estado descentralizado y, en algunos casos, el federalismo.
Cuando este movimiento acentúa su dimensión política y reivindica altas cotas de autogobierno, basándose en el principio de las nacionalidades (a cada nación un Estado), se define como nacionalismo. Este término se extendió a fines del siglo XIX, cuando los nacionalistas incidieron en el sistema político a través de partidos bien estructurados.
El nacionalismo puede ser formulado con planteamientos más o menos radicales, desde la petición de autonomía hasta la reclamación de autodeterminación o independencia. Normalmente, encontró apoyo social en las burguesías regionales. En algunos casos, promovió partidos políticos como el Partido Nacionalista Vasco (PNV), la Unión Catalanista y la Liga Regionalista de Cataluña.
2.2. El Nacionalismo Catalán
A finales del siglo XIX, los movimientos regionalistas y nacionalistas catalanes vivieron un gran auge. Se ha resumido el nacionalismo catalán en dos palabras: arancel y poesía, aludiendo a sus raíces económicas y culturales. Los catalanes deseaban un arancel alto para proteger su industria y defendían el uso de la lengua catalana.
El nacionalismo catalán no era homogéneo: desde federalistas republicanos hasta conservadores moderados no independentistas. Sus aspiraciones políticas se expresaron en las Bases de Manresa (1892), primer manifiesto nacionalista catalán que propugnaba el autogobierno regional, pero sin ser separatista. Reivindicaba un poder regional autónomo, tradicionalista y antiliberal. Fue elaborado por la Unión Catalanista, partido de Enric Prat de la Riba, uno de los primeros representantes del nacionalismo catalán.
2.3. El Nacionalismo Vasco
A diferencia de la corriente nacionalista cultural y económica catalana, con un trasfondo político, en el País Vasco surgió un nacionalismo más radical inspirado por Sabino Arana, abogado bilbaíno de clase media y familia carlista. Fue el primer formulador del nacionalismo vasco y fundador del PNV a finales del siglo XIX. Creó simbología nacionalista vasca como el nombre de Euskadi, la ikurriña e incluso el himno nacional (actualmente el oficial de la comunidad autónoma vasca).
La hostilidad a lo español fue seña de identidad del nacionalismo. Este primer nacionalismo vasco reivindicaba la independencia. Exaltaba míticamente la raza, el pueblo y la lengua vasca. Predicaba el desprecio a los de “fuera” (maket os), castellanos, gallegos y andaluces que habían emigrado al País Vasco para trabajar en las fábricas. Este primer nacionalismo vasco, ligado a Arana, fue muy conservador, antiliberal y católico integrista. El PNV encontró sus principales apoyos entre la pequeña burguesía y el mundo rural.
3. El Movimiento Obrero
El movimiento obrero nació como respuesta de las clases trabajadoras a las duras condiciones de trabajo, las desigualdades sociales y la ausencia de legislación laboral desde los inicios de la industrialización y la aplicación del sistema capitalista.
A lo largo del siglo XIX, los obreros adquirieron conciencia colectiva de pertenencia a una clase con intereses comunes. Esto los condujo a organizarse para defender sus derechos a través de diferentes formas de reivindicación y protesta que, desde Europa, se extendieron hacia España.
El movimiento obrero empezó a convertirse en oposición política a partir de inicios del siglo XX, cuando arraigó en los centros urbanos industrializados. En su desarrollo encontramos dos tendencias: el anarquismo y el socialismo.
3.1. El Anarquismo
Los anarquistas deseaban la abolición del Estado y sus instituciones (gobierno, ejército, policía…), la supresión de la propiedad privada y la defensa del colectivismo (medios de producción colectivos). Defendían la revolución violenta, huelgas generales, sabotajes y actos terroristas para destruir el Estado. Eran anticlericales. La violencia y el terrorismo anarquista protagonizaron las décadas de los ochenta y noventa, fundamentalmente en Andalucía y Cataluña.
El anarquismo, con muchas divisiones internas, fue duramente reprimido por los gobiernos de la Restauración. Consiguió mayor aceptación social en el campo andaluz y los centros industriales catalanes. Pero, a diferencia del socialismo, se negaba a participar en la acción política. Creían en la acción directa organizada desde los sindicatos, aunque en la década de los noventa fueron frecuentes las acciones violentas individuales.
El sindicato anarquista CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) fue el de mayor número de afiliados, en su mayoría jornaleros andaluces y obreros industriales catalanes y levantinos. Se implantaron en todos los ámbitos laborales. La bomba en el Liceo de Barcelona (1893) y el asesinato de Cánovas en San Sebastián (1897) fueron ejemplos de esta táctica y señalaron los enemigos contra los que luchaban: burgueses y políticos de la Restauración. La influencia del anarquismo fue dominante en Cataluña, Levante y Andalucía.
3.2. El Socialismo
De gran influencia política fue el socialismo, doctrina económica, social y política que propugna la justa distribución de la riqueza, condena la propiedad privada y la transformación radical de la sociedad. Promueve la colectivización de los medios de producción, de cambio y de distribución; en definitiva, el control estatal de los sectores económicos.
En 1879, Pablo Iglesias fundó en la clandestinidad en Madrid el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Pocos años después se fundó la UGT (Unión General de Trabajadores), sindicato afín al socialismo. La UGT se extendió sobre todo en Madrid y en el Norte (Asturias y País Vasco). En su primera etapa, los socialistas se centraron en reivindicaciones laborales (mejoras en salarios, horarios y condiciones de trabajo). El PSOE no tuvo significación política hasta 1910, cuando consiguió un diputado en las Cortes. La UGT y el PSOE mantuvieron pésimas relaciones con las asociaciones obreras anarquistas, separadas por importantes diferencias ideológicas en cuanto a fines y medios. Así se demostró en España durante la crisis de 1917.
4. Conclusión
Durante la Restauración se desarrolló un gran desarrollo de los movimientos regionalistas y nacionalistas (en paralelo a otros países europeos), que colisionaron con el centralismo de los gobiernos. La Restauración miró con recelo tanto a los movimientos nacionalistas como a los obreros, considerándolos un peligro para la estabilidad del orden establecido.