12. 5 Reinado de Alfonso XII: El sistema canovista y la Constitución de 1876
La Restauración, cuyo principal artífice fue Antonio Cánovas del Castillo, fue la vuelta al trono de la dinastía borbónica con Alfonso
XII – hijo de la destronada Isabel II – y el establecimiento de un régimen de carácter liberal-conservador y no democrático.
El 1 de Diciembre de 1874 Alfonso publicó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas. El documento defendía el principio monárquico en virtud de la legitimidad histórica, el establecimiento de una monarquía constitucional, la unidad de la patria y el orden católico y liberal.
Tras el pronunciamiento de Martínez Campos el 24 del mismo mes y año, Cánovas inicia la puesta en marcha del nuevo régimen a través de un Ministerio-Regencia, cuyos objetivos fueron preparar la vuelta de Alfonso XII (en 1875), revisar y limitar la política del sexenio (nombró nuevos gobernadores y alcaldes monárquicos y decretó una serie de medidas represivas selectivas contra la oposición, cuyas actividades fueron prohibidas, restablecíó el Concordato y garantizó a la Iglesia las aportaciones económicas del Estado) y redactar la constitución de 1876.
Constitución de 1876
Elaborado por Cortes elegidas por sufragio universal masculino y vigente hasta 1923, es un texto flexible que permitía gobernar de forma flexible a los partidos que aceptaran el sistema. Sus rasgos esenciales son:
Soberanía compartida Rey-Cortes
Tipo de gobierno
Monarquía limitada hereditaria. El Rey amplió sus poderes: participaba de la función legislativa; podía convocar, suspender y cerrar Cortes y vetar una ley por una legislatura; nombraba a los ministros y tenía el mando supremo del Ejército.
Se proclama explícitamente la división de poderes:
El ejecutivo en el Rey a través de los ministros, que responden ante las Cámaras; el legislativo en las Cortes, bicamerales, compuestas por un Congreso elegido y un Senado formado a partes iguales por miembros elegidos y senadores vitalicios. Independencia del poder judicial.
Derechos
Amplia declaración que recoge todas las conquistas del Sexenio, pero remite su concreción a leyes ordinarias y éstas, en su mayoría, tendieron a restringirlos, sobre todo el derecho de imprenta, reuníón, expresión y asociación. Se establece el derecho al sufragio, pero no se fija el sistema de votación, por lo que será el partido gobernante el que decida, a través de ley electoral, si el sufragio es censitario o universal.
Religión
La religión del Estado era la católica, que garantiza el sostenimiento del culto y clero, pero se permitían otros cultos en el ámbito privado.
Estado centralizado:
Establece la unidad de códigos y el nombramiento de alcaldes y diputaciones provinciales por el gobierno. Y suprime los fueros vascos y navarros.
Carácterísticas del sistema político
El sistema político ideado por Cánovas se guió por el sistema inglés de alternancia pacífica en el poder de los partidos dinásticos: conservador y liberal, para evitar el exclusivismo político de la etapa isabelina y el recurso al pronunciamiento como forma de acceder al poder.
Los dos partidos eran partidos de notables, que establecían los vínculos entre sus miembros a través de lealtades personales. Esto permitíó la permeabilidad de un partido a otro, e hizo que la unidad interna de cada partido fuera muy precaria.
Antonio Cánovas del Castillo fue hasta su muerte el líder del partido conservador, que surgíó del grupo de alfonsinos creado durante el Sexenio, integrado por antiguos moderados, unionistas, un sector católico y, en menor medida, algunos progresistas. Su ideología era liberal conservadora y su base social se encontraba en los grandes propietarios agrarios y la alta burguésía industrial y financiera. Su programa político se basaba en la defensa del orden social, de la Monarquía y de la propiedad
Práxedes Mateo Sagasta fue la figura central del partido liberal (liberal-fusionista), que fue surgiendo a partir de la incorporación de políticos con gran protagonismo durante el Sexenio, procedentes de los progresistas, algunos de Uníón Liberal y descontentos con el régimen establecido por Cánovas.
El partido liberal era un partido progresista de orden, contrario a todo lo que cuestionara las bases socio-económicas del régimen burgués, que defendía el sufragio universal. La base social del partido liberal era más amplia, pero más indefinida, las clases medias.
– Entre 1875 y 1881 los conservadores detentaron el poder, poniendo fin a la guerra carlista (Febrero de 1876) con la derrota del pretendiente carlista y firmando la paz en el Manifiesto de Somorrostro.
El mismo año son abolidos los fueros en las provincias vasco-navarras, aunque en 1878 el gobierno establecerá como compensación un concierto económico.
También terminaron con la guerra de Cuba con el Convenio de Zanjón de 1878. Sin embargo, la paz no duró mucho ya que la guerra reafirmó el independentismo cubano y abríó la isla a los intereses estadounidenses, a la vez que los sucesivos gobiernos se mostraron remisos a la hora de aplicar los acuerdos firmados en Zanjón: amnistía para los independentistas, libertad para los esclavos asíáticos y reformas legales.
La Ley Electoral de 1878 establecíó el sufragio censitario, que dio el derecho al voto a los propietarios o personas con alto nivel de instrucción o títulos académicos, lo que significaba poco más del 5% de la población.
– En 1881 los liberales llegaron al gobierno. Sagasta tomó medidas para establecer la libertad de expresión: Limitó las denuncias por delito de imprenta, devolvíó las cátedras a los profesores represaliados y permitíó que las asociaciones obreras y republicanas volvieran a actuar con libertad. Pronto se produjeron disturbios y protestas en el campo andaluz, además de un intento de pronunciamiento republicano en 1883. El gobierno de Sagasta reacciónó con dureza, reprimíó las protestas populares y procesó a los golpistas, para los que solicitó penas de muerte y exilio.
La muerte de Alfonso XII en 1885 abríó la incertidumbre sobre el futuro del sistema. Con dos hijas pequeñas, su viuda, Mª Cristina de Habsburgo, embarazada y sin experiencia política, provocaban serias dudas sobre el mantenimiento del régimen. De ahí que los partidos dinásticos firmaran el mismo año el Pacto del Pardo, en el que se comprometían a apoyar la regencia, a facilitar el relevo en el gobierno cuando éste perdiera prestigio y apoyo en la opinión pública y a no echar abajo la legislación que cada uno de ellos aprobara en el ejercicio del poder.