La Repoblación y Reorganización en la Península Ibérica: Un Proceso de Transformación
La Reconquista trajo consigo profundos cambios en la Península Ibérica, como el predominio de la lengua romance sobre el árabe y la sustitución de las instituciones islámicas por las cristianas. Este proceso de repoblación y reorganización se caracterizó por la interacción entre las culturas cristiana, musulmana y judía, y por la reconfiguración del poder político y social.
Toledo: El Inicio de la Transformación
Toledo, la primera gran ciudad en caer en manos cristianas en 1086, fue un ejemplo paradigmático de este proceso. La nobleza quedó inicialmente fuera del botín, lo que benefició principalmente a la monarquía cristiana y a la Iglesia. A pesar de la conquista, la población mozárbe, que seguía siendo mayoritariamente musulmana y arabizada, continuó dominando el entorno rural. El árabe siguió siendo la lengua predominante en el Reino de Toledo durante un largo periodo, aunque la lengua romance fue ganando terreno gracias a una fuerte administración regia.
El Valle del Ebro: Una Frontera Consolidada
En el Valle del Ebro, una frontera cristiana bien consolidada con castillos y ciudades importantes como Lérida y Zaragoza, la situación fue similar. Sin embargo, a diferencia de Toledo, la nobleza sí se benefició de la conquista, intentando hacerse con las tierras y asentarse en el terreno. La capitulación fue un elemento clave en este proceso, permitiendo una política de reintegración y continuidad. En todas las ciudades conquistadas, se establecía una separación física: los musulmanes debían situarse extramuros, fuera de la ciudad amurallada. Esta medida permitía a los cristianos controlar los recursos urbanos y evitar revueltas, mientras que los musulmanes se desplazaban al campo. Aunque se les permitía entrar a la ciudad para comerciar, su acceso estaba muy controlado. Estas medidas reforzaron el poder de la nobleza y la Iglesia.
Las capitulaciones eran, en general, generosas con los musulmanes. Por ejemplo, aquellos que habían abandonado el Valle del Ebro podían regresar para recuperar sus tierras o venderlas. Si no lo hacían, estas pasaban a manos del poder regio. En algunas ciudades, la población musulmana era muy mayoritaria. En el Valle del Ebro, aunque la población cristiana era mayoritaria, no existía una homogeneidad religiosa, lo que se refleja en la abundante presencia de arte mudéjar en las iglesias de Aragón.
Andalucía: Del Califato Omeya a la Consolidación del Poder Regio
Córdoba, corazón del Califato Omeya, junto con otras grandes urbes como Sevilla, Murcia y Valencia, y ciudades medianas como Jaén, Cartagena y Denia, cayeron en manos cristianas. Cada una de estas ciudades poseía características propias del entramado andalusí. El trazado urbano se caracterizaba por calles laberínticas, estrechas y, en ocasiones, sin salida, lo que reforzaba el mundo privado y la comunidad, la umma musulmana. Granada, la última ciudad en caer, sufrió grandes transformaciones en poco tiempo, ya que era un símbolo de la identidad musulmana y mudéjar. Los Reyes Católicos querían que su conquista fuera evidente, pero las transformaciones eran costosas y generaban conflictos entre el Concejo y el monarca.
Las conquistas en Andalucía sirvieron para reforzar el poder del monarca. La Iglesia y las órdenes militares se beneficiaron enormemente, creándose importantes arzobispados. Las tierras y el regadío fueron a parar a la familia del rey, los funcionarios y la baja nobleza. Los heredamientos eran tierras concedidas a los caballeros que habían participado en la Reconquista para reforzar la frontera. A finales del siglo XIII, se consolidó una frontera más definida, con una vida más activa y violenta, y con leyes diferentes a las de otros territorios.
La Revuelta Mudéjar y sus Consecuencias
Conforme se consolidaban los repartos de tierras, se producían numerosas transacciones, cambiando de manos ya en la primera mitad del siglo XIV. A mediados de este siglo, la Gran Peste asoló la región, dando origen a los grandes latifundios en Andalucía. La población andalusí había firmado una capitulación reconociendo al monarca castellano como rey y señor, lo que implicaba derechos y obligaciones para ambas partes, incluyendo la defensa por parte del rey y el pago de tributos por parte de la población.
La situación de la población andalusí no se vio alterada hasta la Revuelta Mudéjar de 1264, durante el reinado de Alfonso X. Este monarca adoptó una política desfavorable hacia los mudéjares, exigiendo más tributos de los acordados en la capitulación. El reino nazarí de Granada, ya consolidado, apoyó a los mudéjares, lo que provocó revueltas muy duras. Alfonso X temió perder Sevilla, lo que marcó un antes y un después en la situación de los mudéjares. La mayoría fueron expulsados al norte de África o al reino nazarí de Granada, quedando en una situación precaria, sin derechos y a merced de los monarcas. Se aprovechó la revuelta para expulsarlos de todas las ciudades, dejando solo unos pocos en el medio rural.
En resumen, la repoblación y reorganización de la Península Ibérica fue un proceso complejo y prolongado que transformó profundamente la sociedad, la política y la cultura de la región, dejando una huella indeleble en la historia de España.