2. Fase ascendente de la Revolución Francesa (1789-1792)
En el otoño de 1789, el rey y la nobleza aceptaron la nueva situación y, una vez pacificado el país, la Asamblea Nacional inició un proceso reformista para convertir Francia en una monarquía constitucional y parlamentaria.
En 1791 se promulgó una Constitución, que ejemplificó los ideales del liberalismo político:
Separación de poderes, soberanía nacional e igualdad legal de los ciudadanos, aunque reservaba al rey el derecho de veto. También se estableció el sufragio indirecto y censitario, que dividió a los ciudadanos en activos, los que poseían una determinada riqueza y tenían derecho a votar, y pasivos, los que por no poseer fortuna carecían de derechos políticos. Para defender las conquistas de la Revolución frente a los defensores del absolutismo, se creó un nuevo ejército (Guardia Nacional).
Separación de poderes, soberanía nacional e igualdad legal de los ciudadanos, aunque reservaba al rey el derecho de veto. También se estableció el sufragio indirecto y censitario, que dividió a los ciudadanos en activos, los que poseían una determinada riqueza y tenían derecho a votar, y pasivos, los que por no poseer fortuna carecían de derechos políticos. Para defender las conquistas de la Revolución frente a los defensores del absolutismo, se creó un nuevo ejército (Guardia Nacional).
Las reformas de la Asamblea Legislativa satisfacían a los grupos burgueses (monárquicos constitucionalistas), al concederles derechos políticos y libertad económica. Pero el nuevo régimen contaba con muchos opositores: la nobleza, que deseaba recuperar sus privilegios, el clero, descontento ante la desamortización (expropiación de los bienes del clero), y la monarquía, que conspiraba para derribar a la Asamblea.
La oposición de la familia real a la Revolución se manifestó a raíz de su huida de París para unirse al ejército austriaco, que planeaba invadir Francia y restablecer el absolutismo (Fuga de Varennes, junio de 1791). El monarca, desprestigiado, fue devuelto a la capital, evidenciándose su rechazo al proceso revolucionario.
La situación originó un clima de revuelta entre los sans-culottes, quienes, el 10 de agosto de 1792, asaltaron el palacio real, encarcelaron al monarca y proclamaron la república
3. Fase descendente de la Revolución (1792-1799)
La república quedó en manos de los girondinos, que convocaron elecciones por sufragio universal masculino para la nueva Convención Nacional, nombre con que se designaba a la nueva Asamblea.
La Convención llevó a cabo un juicio contra el rey Luis XVI y su mujer María Antonieta, que fueron acusados de traición, condenados y ejecutados en la guillotina. La muerte del rey provocó la alianza de las monarquías europeas, que formaron una coalición contra la Francia revolucionaria.
En junio de 1793 los jacobinos se hicieron con el poder y detuvieron a los principales dirigentes políticos girondinos. El ejecutivo quedó en manos de un Comité de Salvación Pública, que concentró todo el poder en Robespierre.
Para hacer frente a la amenaza exterior, la república organizó un ejército e impulsó la política del Terror. El Comité suspendió las libertades y unos tribunales revolucionarios castigaron con prisión o muerte a los sospechosos de ser contrarrevolucionarios. Además, se cerraron las iglesias y se estableció el culto a la Razón.
La radicalización de la revolución, el Terror y el gobierno dictatorial de los jacobinos provocaron la oposición de gran parte de la población. Así, mediante el golpe de Estado de Termidor, en julio de 1794, fueron derrocados y ejecutados Robespierre y otros dirigentes jacobinos.
Tras el golpe de Estado, la burguesía conservadora volvió a tomar el control de la Revolución. El liberalismo de la nueva república se situaba entre el absolutismo y la democracia social de los jacobinos. Por tanto, tuvo que hacer frente a la oposición tanto de la aristocracia como de las clases populares, que sufrían la continua subida de los precios.
En ese contexto de crisis económica y social, y en plena guerra contra las potencias absolutistas de Europa, el ejército empezó a ganar prestigio. En 1799, un joven general, Napoleón Bonaparte, con el apoyo de la burguesía, protagonizó un golpe de Estado que puso fin al Directorio e inauguró el Consulado (1799-1804).
5. Las revoluciones liberales y nacionales
La fuerza del liberalismo y del nacionalismo se demostró en tres grandes oleadas Revolucionarias que, a partir de 1820, fueron desmoronando el sistema de la Restauración configurado en el Congreso de Viena.
Hacia 1820, una serie de levantamientos liberales dirigidos por activistas, sobre todo militares, intentaron en diversos países acabar con el absolutismo y tomar el poder mediante insurrecciones armadas, pero fueron vencidos por la intervención de los ejércitos de la Santa Alianza. Sólo en Grecia, donde se unieron los intereses liberales con un fuerte movimiento patriótico, triunfó una insurrección contra el Imperio turco.
La segunda oleada revolucionaria se produjo en Europa central y occidental, entre 1829 y 1835, y su extensión y repercusiones fueron mucho mayores. En esta ocasión, las insurrecciones contaron con un importante apoyo popular y, donde triunfaron, significaron la sustitución del absolutismo por sistemas políticos constitucionales, en los que la burguesía detentaba el poder.
El movimiento se inició en Francia, donde, en julio de 1830, se derrocó al monarca absoluto Carlos X de Borbón y se proclamó una monarquía de corte liberal en la persona de Luis Felipe de Orleans. También en Bélgica triunfó la revolución, se estableció un sistema liberal y se independizó de Holanda, a la que había sido unida en 1815.
En Europa occidental, la revolución de 1848 significó la aparición de los ideales democráticos: sufragio universal, soberanía popular, igualdad social; y también el surgimiento de los trabajadores como fuerza política.
Como en otras ocasiones, la revolución se inició en Francia. En febrero, un levantamiento popular acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans y se proclamó la república social (derechos para los trabajadores) y el sufragio universal.
En la Europa oriental, la lucha fue esencialmente contra los regímenes absolutistas y la dominación del Imperio Austríaco.