La Restauración Borbónica (1874-1931)
En 1876, tras el fin de la Tercera Guerra Carlista, se vivió un periodo de relativa calma en España. En 1878, la Paz de Zanjón puso fin a la insurrección cubana. Durante este periodo, el ejército mantuvo una presencia significativa en los gobiernos a través del Ministerio de la Guerra, adquiriendo protagonismo en los asuntos interiores y encargándose de la represión en situaciones sociales y huelgas. Los gobernadores civiles eran nombrados directamente por el gobierno central, lo que facilitaba el falseamiento de las elecciones. Con el fin de la guerra carlista, se suprimieron los fueros y apareció el concierto económico. La pérdida de los fueros propició el surgimiento del Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Cánovas del Castillo, figura clave de la Restauración, consideraba que para iniciar un periodo de estabilidad era necesario sustituir la constitución por otra más conservadora. Por eso, la Constitución de 1876 se inspiró en las leyes de 1845. Sus principios fundamentales eran:
- Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
- División de poderes: legislativo (Cortes con el Rey), ejecutivo (Rey) y judicial (Tribunales).
- Reconocimiento de derechos y libertades individuales.
- Confesionalidad católica del Estado.
La ley electoral canovista de 1878 volvió al sufragio censitario. Sin embargo, el Partido Liberal, en su «gobierno largo» de 1890, estableció el sufragio universal masculino.
El Sistema Canovista y el Turno Pacífico
El sistema canovista se basaba en el bipartidismo, donde solo gobernaban los partidos dinásticos:
- Partido Liberal-Conservador: liderado por Cánovas, intentó aglutinar a los moderados y a los miembros de la derecha. Defendía el sufragio censitario, el orden y el centralismo.
- Partido Liberal-Fusionista: liderado por Sagasta, intentó unir a distintas fuerzas del Sexenio Democrático. Defendía el sufragio universal, la libertad y la reunión.
Se desarrollaron nuevos partidos políticos antisistema:
- Extrema derecha: carlistas e integristas.
- Izquierda: centralistas posibilistas.
- Movimiento obrero: socialistas y sindicalismos anarquistas.
El cambio de poder se basaba en las elecciones. En 1885, con la regencia de María Cristina, se consolidó el turno pacífico. Se firmó el Pacto de El Pardo, por el cual las dos fuerzas políticas se alternaban victorias y derrotas. Estas elecciones eran un fraude que comenzaba en el Ministerio de Gobernación y se extendía a través de una red de diputados, gobernadores civiles y alcaldes. Se cumplía el encasillado y, si fallaba, se recurría al pucherazo. Los intelectuales criticaban duramente este sistema.
Conclusiones sobre la Restauración
La Restauración fue un periodo de gran estabilidad política, cumpliéndose el objetivo de Cánovas. La Iglesia recobró su poder mediante la enseñanza. Sin embargo, existía un gran desfase entre la España oficial y la real. Cánovas murió en 1903, y sus sucesores no lograron mantener la unidad de sus partidos.
La Crisis del Antiguo Régimen y la Constitución de 1812
Durante la Edad Moderna, Europa se había sustentado en un trípode estable: monarquía absoluta, sociedad estamental y economía agrícola de subsistencia. Este sistema se conoce como Antiguo Régimen, el cual había perdido fuerza a lo largo del siglo XVIII. En España, la crisis del Antiguo Régimen se gestó durante el reinado de Carlos IV y alcanzó su punto álgido en la Guerra de la Independencia, influenciada por la Revolución Francesa.
Durante el reinado de Carlos IV y su valido, Manuel Godoy, España experimentó una progresiva subordinación a los intereses franceses. La derrota en la Batalla de Trafalgar en 1805 aumentó la oposición a la monarquía. En 1807, Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau con Napoleón, acordando el reparto de Portugal. En marzo de 1808, el Motín de Aranjuez provocó la detención de Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo, Fernando VII. Sin embargo, el trono cayó en manos de José Bonaparte, hermano de Napoleón.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
Las tropas francesas, que inicialmente se suponía que estaban de paso, ocuparon el país, desembocando en el levantamiento popular del 2 de mayo de 1808 en Madrid. Así comenzó la Guerra de la Independencia, que se divide en tres fases:
- Los franceses intentaron ocupar las principales vías de comunicación desde la frontera francesa hasta Lisboa, Sevilla y Cádiz. La Batalla de Bailén, en la que el general Castaños derrotó al ejército napoleónico, marcó un hito importante.
- Napoleón acudió a España con un gran ejército y obtuvo importantes victorias. Comenzó una fase de desgaste, con la resistencia española organizada en guerrillas.
- Se intensificó la ofensiva española, ayudada por las tropas británicas de Wellington. Las sucesivas victorias en Ciudad Rodrigo y Arapiles minaron al ejército francés. Tras la derrota de Vitoria, José I abandonó España y Napoleón se vio obligado a firmar el Tratado de Valençay, reconociendo a Fernando VII como rey de España.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Durante la guerra, no solo hubo enfrentamientos militares, sino también dos modelos políticos distintos: el reformista francés, encarnado por José Bonaparte, y el liberal español. Se crearon Juntas compuestas por miembros de diversa procedencia. En septiembre de 1808, se formó la Junta Central del Reino, que asumió la regencia hasta el regreso de Fernando VII.
Las Cortes Generales, reunidas en Cádiz, estaban compuestas por 296 diputados. Las Cortes de Cádiz transformaron las estructuras sociales, económicas y políticas mediante la promulgación de leyes destinadas a acabar con el Antiguo Régimen. Entre ellas, destaca la Constitución de 1812, la primera constitución liberal de España, que estableció principios como la soberanía nacional, la división de poderes, la libertad de imprenta y la igualdad ante la ley.