Regeneracionismo y Crisis de la Restauración
A comienzos del siglo XX, el sistema político de la Restauración se sustentaba en la Constitución de 1876, con un sistema de gobierno basado en la monarquía liberal, pero no democrática, y el turno de los partidos dinásticos. El carácter oligárquico y las prácticas caciquiles de conservadores y liberales fueron ampliamente cuestionados por el regeneracionismo, que propuso la modernización política, social y económica de España. En 1897, Cánovas del Castillo fue asesinado, y en 1902, Sagasta decidió retirarse de la política. Conservadores y liberales carecerían de líderes indiscutibles que llevaran las riendas de sus partidos y marcaran la línea política a seguir. Ante esta coyuntura, se decidió reconocer la mayoría de edad de Alfonso XIII, que tenía 17 años. La actitud del joven rey crearía mayor inestabilidad.
El ejército, humillado por las derrotas de 1898, se volcaría sobre las guerras africanas e intervendría cada vez más en política, apoyado por el monarca. Dentro de él surgiría una ideología reaccionaria, los africanistas, contraria a cualquier cambio y defensora de la unidad y “valores patrios”. Con apoyo del rey, conseguirían que se aprobara la Ley de las Jurisdicciones, por la que todo ataque sería juzgado por un tribunal militar.
Desde el punto de vista político, ya los intelectuales más importantes del periodo final del siglo XIX (Joaquín Costa) protestaron contra el mundo de la Restauración. Su actitud puede considerarse como el inicio del protagonismo en la vida española del término “regeneración”. El regeneracionismo trascendió el ámbito del pensamiento e impregnó la actividad política de buena parte del siglo XX. El ansia de superar el retraso y llevar a cabo una modernización en todos los sentidos de la vida española se convirtió incluso en una obsesión. Esto se concretó en dos ensayos de gobierno regeneracionista, uno de carácter conservador y otro liberal.
Gobierno de Maura (1904-1909)
Maura fue uno de los que mejor captó la necesidad de afrontar cambios en el sistema de la Restauración. Afirmaba que era necesaria una “revolución desde arriba, para que no nos la hagan desde abajo”, es decir, para evitar la revolución social. Su gobierno se vería marcado por los acontecimientos de la Semana Trágica de 1909. El origen se encuentra en la decisión de Maura de enviar a Melilla, desde Barcelona, unidades de refuerzo para responder a una agresión de los marroquíes a los trabajadores españoles. Cuando los primeros reservistas salieron del puerto de Barcelona, la campaña socialista en contra se radicalizó y comenzaron los incidentes. Luego, el agravamiento de la situación de Marruecos, con noticias sobre centenares de muertos, condujo a que las fuerzas obreras (socialistas y anarquistas) proclamasen una huelga general. Se produjeron enfrentamientos e incendiaron edificios religiosos. Finalmente, las tropas lograron restablecer el orden y se llevó a cabo una fuerte represión que culminó con cinco penas de muerte, entre ellas la del pedagogo Ferrer i Guardia.
Gobierno de Canalejas (1910-1912)
Canalejas representaba la tendencia más izquierdista de las familias políticas dinásticas, liderando el Partido Liberal. Se centraron en la necesidad de incorporar al sistema político liberal dos variables: un papel activo e intervencionista del Estado en materia social y laboral que afectó a la duración de la jornada laboral, al trabajo de mujeres y niños, y a la prestación de seguridad social por parte del Estado, y una secularización de la vida política, mediante la efectiva separación entre Iglesia y Estado. Logró aprobar la llamada “Ley del candado”, que pretendía limitar la presencia de órdenes religiosas en España.
Gobierno de Dato (1913-1917)
En 1913, el conservador Eduardo Dato recibió el encargo de formar gobierno. Durante el gobierno de Dato estalló la Primera Guerra Mundial, en la que España mantuvo la neutralidad. La guerra benefició a la economía española, que vio aumentar sus exportaciones, pero la coyuntura favorable no fue aprovechada para propulsar con carácter definitivo la industria. El aumento de los precios no se vio correspondido por el de los salarios y creó un hondo malestar en las clases medias y en los obreros, que tuvo su reflejo en la crisis de 1917.
La Crisis Definitiva del Sistema (1917-1923)
Los seis años que separan el final de la triple crisis de 1917 y la llegada de Primo de Rivera al poder (1923) constituyen la etapa más conflictiva e inestable de todo el reinado de Alfonso XIII. La evolución de la vida política estuvo caracterizada por tres rasgos principales:
- La inestabilidad de los gobiernos
- La cuestión catalana
- El problema de Marruecos, que acabó en 1921 con el Desastre de Annual, en el que murieron miles de soldados españoles.
El Directorio Militar (1923-1925)
Primo de Rivera siguió una política de “acabar con lo anterior”. Primo de Rivera reunía en su persona todas las responsabilidades del gobierno. Disolvió las Cortes y anuló la Constitución como medio previo para arrasar los partidos políticos, base hasta entonces del sistema parlamentario. Nació la Unión Patriótica (UP), fundada como un partido nacional a imagen del Partido Fascista italiano. En su formación reunió gentes procedentes del carlismo, del conservadurismo y del incipiente catolicismo político. Primo de Rivera debió solucionar una cuestión importante: Marruecos. Su resolución fue el éxito más evidente de la dictadura. Se preparó un ejército potente que, unido al también potente ejército francés, desembarcó en la bahía de Alhucemas en septiembre de 1925. El gran éxito conseguido por Primo de Rivera fue popular y político: le reconcilió con los ciudadanos cansados de guerra y con todo el ejército, porque había salvado su honor, con los empresarios inversores en Marruecos y con la propia Hacienda.
El Directorio Civil (1925-1930)
En el nuevo gobierno colaboraban ahora viejos amigos, como el militar Martínez Anido, y nuevos políticos, como Calvo Sotelo. Fueron tiempos en los que el país disfrutó de una economía en alza porque la de Europa lo estaba. El régimen se limitó a propiciar la industrialización desde un intervencionismo con la creación de monopolios (CAMPSA, Telefónica, Fosforera, etc.). Esta política, que contribuyó a disminuir el paro obrero, se sufragó con un ingente aumento de la deuda pública.
La caída de Primo de Rivera fue propiciada por dos fuerzas: los intelectuales, que no habían aceptado el régimen desde el principio, se vieron atacados con la destitución de Unamuno y con la clausura del Ateneo de Madrid; y con el Proyecto de Reforma Universitaria, en el que se autorizaba la expedición de títulos con valor universitario a los jesuitas de Deusto y a los agustinos del Escorial. La otra fuerza fue el propio ejército. Los militares destinados en la Península vieron a un Primo de Rivera favorable a los militares “africanistas” y poco proclive a ellos. El 30 de enero de 1930, Alfonso XIII aceptó la dimisión de Primo de Rivera.
Efímero Regreso a la Monarquía Parlamentaria (1930-1931)
Tras la dimisión de Primo de Rivera, Alfonso XIII encarga la formación de gobierno al general Dámaso Berenguer. El monarca era impopular, ya que la opinión pública urbana identificaba la figura del rey con la figura del dictador, al que había dado el visto bueno. Las fuerzas antidinásticas formaron una iniciativa unitaria, que culminó con el Pacto de San Sebastián (17 de agosto de 1930). En él se reunían los republicanos históricos y el PSOE. Acordaron la supresión de la monarquía y la proclamación de la República y la creación de un gobierno provisional que asumiría el compromiso de convocar unas Cortes Constituyentes, que se encargarían de aprobar una Constitución y también un estatuto de autonomía para Cataluña.
Del pacto se derivaron dos líneas de acción: una revolucionaria, que llevó al fracasado pronunciamiento militar de Jaca en diciembre de 1930, y otra política que, con una gran campaña en prensa y mítines, lograría arruinar el prestigio de la monarquía. Un nuevo gobierno, presidido por el almirante Aznar, decidió convocar elecciones municipales. Se celebraron el 12 de abril de 1931. Aunque salieron elegidos más concejales monárquicos que republicanos, la suerte estaba echada para Alfonso XIII en el momento en el que éstos triunfaron en las ciudades más importantes. El conde de Romanones, ministro de Estado, recomendó al rey abandonar España y negoció con el comité revolucionario un traspaso del poder. Cuando el general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil, hizo saber que sus hombres no lucharían por la monarquía, Alfonso XIII tomó el camino del exilio.
Conclusión
La dictadura de Primo de Rivera y su devenir histórico hay que situarlo en un contexto europeo y mundial de ascenso de los totalitarismos como solución a los problemas políticos, económicos y sociales surgidos tras el fin de la Primera Guerra Mundial.