Revolución Industrial en España: Economía, Sociedad y Desafíos del Siglo XIX

Economía y Hacienda

Durante el siglo XIX, la nobleza española, aunque mermada, no perdió todos sus privilegios. Los burgueses acomodados intentaban ascender a la nobleza y convertirse en rentistas. Carreras como la diplomática y la militar estaban reservadas para ellos. La Iglesia, a pesar de perder los diezmos, mantenía su influencia. Aunque todos eran iguales ante la ley, las diferencias sociales seguían marcadas por la propiedad y el estatus económico. Los trabajadores artesanos seguían siendo necesarios para multitud de tareas, incluyendo los acabados de piezas en fábricas. El Estado pagaba a profesores y se incrementaba la demanda de abogados e inspectores de hacienda. Se intentaba controlar el pensamiento para evitar ideas críticas con el sistema. Los sistemas universitarios estaban regulados para la formación de cuadros técnicos.

En los siglos XVI y XVII era común el trabajo a domicilio, permitiendo a los campesinos obtener ingresos alternativos. La emigración campesina a la ciudad se vio motivada por la natalidad, los cerramientos de tierras y el aumento de los arrendamientos. La jornada laboral, tanto en el campo como en la ciudad, dependía de la luz solar. En las fábricas había una alta presencia de mujeres y niños, lo que conllevaba un aumento de la promiscuidad y un modelo que generaba cuantiosos beneficios a los empresarios.

España sufrió una gravísima crisis hacendística a lo largo del siglo XIX. El sistema era ineficaz e injusto. La monarquía se había acostumbrado a solventar sus problemas económicos con los recursos de las colonias americanas y las tasas al comercio con América. La corona se quedaba con un porcentaje de todos los metales preciosos extraídos en las colonias. La mayor parte de estos recursos se gastaron en una fallida política exterior de carácter imperialista, sin financiar la industrialización.

La emancipación de las colonias americanas en 1820 (quedando solo Cuba, Puerto Rico y Antillas) y una reforma fiscal liberal insuficiente y tremendamente injusta agravaron la crisis de hacienda. Esta reforma redujo el número de figuras fiscales a cuatro: dos impuestos directos y uno indirecto.

  • Contribución territorial: gravaba el ganado y la propiedad de la tierra, representando una cuarta parte de los ingresos.
  • Contribución industrial.
  • Impuesto indirecto de consumo.

Ninguno de estos impuestos gravaba los rendimientos, sino que se estimaban aproximadamente. Esto favorecía la evasión fiscal y beneficiaba a los grandes propietarios. El peso fiscal industrial era muy bajo y también estimativo. Se medía la superficie del local y la maquinaria. Los comercios pagaban por las puertas de entrada y los metros de mostrador. Las sociedades anónimas y sus accionistas no pagaban impuestos. La mayor parte de los impuestos gravaban el consumo, de forma no proporcional entre ricos y pobres.

La reforma fiscal en España se hizo tarde y mal, resultando injusta, desproporcional y sin solucionar el problema hacendístico. Esta escasez de recursos impidió el desarrollo de las infraestructuras. Se gastaba más en el clero que en educación y más en el ejército. Entre clero y ejército se consumía más de la mitad del presupuesto del Estado. Esto era deliberado, ya que la burguesía, que accedía al poder, legislaba a su antojo. La tasa de analfabetismo superaba el 60% (80% en Granada) y la cualificación de los trabajadores era muy baja.

El Estado se endeudó con la emisión de deuda pública, ofreciendo intereses altos que encarecían artificialmente el precio del dinero, dificultando la inversión. Al no poder pagar la deuda, el Estado la declaraba extinguida, estafando a los compradores. Los créditos bancarios extranjeros impagados se reconvertían en intereses estratégicos nacionales para que los deudores se apropiaran de ellos. Todo esto incidió en el subdesarrollo y la dependencia del exterior. El déficit fiscal solo comenzó a corregirse a finales del XIX y principios del XX, pero se retrocedió y no se equiparó hasta los años 60 del siglo XX.

La Reforma Agraria Liberal

La reforma agraria liberal facilitó el desarrollo del sistema capitalista en la agricultura. Buscaba acabar con las tasas e impedimentos del sistema feudal para favorecer el desarrollo capitalista. Se pretendía que esta liberalización impulsara la liberalización del resto del sistema productivo. También tenía un objetivo hacendístico al liberar recursos económicos para paliar la deuda. La economía española abandonó el modelo feudal, pero no consiguió el resto de objetivos. Tras la reforma, la agricultura siguió siendo tradicional e ineficaz, sin contribuir a la modernización. Los impresionantes recursos económicos generados no se encauzaron correctamente y no financiaron el desarrollo.

Los tres elementos fundamentales de la reforma fueron:

  • La desamortización.
  • La abolición de los señoríos.
  • La supresión de los mayorazgos y las vinculaciones.

Estas medidas, comunes en toda Europa, tenían carácter económico y legislativo y buscaban suprimir el sistema feudal. Se eliminó cualquier propiedad no privada. Las propiedades comunales, consideradas no rentables, y las tierras vinculadas (de la Iglesia) y los mayorazgos desaparecieron. La desamortización se realizó paulatinamente, incluyendo tierras de ayuntamientos, corporaciones y comunales.

Godoy, en el siglo XVIII, ya se había apropiado de las tierras de las órdenes de beneficencia, pero los beneficios se consumieron en las guerras contra Inglaterra. Entre 1835 y 1837, la desamortización de Mendizábal, en el contexto de la vuelta al estado liberal y la sublevación carlista, desposeyó a la Iglesia de todos sus bienes no necesarios para el culto, que se racionalizaron y privatizaron en subasta pública. El objetivo era obtener ingresos para armar un ejército que ganara las guerras carlistas y ganar apoyos para la causa liberal. Los compradores de tierras se vincularían a la causa liberal, ya que los absolutistas se las devolverían a la Iglesia.

Las tierras se vendían en lotes pequeños y se subastaban. Algunos liberales esperaban crear un país de pequeños propietarios. Donde había pequeños propietarios, estos compraron parte de las tierras. Donde solo había arrendatarios, estos no pudieron comprar nada, y las tierras pasaron a manos de quienes ya tenían propiedades y dinero. Aunque había facilidades de pago, la estructura agraria siguió siendo, en términos generales, igual de mala.

La última desamortización, en la década de 1850, fue la desamortización de Madoz, también llamada civil o general, que privatizó todo lo que no se había privatizado anteriormente, sobre todo de los ayuntamientos. Esto provocó un debilitamiento político de la Iglesia española, que tuvo que someterse al Estado liberal, aunque de forma sumamente reaccionaria. La desamortización, como el resto de medidas del Estado Liberal, no favoreció la modernización de la agricultura. Los nuevos dueños siguieron el modelo rentista anterior, sin explotar las tierras directamente y evitando las mejoras de los campesinos arrendatarios, ya que las inversiones no se veían recompensadas.

Capitalismo, Ferrocarriles y Minería

Las tierras de pasto y los bosques se cultivaron, provocando un desastre ecológico. La productividad bajó y hubo un déficit alimenticio que llevó a importar cereales en 1860. Los extranjeros invirtieron en España capitales, tecnología y conocimientos técnicos, pero los beneficios se repatriaban a sus países de origen. Determinados focos industriales, especialmente la minería, se convirtieron en focos migratorios que cambiaron la economía de la zona. El sector de los explosivos fue el más importante de la industria química en el siglo XIX. El desarrollo del sector minero fomentó la creación de escuelas técnicas (ferrocarriles) y la demanda de bienes y servicios.

En la provincia de Vizcaya, las industrias fueron mixtas, por lo que buena parte de los beneficios se quedaron en España. El sector siderúrgico fue el más importante del país, con carbón y hierro (carbón inglés que llegaba como lastre en los barcos). Se crearon el Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya, y la región se industrializó rápidamente. Sin embargo, la economía en general era dependiente y subdesarrollada.

La política económica del siglo XIX se basó en decisiones que beneficiaban a la oligarquía agraria. La burguesía vasca y, sobre todo, la catalana presionaron para llegar a un acuerdo que pasó del fomento al capital extranjero a una política nacionalista y proteccionista a ultranza, tanto agraria como industrial. Se pusieron pocas trabas a la importación de productos necesarios para la industria y se impuso la competencia exterior. Se trabó la importación de alimentos y se liberalizó la exportación.

La Restauración reflejó la existencia de una agricultura atrasada, con latifundios y minifundios. El olivar entró en crisis con la pérdida de las colonias, ya que se usaba para lubricar máquinas y fabricar jabones. Se mejoró la refinación y se empezaron a conquistar mercados en Europa y América. Los vinos, en general de mala calidad, salvo Málaga y Jerez, se usaban en Europa para elevar el grado de los vinos europeos. La crisis de la filoxera en Europa, que llegó con retraso a España, permitió que los vinos españoles sustituyeran a Francia en el dominio del mercado. Se injertaron vides americanas inmunes a la enfermedad. La remolacha azucarera se empezó a usar industrialmente en Granada. Los cítricos y la uva en Málaga y Levante eran sectores exportadores.

No había ningún sector industrial en España que fuera competitivo en el exterior. Cataluña era la fábrica de España, frustrando la creación de industrias locales, al igual que el hierro del País Vasco. A finales del siglo XIX, España se llenó de pequeñas centrales hidroeléctricas de tecnología alemana, que aprovechaban los saltos de los ríos y cambiaron la dependencia del vapor.

En el sector servicios, apareció un sistema financiero autóctono de gran poder dentro de España. Se sustituyó la banca extranjera por la nacional como consecuencia de la repatriación de capitales de Cuba y Filipinas y de la industrialización del País Vasco y Cataluña. Esta banca tenía gran tamaño y participación en las empresas industriales. El ferrocarril estaba en crisis, mal construido y sin pensar en su rentabilidad, sino en la construcción. La debilidad de la economía hacía que las líneas de ferrocarril no fueran rentables. Se produjo una reordenación interna y solo quedaron tres líneas. En plena Primera Guerra Mundial, las minas de hierro de Alquife permanecieron cerradas por falta de vagones para transportar el hierro.

El Subdesarrollo Español

El subdesarrollo español estuvo condicionado por varios factores:

  • Factores políticos.
  • Carencia de capital autóctono, que no podía proceder de una agricultura atrasada ni de un comercio colonial en declive.
  • Dependencia de capitales extranjeros.
  • Crecimiento demográfico limitado.
  • Métodos de explotación agrícola tradicionales, que impedían el trasvase de mano de obra a la industria.
  • Baja renta per cápita, que impedía el crecimiento del consumo interno.
  • Altos costes e ineficacia del transporte terrestre (ferrocarril), que encarecían los productos y los hacían menos competitivos.
  • Insuficiencia de recursos energéticos. La mala calidad del carbón asturiano, con mucho azufre y vetas fragmentadas, elevaba los costes.
  • Bajo nivel cultural y analfabetismo, lo que resultaba en un bajo capital humano, salvo en Cataluña, donde sí se hizo una política de cualificación del obrero.

Según Ramón Tamames, en España faltaba espíritu empresarial, había un bajo nivel tecnológico, escasez de capital interno y afluencia del extranjero, y un bajo nivel de demanda debido a la baja renta.

Ramón Tortella sostiene que el atraso de la economía española era similar al del resto de la cuenca mediterránea y estaba relacionado con el atraso de la agricultura, debido a condicionantes físicos y económicos. En España no se podía utilizar maquinaria porque removía la tierra y esta perdía humedad. Los continuos trastornos políticos y la inestabilidad del sistema liberal también influyeron.

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