Revoluciones liberales y nacionalismo en el siglo XIX: Causas, desarrollo y consecuencias

Causas de las revoluciones

Las transformaciones económicas y sociales que dieron protagonismo a la burguesía y a los trabajadores. El fracaso de las monarquías europeas que fueron incapaces de afrontar los nuevos problemas económicos y sociales. Las ideas ilustradas que implicaban reformas políticas y económicas.

Revolución americana

Comenzó con la rebelión de las trece colonias que los británicos establecieron. Tras muchas protestas, estalló una guerra entre las colonias y la metrópoli y el 4 de julio de 1776, representantes de las colonias aprobaron la Declaración de Independencia. En 1783, la guerra terminó con el triunfo de los rebeldes. La nueva nación se llamó Estados Unidos de América y su sistema político incluyó novedades como la Declaración de Derechos y la aprobación de una Constitución.

Revolución francesa

Comenzó en 1789 y originó una etapa crucial en la historia de Francia que tuvo repercusión en todas partes. La Francia de Luis XVI atravesaba graves problemas financieros y ante esta situación, los estamentos privilegiados pidieron al rey que convocara los Estados Generales. Era una asamblea formada por los tres estados en la que se podían votar nuevos tributos. El rey tuvo que aceptar y la convocó en mayo de 1789 en Versalles. En los Estados Generales, el tercer estado pidió que cada representante tuviera un voto y que todos formaran una asamblea conjunta. La petición no fue atendida, por lo que los diputados del tercer estado se reunieron por su cuenta y formaron una Asamblea Nacional Constituyente a la que invitaron al resto de representantes. La Asamblea decía representar a la nación y se declaraba fuente legítima de poder y soberanía frente al rey y la nobleza. La monarquía reunió tropas en torno a Versalles para disolver la Asamblea. Entonces se incorporó a la revolución el pueblo de París. Ante esta amenaza de disolución, los artesanos, comerciantes, jornaleros y burgueses de la ciudad asaltaron la Bastilla el 14 de julio. Además, la burguesía se apoderó del Ayuntamiento y creó la Guardia Nacional para defender la revolución. Ante la presión, el rey cedió y aceptó que la Asamblea Nacional tomara una serie de medidas como la abolición de los derechos y privilegios feudales, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la aprobación de la Constitución de 1791, unas reformas económicas basadas en las ideas de los fisiócratas y los liberales, unas reformas administrativas y judiciales encaminadas a crear una sola administración y un único sistema judicial, y una reforma de la Iglesia católica a través de la Constitución Civil del Clero. En abril de 1792, Francia declaró la guerra a las monarquías europeas, lo que radicalizó la revolución. El grupo de los girondinos se puso al frente del gobierno, pero las derrotas militares ocasionaron las protestas de París, que se sublevó en agosto de 1792. Tras esta revuelta, se implantó la república y se convocó una nueva asamblea legislativa, la Convención, elegida por sufragio general masculino. En esta etapa se tomaron medidas como la aprobación de una nueva Constitución que instauraba una república basada en el sufragio general masculino, la adopción de medidas excepcionales para combatir la traición y la indisciplina en la sociedad y el Ejército y establecer el precio del pan y otros alimentos. Estas medidas fueron un resultado, pero los jacobinos se hicieron impopulares por los métodos que usaban y finalmente, los diputados de la Convención se libraron de ellos mediante el golpe de Estado de Termidor. Tras esto, la burguesía recuperó el poder, se dio por terminada la revolución y se suprimieron las instituciones del período anterior. También se aprobó una nueva Constitución. Esta política estuvo apoyada por los militares del nuevo ejército revolucionario. Uno de ellos, Napoleón, terminó por dar un golpe de Estado el 18 de Brumario y tras él, logró que le eligieran cónsul.

El Imperio napoleónico y la Restauración

Entre 1815 y 1848 hubo tres grandes oleadas revolucionarias inspiradas en los principios de la Revolución francesa y que tuvieron en común la oposición al sistema de la Restauración.

Las revoluciones de 1820

Se centraron en España, Nápoles y Grecia. De ellas, sólo en Grecia, que se sublevó contra el Imperio turco, triunfó el movimiento apoyado por Gran Bretaña. En 1829, tras diez años de guerra, se reconoció la independencia griega. Gran parte de las insurrecciones liberales fueron promovidas por minorías selectas agrupadas en hermandades secretas, entre las cuales destacaron los masones y los carbonarios. Pero la causa liberal no era un movimiento de masas, como tampoco lo fue esta primera oleada.

Las revoluciones de 1830

Tuvieron más éxito e impacto que las anteriores, ya que afectaron a toda Europa (excepto Rusia). Esta oleada alteró también el panorama internacional heredado de 1815. El gran descontento social y económico de las clases populares tuvo una gran influencia. Estas revoluciones no fueron producto de la acción de unos grupos de conspiradores liberales, sino de movimientos populares de masas que dieron lugar a un movimiento democrático y republicano más radical. Es entonces cuando aparece el concepto de nación, es decir, una comunidad política con derecho a crear un estado organizado. La vieja lealtad personal de los súbditos debía dejar paso a la nueva lealtad legal de los ciudadanos a una Constitución, es decir, los individuos debían pertenecer a una comunidad y compartir una cultura, lengua y costumbres. Los liberales del siglo XIX fueron generalmente nacionalistas y trataron de sustituir los antiguos estados feudales por estados nacionales. Durante este siglo, se desarrolló la investigación histórica, lingüística, folclórica y cultural, consagrada a redescubrir el pasado nacional de los estados. El nacionalismo fue un fenómeno muy antiguo y complejo, ya que tuvo dos vertientes: una progresista de raíces liberales y otra tradicionalista de raíces conservadoras. El nacionalismo comenzó siendo una ideología de minorías muy activas, pero a partir de 1848 se convirtió en un movimiento de masas.

Las revoluciones de 1848

También se inspiraban en los principios de la Revolución francesa, pero su expansión e influencia fueron mayores. Señalaron la apertura de un nuevo período histórico. Inicialmente, la oleada tuvo un gran éxito, pero aunque la difusión de la revolución fue rapidísima, su fracaso resultó igualmente fulgurante.

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