Romanización de Hispania y la conquista musulmana: transformaciones históricas

La romanización de Hispania

La romanización es el proceso histórico por el cual la población indígena asimiló los modos de vida de los romanos en diversas facetas: administración provincial, la urbanización y las obras públicas, cultura y religión, aunque se conservaron en mayor o menor grado las costumbres de vida prerromanas. Este proceso fue general en todo el Mediterráneo e inició en la península Ibérica en el siglo III a.C.

La administración territorial romana de Hispania se dividió en tres etapas:

Desde el 197 a.C hasta el siglo I a.C.

Es un periodo de Administración militar en el que la península fue dividida en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior. En cada una de las provincias había aún enemigos que seguían siendo una amenaza, en la Citerior eran los celtíberos y en la Ulterior los lusitanos. Cada provincia estaba bajo la jurisdicción de un pretor.

Entre los siglos I aC y III dC

Es el periodo donde Hispania fue dividida en tres provincias por Octavio, el primer emperador. La provincia Citerior se mantuvo pero se cambió el nombre por Tarraconense, con capital en Tarraco, la Ulterior se dividió en dos: la Lusitana y la Bética. La Tarraconense y la Lusitana estaban gobernadas por el emperador y la Bética por el Senado.

Entre los siglos III y V dC

Periodo en el que las estructuras sociales experimentaron una remodelación por la crisis que atravesaba el imperio. El Imperio se dividió en 7 diócesis, cada una formada por varias provincias.

La ciudad era la unidad administrativa básica y un instrumento fundamental para la romanización. Habían tres tipos de ciudades: Nuevas ciudades, con habitantes procedentes de Roma o Italia y veteranos licenciados; Ciudades indígenas transformadas en ciudades romanas, con un régimen jurídico similar a Roma, estas colaboraron con Roma y recibieron un trato privilegiado y por último las ciudades estipendiarías que eran ciudades indígenas que pagaban impuestos a cambio de respetar su administración propia, pero también imitaban costumbres romanas.

La red viaria comunicaba las ciudades creando una red que abarcaba toda la Península con el objetivo de facilitar el desplazamiento y la economía, por tanto, también la romanización.


La conquista musulmana de Hispania

La expansión de los árabes a través del norte de África culmina con la invasión de Hispania a partir del año 711. En poco tiempo la Hispania visigoda fue sometida. La mayoría de los invasores fueron bereberes, sin embargo estuvieron dirigidos por árabes. La conquista fue dirigida desde Kairuan, la capital islámica gobernada por Musa, un wali o emir dependiente del califa Omeya de Damasco. Aprovechándose de los problemas internos, derrotaron fácilmente a D. Rodrigo. La conquista fue rápida (711-715) controlando los puntos claves y haciendo acuerdos con la población local, respetando sus autogobiernos a cambio de impuestos. Un ejemplo de esto es el tratado de Tudmir. Entre el 716 y 732 los musulmanes penetraron en Francia pero fueron derrotados, creando así los Pirineos una barrera natural con el resto de Europa.

Evolución política

Emirato dependiente 711 al 756 En esta etapa el poder político estaba en manos de un wali dependiente del califa de Damasco. Sometieron a la población mediante imposición de tributos, reparto de tierras y establecimiento de la capital en Córdoba. Durante este periodo hubo un enfrentamiento entre bereberes y árabes, ya que estos últimos recibieron tierras más fértiles provocando una guerra civil. Acabó con el califa de Damasco que envió tropas para imponerse a ambos bandos.

Emirato independiente 756 al 929

Por estas fechas hubieron guerras civiles entre pueblos del norte de África que terminaron con el asesinato de la mayor parte de los Omeyas. Un superviviente de la familia Omeya, Abderraman I se refugió en Al-Andalus y se proclamó emir independiente del califato. Reclutó un ejército de bereberes y esclavos, aumentó los impuestos y creó un núcleo de fieles que ocupaban cargos públicos. También creó la ficción califal, que consiste en la aceptación formal de sumisión religiosa al califa pero la independencia total en lo político. Aprovechando una crisis de Al-Andalus, Alfonso I expandió su territorio por Galicia. La frontera entre cristianos y musulmanes queda delimitada por una franja entre el Duero y el Tajo. Abderramán I heredó a su hijo Hisham I, comenzando así un sistema de sucesión hereditaria. A partir de Abderraman II, Al-Andalus adquirió una organización centralizada en Córdoba. Este centralismo provocó deseos de independencia de las marcas.

El califato de Córdoba 929 1031

En esta situación de inestabilidad Abderraman III se proclamó califa en Córdoba. Se establece un triple califato: el Omeya de Córdoba, el fatimi de Kairuan y el abasí de Bagdad. Abderramán III tenía como objetivo restaurar la unidad del Estado Islámico. Reorganizó el ejército mercenario, centralizó la fiscalía y creó una aristocracia vinculada a su persona, lo que le daba un poder absoluto. El objetivo de Abderramán no era sólo político, sino que también pretendía que la cultura andalusí dominara el mundo árabe.

La última etapa del califato de Córdoba se caracteriza por el dominio de Almanzor sobre el califa Hisham II. Almanzor estableció una dictadura militar y desarrolló una política de acciones militares contra los reinos cristianos, buscaba castigar a los infieles. Tras su muerte uno de sus hijos intentó ser sucesor lo que provocó una revolución en Córdoba que acabó con los amiríes. Este es el punto de partida de la guerra civil y en 1031 se declaró el fin del califato, dando lugar a los reinos de taifas.

Reinos Taifas

Los primeros taifas se pueden clasificar en 3 grupos según su etnia y cultura


Transformaciones en la Baja Edad Media

La victoria de Don Pelayo frente a los musulmanes supuso el comienzo de la recuperación del dominio cristiano. El crecimiento demográfico y económico de los siglos XII y XIII se detuvo en el siglo XIV debido al hambre, la peste y las guerras civiles. Inició la guerra de los Cien años y la llegada de los turcos a Europa supuso un malestar político, cultural y religioso.

En Castilla los sucesores de Fernando III tuvieron que hacer frente a la rebelión nobleza. Para ello, Alfonso X se apoyo de los consejos para conseguir el poder del rey. Alfonso XI impuso una línea más autoritaria que fue seguida por su hijo Pedro I. La alta nobleza apoyó aún Trastámara, y se desató la guerra civil que acabó con la subida al trono del Trastámara Enrique II, que premio de privilegios a la iglesia y a la alta nobleza que le apoyó. Los reyes trastámara centralizaron la administración creando la nobleza de servicio dedicada a las tareas burocráticas.

Sin embargo, la nobleza intentó hacerse otra vez con el poder del Estado durante los reinados de Juana II y Enrique IV. En el reinado de este último hubo otra guerra civil. A pesar de estos conflictos, el poder monárquico se consolidó en Castilla.

Todo esto fue formando una monarquía caracterizada por la unificación política, en donde el rey lo era en todos los reinos que componían su territorio.


La corona de Aragón

En la corona de Aragón había dos características básicas: pactismo y diversidad cultural. A partir del compromiso de Caspe, los Trastámara también reinaron en Aragón e intentaron establecer un autoritarismo que chocó con los catalanes. Estos enfrentamientos provocaron una guerra civil con implicaciones internacionales. Cataluña se rindió a cambio de que el rey respetase sus leyes. Así pues, los Reyes de Aragón se fortalecieron pero mantuvieron una política pactista.

A diferencia de Castilla, Aragón no fue un reino unificado, sino formado por más de un reino. Cada miembro de esta unificación tenía sus propias leyes. En cada reino había un representante del rey que actuaba como este. La nobleza y el clero controlaron y limitaron el poder del monarca por su propio interés y el de la nobleza.

Las Cortes catalanas crearon la Generalitat que se convirtió en una especie de gobierno del Principado.

Este modelo pactista estaba estrechamente relacionada con la expansión aragonesa por el Mediterráneo, para obtener esta expansión se vieron obligados a ceder patrimonio y privilegios. Aunque esta expansión resultó beneficiosa para el desarrollo económico.

Los cambios de la Baja Edad media tuvieron repercusiones importantes en las instituciones políticas

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