Significado e Historia del Himno Nacional de Honduras

Coro

Imagina a la Bandera como un resplandor del cielo que está cruzado por una franja blanca simbólica de paz, serenidad y pureza, que debe haber y sobresalir en el espíritu de los hondureños. Las cinco estrellas azules sirven para recordar que los estados centroamericanos, hoy desunidos, formaron y han de formar una sola patria, fuerte, rica y respetada.

El emblema es el escudo de la leyenda: «REPÚBLICA DE HONDURAS, LIBRE SOBERANA E INDEPENDIENTE, 15 DE SEPTIEMBRE DE 1821«, escrita en el óvalo. El mar embravecido representa los dos océanos que bañan y protegen las costas hondureñas. El volcán viene a ser el territorio nacional, protegido por esos dos mares. Sobre el volcán nace y resplandece el Sol, que en tiempos pasados era imagen de adoración para los aborígenes como punto central del Universo, padre y guía que desprende luz y calor para mantener la vida de los seres y las cosas. Ese sol es naciente para indicar que la vida comienza y se desarrolla todos los días, a manera de perenne juventud.

Primera Estrofa

Como una india virgen y hermosa personifica a Honduras. Virgen, porque en su suelo no había puesto la planta ningún hombre extraño, como si dijéramos que su honra no había sido tocada. Hermosa, por las diversas maravillas que hay en sus campos. Cerrados sus ojos a la luz de la civilización europea, arrullada por el incesante rumor de sus mares y echada en actitud de largo reposo, con sus riquezas amontonadas alrededor, así estaba la india al hallarla Cristóbal Colón en el año de 1502.

El descubrimiento de tanta belleza natural, acaso inesperada, produjo admiración y embeleso en el espíritu de Colón. Entre tanto, el vasto mar consagró el acto con su oleaje en la playa, cual si fueran besos.

Segunda Estrofa

Cristóbal Colón había concebido la existencia de otras tierras que ensancharían al mundo hasta entonces conocido por los europeos. Firme en su concepción y después de marchas fatigosas a través de Portugal y España, venciendo muchas dificultades y realizando grandes esfuerzos en varios años, pudo preparar la primera expedición y se aventuró a navegar por el Océano Atlántico, sin detenerse hasta encontrar la tierra presentida.

En el cuarto y último viaje, Colón descubrió a Honduras, tomando posesión del territorio en nombre de los Reyes Españoles, Fernando e Isabel, el 17 de agosto del mismo año de 1502. Regresó a España, dejando iniciados los dominios de ella en el nuevo territorio que por lo pronto fue llamada Hibueras.

Por eso, cuando la India que personificaba a Honduras, despertó y levantó su frente, notó con asombro e inquietud, que flameaba la bandera española, como señal de hallazgo de Colón en la tierra que tuvo esa suerte como corazón histórico.

Tercera Estrofa

Al hallazgo siguió la ocupación y a ésta, como era lógico, el ejercicio del dominio. Para realizar la ocupación, vinieron los conquistadores que penetraron al territorio por diversos rumbos, teniendo sus almas plenas de curiosidad, ambición y codicia. Era natural que los nativos opusieran resistencia, valiéndose de todas sus facultades materiales y morales. Llegó el año de 1537. Todo el país estaba sometido por los esforzados conquistadores. Había sido vencida la gente de «Copan». Faltaban las tribus aguerridas de «CERQUÍN» que arreglaron amistosamente sus disidencias y se unieron frente al enemigo común, reuniendo un gran ejército que pusieron bajo el mando de Lempira, joven caudillo que se había distinguido por su audacia y su talento guerrero y que era fama que acababa de desafiar a don Pedro de Alvarado a su paso con rumbo a Buena Esperanza. Dispuesto a la defensa de sus hogares, Lempira estableció su campamento en las alturas de «CONGOLÓN», «COYOCUTENA» y «PIEDRA PARADA», que corresponden al municipio de Erandique. El Gobernador Francisco de Montejo, mandó al Capitán Alonso de Cáceres con los individuos disponibles para someter a Lempira. Este no aceptó la excitativa de sumisión y obediencia que le dirigieron aquéllos por medio de unos comisionados especiales. Irritado Cáceres, operó en ataque y en sitio.

Transcurrieron seis meses de lucha con desventaja para los españoles, por los muertos que resultaban y por el invierno copioso. Entonces, Cáceres acudió al medio deshonroso de la traición; uno de los emisarios de paz que mandó con bandera blanca, al estar a corta distancia de Lempira, disparó su arcabuz, hiriendo en la frente al héroe que rodó por la pendiente pedregosa, acabándose de destrozar y hundiéndose en las tinieblas de lo desconocido.

No se sabe cuál es el punto exacto que sirvió de sepulcro a Lempira. La historia sólo refiere la heroica hazaña y señala ese lugar donde hoy existen grandes peñas de ásperos contornos. Con la muerte de Lempira quedó implantado el dominio en forma de colonizaje, pues amedrentados los indios con la muerte inexplicable de su jefe, se dieron por vencidos del todo. Y así, fue inútil que aquel hombre ejemplar ofrendara su sangre generosa en defensa de la libertad de su pueblo.

Cuarta Estrofa

Tres siglos duró la dominación española. Durante ese tiempo, los nativos servían y obedecían en verdadera esclavitud a los señores y autoridades coloniales, en nombre del Rey. Las ansias de libertad hervían naturalmente en los espíritus opresos y las demostraciones por gozar de ese derecho esencial o inherente al hombre para que tenga responsabilidad, se perdían en el viento.

Al fin, los hijos más grandes del pueblo sometidos a servidumbre del coloniaje, oyeron el eco del estruendo que producía el movimiento revolucionario que había más allá del Océano Atlántico.

Quinta Estrofa

Era el nacimiento político de Francia desde 1789, para establecer como regla de gobierno y de organización social posible, la voluntad del pueblo a base de reconocimiento de los derechos de libertad, igualdad y fraternidad, en oposición al absolutismo de los reyes, del clero y de los nobles señores: lo que era un violento despertar a una nueva vida. Uno de los campeones de aquel movimiento formidable era Jorge Jacobo Dantón, creador y estadista, que pretendiendo moderar la situación creada por el terror de 1783 fue decapitado el año siguiente.

El Rey Luís XVI era débil ante el poderío de sus ministros, de la nobleza y del clero, que se oponía a las reformas políticas y sociales en beneficio para el pueblo. Por eso y en vista de que intentó salir de Francia, aquel Rey fue condenado a muerte como reo de los delitos de conspiración contra la libertad y de atentados contra la seguridad del Estado. En ese tiempo se estableció la obligación general de rendir culto a la razón, que fue elevada a la categoría de Diosa de los franceses.

Sexta Estrofa

Así como Francia, nuestra Patria sacudió la servidumbre y se presentó ante los países civilizados sin las cadenas que la ataban y que rompió con la proclamación de la independencia del 15 de septiembre de 1821, para darse personalidad en el mundo.

Los pliegos que contenían esa proclama llegaron a Tegucigalpa en la tarde del día 28 de septiembre, siendo celebrado el suceso con júbilo, respeto y adhesión, por todos los ciudadanos reunidos en la sala particular.

Y del suelo bendito de Honduras, aquella tarde inolvidable, tras la cima de los cerros y montañas, coronadas de nubes que se confunden con los bosques, rápidamente desapareció la dominación española, a manera de un ave negra y dañina que se perdiese en el horizonte.

Séptima Estrofa

Porque Honduras sea siempre y en todas circunstancias libre, soberana e independiente, sus hijos le juramos emplear todos los recursos y fuerzas de que disponemos, unidos, esforzados y leales en la idea, en el sentimiento y la voluntad y declaramos que luminoso y feliz será el destino si la muerte nos halla con el pensamiento puesto en la Patria, demostrando que el amor de ella está por sobre todas las cosas.

Y por la defensa de la Bandera Nacional, que para nosotros es Santa porque encierra la dignidad colectiva, y de presentar en todo momento el triunfo y la grandeza de la paz y la guerra, morirán al pie de ella, como leones, a millares, en terrible combate, todos los hondureños que sean necesarios, dejando a los sucesores en la sangre y en el espíritu, modelos de honor que sabrán imitar dignamente.

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