Sucesión de Fernando VII y Guerras Carlistas: Disputa Dinástica y Fueros

La Cuestión Sucesoria tras la Muerte de Fernando VII

En 1829, Fernando VII enviudó por tercera vez y poco después se casó con María Cristina de Borbón. De este matrimonio nació Isabel II, lo que planteó un problema dinástico.

Argumentos a favor de Isabel II

  • Las Leyes de Partidas de Alfonso X El Sabio, que permitían reinar a una mujer en ausencia de un varón.
  • La decisión de las Cortes de 1789 de anular el Auto Acordado que establecía la Ley Sálica.
  • La publicación de la Pragmática Sanción de 1830, que daba validez a lo acordado por las Cortes de 1789.
  • El Real Decreto de 1833, que anulaba la derogación de la Pragmática Sanción.

Argumentos a favor de Don Carlos

  • El Auto Acordado de 1713, que establecía la Ley Sálica, impidiendo el reinado femenino.
  • La Novísima Recopilación de 1815, que recogía el Auto de 1713 y no la resolución de las Cortes de 1789.
  • El Real Decreto que derogaba la Pragmática Sanción de 1832.

En 1833, Fernando VII murió, dejando a Isabel II como heredera. Don Carlos no aceptó esta decisión y se inició la Primera Guerra Carlista.

Carlismo y Guerra Civil: La Cuestión Foral

Tras la muerte de Fernando VII, su hermano Don Carlos, exiliado en Portugal, publicó el «Manifiesto de Abrantes», reclamando el trono de España. Cea Bermúdez, buscando el apoyo de los conservadores realistas, publicó otro manifiesto para restar apoyos a Don Carlos.

La guerra civil estalló, y Cea Bermúdez se vio obligado a buscar el apoyo de los liberales para defender la causa de María Cristina e Isabel II. Finalmente, los liberales formaron gobierno en 1834, presidido por Martínez de la Rosa.

Ideología del Carlismo

  • Razones dinásticas: Defensa del derecho al trono de Don Carlos.
  • Oposición al liberalismo: Intento de perpetuar el antiguo régimen estamental y el absolutismo.
  • Defensa de la Iglesia: Protección frente a las políticas liberales.
  • Defensa de los fueros: Mantenimiento de los privilegios forales de las provincias Vascas y Navarra.

El Régimen Foral

El régimen foral se caracterizaba por:

  1. Un gobierno autónomo con poder compartido entre el corregidor y otros delegados del rey, las Juntas Generales de cada provincia y las diputaciones provinciales.
  2. La administración de justicia por jueces propios, con apelaciones resueltas en la Chancillería de Valladolid.
  3. Un sistema fiscal propio, exento de rentas provinciales y aranceles aduaneros castellanos.
  4. La exención de quintas (servicio militar obligatorio).

Es importante destacar que no existía un organismo de gobierno común a las tres provincias vascas, cada una se gobernaba de forma separada. Navarra, por su parte, tenía sus propias Cortes y un autogobierno aún mayor.

Tras la guerra, los liberales, contrarios a estos privilegios de origen medieval, suprimieron las Cortes de Navarra y limitaron los fueros vascos, que serían totalmente abolidos en 1876, tras la última Guerra Carlista.

Etapas de la Primera Guerra Carlista

Primera Etapa (1834 – principios de 1835)

Alzamiento desordenado de pequeñas partidas armadas que se disolvieron con el invierno. Solo en el Maestrazgo, provincias Vascas, Navarra y La Rioja los carlistas lograron algunos éxitos, sin tomar ninguna capital de provincia. Se practicó la guerra de guerrillas, con violentas represalias por ambos bandos.

Segunda Etapa (primavera de 1835 – otoño de 1837)

Formación de un verdadero ejército carlista bajo el mando de Tomás Zumalacárregui, quien planeó marchar sobre Madrid, pero fue ordenado por Don Carlos a atacar primero Bilbao, donde murió durante el primer sitio.

Tercera Etapa (otoño de 1837 – 1839)

Repliegue carlista por falta de medios. Se organizaron expediciones (Manuel Gómez, Expedición Real) para provocar levantamientos en territorio liberal, pero fracasaron. Ante la imposibilidad de ganar, los carlistas se rindieron. El general Maroto capituló ante Espartero en Vergara en 1839. El general Cabrera se retiró a Francia, al igual que Don Carlos.

Consecuencias de la Guerra

Con el Convenio de Vergara, los carlistas consiguieron el mantenimiento de los fueros vascos, que serían abolidos en 1876. También mantuvieron sus graduaciones militares dentro del ejército. Navarra perdió sus Cortes y pasó a ser gobernada como el resto de las provincias, trasladándose las aduanas a la frontera, aunque mantuvo una limitada autonomía administrativa.

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