POLÍTICA EXTERIOR
El joven rey
Carlos había recibido una gigantesca herencia en forma de títulos y territorios, que es el fruto de la política matrimonial diseñada por sus abuelos, los Reyes Católicos. Su sueño era formar un único estado cristiano europeo para luchar contra los enemigos del catolicismo, idea ya anacrónica pues chocaba con la realidad política de su tiempo y con los intereses de los demás monarcas. Los dos principales problemas de la Europa Católica eran el Imperio Turco u Otomano y la aparición del protestantismo. A ambos enemigos se unió su rivalidad con el rey francés Francisco I. Contra franceses, protestantes y turcos hubo un estado de guerra casi permanente. Los turcos habían acabado con el Imperio Bizantino en 1453 y desde entonces llevaban a cabo una política de expansión por el norte de África y Europa Oriental, llegando a poner en grave peligro a los territorios austriacos.
Carlos I se sentía amenazado doblemente: por su condición de emperador alemán y por las posesiones aragonesas y castellanas en Italia. Además la piratería practicada por navíos turcos constituía un serio freno para la navegación por el Mediterráneo. El enfrentamiento con los turcos se saldó con una victoria y un fracaso . Para Carlos V, la guerra contra el imperio otomano no constituía una prioridad, sin embargo, la defensa del Mediterráneo constituyó una gran preocupación para el emperador. Contaba para ello con las plazas conquistadas en el norte de África pero carecía de una flota poderosa. Los recursos imperiales se dedicaron a otras campañas militares y el Mediterráneo occidental se convirtió en un mar inseguro. En cuanto al problema que supuso la aparición del protestantismo, hay que tener presente que la idea imperial de Carlos V se basaba en la unidad religiosa de Europa en torno al catolicismo. Por tanto no podía admitir que algunos súbditos suyos se rebelaran abiertamente contra el papa. Inicialmente la actuación del emperador quiso ser conciliadora: en las Dietas de Worms y Spira se pretendió la reunificación, pero estos intentos fracasaron. Tampoco conseguía Carlos del papa la convocatoria de un concilio con el mismo objetivo. El enfrentamiento entre catolicismo y protestantismo se agudizó cuando los príncipes de los estados alemanes luteranos se unieron en la Liga Smalkalda y entablaron varias guerras contra las tropas imperiales, que se saldaron con resultados dispares. Finalmente el emperador Carlos tiene que aceptar en la Paz de Augsburgo el derecho de cada príncipe alemán a imponer a sus súbditos la religión que él elija. Se consagraba así la definitiva división religiosa de Europa. Es importante destacar que fue a instancias del emperador por lo que el papa Paulo III se decidió finalmente a convocar en la ciudad de Trento un concilio cuya intención primera fue la reunificación del cristianismo, aunque la inasistencia de los obispos protestantes cambió por completo el sentido de la reunión. La convocatoria del concilio, sin embargo, se retrasaba. Entre tanto, en 1531 los príncipes protestantes formaron la Liga de Esmalcalda, una coalición de gran influencia política y poder militar. Finalmente comenzaron las sesiones del esperado concilio en Trento, aunque sufrió numerosas interrupciones debido a las guerras entre Francia y los Habsburgo. Los protestantes se negaron a asistir a la mayoría de las sesiones. El concilio impulsó la Contrarreforma, un movimiento que reafirmó el dogma católico y la disciplina dentro de la Iglesia y selló la ruptura total con los protestantes. Carlos I tuvo además que defender la hegemonía hispánica en Europa frente al único rival que entonces la podía disputar, la Francia del rey Francisco I. Los motivos del enfrentamiento fueron la disputa por varios territorios: Italia, Navarra, Rosellón, Cerdaña y Borgoña. Las alianzas establecidas con Inglaterra y Portugal sirvieron para aislar aún más a los franceses. Francisco I además era rival de Carlos para acceder al título de emperador alemán y le disputó también el ducado de Milán, contando con el apoyo de la república de Venecia y de los Estados Pontificios. Un total de cuatro guerras se produjeron entre las dos potencias, todas favorables a Carlos, destacando la batalla de Pavía (1525), en la que el propio rey francés fue hecho prisionero. Como consecuencia, en el posterior tratado de Madrid el Milanesado quedó en poder de España. Los reyes de Francia se aliaron con los turcos, los piratas berberiscos y los príncipes alemanes protestantes. Carlos V y los Habsburgo se apoyaron en Inglaterra, que resultaba imprescindible para la defensa de los Países Bajos. Los estados italianos, incluido el papado, oscilaban a favor de Carlos V y de Francisco I dependiendo de sus intereses y de la necesidad de mantener el equilibrio internacional. Las consecuencias de las guerras con Francia fueron las siguientes: * conquistas territoriales en Italia. Carlos V se apoderó del ducado de Milán; el dominio del norte de Italia se convirtió en una prioridad porque así comunicaba por tierra todas las áreas de su Imperio y mantenía el control sobre Génova, tradicional aliada de Francia que además ponía al servicio de Carlos su puerto, sus barcos, sus comerciantes y sobre todo, sus banqueros.