Es un texto jurídico ya que incluye varios artículos.El texto nos presenta una serie de fragmentos del Convenio de Vergara, compromiso suscrito en 1839 por el general
Espartero y por el general carlista
Rafael Maroto, que posibilitaba la rendición de las armas por las tropas de don Carlos bajo ciertas condiciones. En este acuerdo predominó la búsqueda de la reconciliación entre ambos bandos y el deseo de La idea fundamental es el acuerdo de paz firmado por ambos contendientes, liberales y carlistas.
Las condiciones para el cese de las actividades bélicas se concretan en diez artículos, tres de
ellos incluidos en el texto, de cuya lectura podemos deducir un afán abiertamente conciliatorio.
En el artículo 1º
se incluía una ambigua promesa de mantenimiento de los privilegios forales
específicos de vascos y navarros. Espartero, al comprometerse a recomendar […] a proponer a
las Cortes la concesión o modificación de los fueros, actuaba con notable independencia, ya que
sabía que prometía algo que era de la exclusiva competencia de las Cortes soberanas.
El artículo 2º
supónía el reconocimiento por parte de los isabelinos de los empleos, grados y
condecoraciones de los oficiales y mandos que habían servido en el bando carlista, para de este
modo facilitar su reinserción en el Ejército regular español. Así lo hicieron generales como Antonio
Urbiztondo, ministro durante el reinado de Isabel II; o Zaratiegui, nombrado director general de la
Guardia Civil.
Por último, el artículo 4º
facilitaba el retiro o la licencia a generales, brigadieres, jefes y oficiales
que hubieran servido en los ejércitos de don Carlos.
§El Pleito Dinástico: Ley Sálica y Pragmática Sanción
Cuando en Octubre de 1830 nacíó la princesa Isabel, primera hija de Fernando VII, la sucesión al trono español estaba regulada por la Ley Sálica, promulgada por Felipe V en 1713 Sin embargo, esta ley fue derogada por Fernando VII al conocer la noticia del embarazo de su esposa mediante la aprobación de la Pragmática Sanción, que imposibilitaba el acceso al trono al infante Carlos María Isidro, que estaba respaldado por los absolutistas más intransigentes.
Las protestas de don Carlos llevaron a Fernando VII a imponer la marcha del infante a Portugal, por negarse a reconocer a su sobrina Isabel como legítima heredera del trono,.
La creciente tensión entre absolutistas y liberales estalló tras la muerte del rey en Septiembre de 1833. Su hermano Carlos reclamó los derechos a la corona frente a su sobrina la princesa Isabel, que tenía 3 años de edad, provocando la sublevación contra la regencia de la reina madre Dio comienzo así una Guerra Civil que enfrentó a los partidarios carlistas contra los isabelinos.
§La primera Guerra Carlista
El conflicto sucesorio ocultaba en realidad un enfrentamiento entre dos sectores de la sociedad española con intereses ideológicos, políticos y económicos completamente opuestos. El bando isabelino contaba con el apoyo mayoritario de las clases medias urbanas y de los empleados públicos, así como con el de la alta burocracia estatal, mandos del Ejército, jerarquías eclesiásticas, alta nobleza y grandes burgueses. También los liberales, herederos de la Ilustración y las reformas de Cádiz, eligieron la defensa de los derechos dinásticos de la princesa Isabel confiando en la posibilidad de que una victoria en la guerra pudiera favorecer su acceso al poder y facilitar el triunfo de sus ideas. El infante don Carlos, fue respaldado por las partidas realistas, la intransigencia religiosa del clero y las masas campesinas de Cataluña, el País Vasco, Navarra, Valencia y Aragón.
Por su parte en torno al carlismo se agrupaban los sectores más tradicionales de la sociedad, teniendo especial protagonismo en zonas rurales del norte de España, donde la el peso del clero tradicionalista y un sentido muy arraigado de la vigencia de los fueros estaba presente. Podemos afirmar que el programa político carlista era poco concreto y bastante simple, ya que se podría resumir con su conocido lema Dios, Patria, Fueros y Rey,
Desde el punto de vista militar, la Guerra Civil entre carlistas e isabelinos tuvo tres etapas:
§Primera etapa (1833-1835)
El general Zumalacárregui, al logró controlar grandes espacios en las provincias vascas y en Navarra, aunque sólo consiguió dominar territorios discontinuos y no llegó a ocupar ninguna gran ciudadLos planes de Zumalacárregui, que propónía lanzarse sobre Vitoria, fueron rechazados por el pretendiente y sus consejeros,
El asedio de Bilbao, defendida por las milicias locales, dio un giro crucial al desarrollo de la guerra ya que terminó en fracaso y supuso la muerte de Zumalacarregui, el
§Segunda etapa (1836-1837)
Tras su éxito en Bilbao, el general liberal Baldomero Espartero accedíó al mando supremo del ejército isabelino y tuvo que afrontar una nueva ofensiva carlista. Los ejércitos tradicionalistas cambiaron su estrategia embarcándose en una serie de incursiones en territorio enemigo, penetrando en Castilla, Andalucía, Santander, Asturias y Galicia, con el propósito de extender los combates a otros territorios, donde supónían la existencia de partidarios de don Carlos y de atenuar los devastadores efectos de una guerra ininterrumpida sobre la población de las regiones vasco-navarras. El general Miguel Gómez llegó hasta Cádiz, el general Juan Antonio Zaratiegui consiguió hacerse, durante algunos días, con la ciudad de Segovia y las tropas carlistas llegaron incluso hasta Arganda y Aravaca, a pocos kilómetros de la capital madrileña.
§Tercera etapa (1838-1840)
Don Carlos no se atrevíó a forzar la entrada en la capital de España y ordenó la retirada. La crisis interna del carlismo, la desmoralización de la tropa, la fatiga de los civiles, todo allanó el camino para el final de la guerra. En efecto, los fracasos militares provocaron un aumento de las discrepancias, que terminaron por escindir a los dirigentes carlistas en dos facciones opuestas: El general Maroto, jefe supremo del ejército carlista, que inició las negociaciones sin contar con la aprobación de don Carlos, llegó incluso a detener y fusilar bajo la acusación de traición a varios generales del sector ultra como Guergué, Uriz y Carmona. Las conversaciones secretas de Maroto con Espartero culminaron en el Convenio de Vergara, que preparó el fin de la contienda. El general liberal se comprometía a interceder en Madrid por los fueros, mientras que los pactistas de Maroto, con sus pagas y ascensos asegurados, reconocían a Isabel II como reina.
La guerra duró cuatro años. Don Carlos establecíó en Estella un gobierno estable, emitíó moneda y dispuso de fuertes contingentes de artillería y caballería que le proporcionaron algunas victorias frente al ejército constitucional, como fueron Montejurra, Abárzuza y Lácar, aunque fracasó en los intentos de ocupación de grandes ciudades como Bilbao y Pamplona.
Tras la restauración alfonsina, el general Martínez Campos derrotó nuevamente a los carlistas, provocando la marcha de Carlos VII a Francia. Tras la derrota carlista se promulgó la ley de 21 de Julio de 1876 que abolíó aspectos esenciales de los fueros vasconavarros: aumentó la intervención del Estado en la administración del País Vasco y Navarra; establecíó el servicio militar obligatorio y la contribución a los gastos de la Hacienda estatal.