La Agricultura como Motor Económico
La actividad económica más importante en la España del Antiguo Régimen era la agricultura y, por tanto, la única que podía contribuir a la industrialización. Para ello, era imprescindible la transformación de la actividad agraria mediante la reforma del régimen de propiedad de la tierra. La herramienta principal para esta reforma fue la desamortización.
El Problema de las «Manos Muertas»
En el siglo XVIII, los políticos ilustrados se preocuparon por modernizar la agricultura. Las propiedades de la Iglesia estaban amortizadas, es decir, no podían ser parceladas ni vendidas. Las inmensas propiedades de la nobleza estaban vinculadas a la casa titular del señorío y tampoco podían ser divididas ni vendidas: pasaban íntegras al dominio del heredero del título nobiliario. Además, las tierras comunales, propiedad de los municipios, tampoco podían ser vendidas y, a menudo, permanecían improductivas o mal cultivadas. Estas tierras de los municipios y las de la Iglesia se denominaban de “manos muertas”: según la ley no podían ser vendidas; no había posibilidad de que cambiasen de manos.
El problema de la propiedad de la tierra impedía la productividad del campo. Nobles y clérigos vivían de las rentas de sus tierras y casi nunca se dedicaban a una actividad productiva. Sus tierras eran cultivadas por arrendatarios: campesinos que se quedaban con parte de las cosechas para subsistir y entregaban el resto al propietario, además de pagar impuestos al Estado y a la Iglesia local (diezmos). Por ello, los campesinos eran, en general, muy pobres.
La Solución Liberal: La Desamortización
Para solucionar el problema del campo, los políticos liberales eran conscientes de la necesidad de erradicar el sistema de propiedad de manos muertas y vender las tierras, para que los nuevos propietarios modernizasen el campo. Con este propósito pusieron en marcha la desamortización.
Desamortización significa desvincular bienes de la nobleza e Iglesia, sacándolos al mercado libre, para aumentar el número de propietarios particulares, aumentando con su trabajo, tanto su felicidad personal, como la riqueza del Estado.
El proceso desamortizador supone tres momentos: incautación de los bienes, tasación de su valor y puesta en venta mediante subasta pública.
Fases de la Desamortización
- Primeros intentos: Godoy, las Cortes de Cádiz y los liberales del Trienio Liberal.
- Cambios más importantes: Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz.
Desamortización de Mendizábal (1836)
El Ministro de Hacienda Juan Álvarez de Mendizábal impulsó una desamortización en 1836, durante la regencia de María Cristina. El Gobierno puso en venta los bienes de las órdenes religiosas (tierras, casas, monasterios, obras de arte, libros, etc.). Se disolvieron muchas comunidades religiosas, excepto las dedicadas a la enseñanza y la beneficencia; se confiscaron sus bienes y se sacaron a subasta pública. Con los ingresos obtenidos, fue posible eliminar la deuda pública, financiar el ejército contra los carlistas y transformar a la Iglesia en una institución del nuevo Régimen, comprometiéndose el Estado a mantener a los clérigos y subvencionar el culto.
Desamortización de Madoz (1855)
La desamortización iniciada por el también ministro de Hacienda Pascual Madoz empezó en 1855, durante el Bienio Progresista. Se pusieron en venta los bienes de los municipios, denominados “de propios” (arrendados a los vecinos y que proporcionaban una renta al ayuntamiento) y “de comunes” (utilizados por los vecinos de forma gratuita). También se vendieron bienes de las órdenes militares y bienes eclesiásticos no desamortizados durante la etapa anterior, procedentes estos últimos del clero secular (no sometido a regla conventual). Con los ingresos obtenidos, se promovió la construcción del ferrocarril, para contribuir así a la industrialización del país.
Resultados y Consecuencias
Los resultados de las desamortizaciones fueron diversos: el 40% de la tierra cambió de manos, pasando a ser adquiridas por una aristocracia con mentalidad comercial y una burguesía que aspiraba a poseer patrimonio en forma de tierras. En muchas zonas supuso la aparición de un proletariado agrícola (campesinos y jornaleros a sueldo). Una consecuencia positiva fue el aumento de la superficie cultivada y, con ello, de la producción agrícola. Gracias a esto, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en la costa mediterránea, se fue imponiendo una agricultura orientada a la comercialización. Así aumentó notablemente la exportación de productos como el vino de Jerez y las naranjas valencianas. Por último, de esta época datan muchos de los latifundios andaluces.
Conclusión
En conclusión, el proceso desamortizador desarrollado en el siglo XIX significó un cambio decisivo en el campo español, que abandonó su tradicional estructura señorial.