España: Transición del Antiguo Régimen al Liberalismo (1808-1833)
España experimentó la transición del Antiguo Régimen al Liberalismo en un contexto revolucionario y bélico, que se inició con la Guerra de la Independencia y finalizó tras la muerte de Fernando VII. La implantación del régimen liberal fue un proceso largo e irregular.
Causas de la Crisis del Antiguo Régimen
Las causas de la crisis se encuentran en el reinado de Carlos IV (1788-1808), marcado por la crisis económica y el desprestigio del rey y Godoy. Esto desencadenó el Motín de Aranjuez (1808), que supuso la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. La presencia de tropas francesas (aprobada por el Tratado de Fontainebleau) y la incertidumbre política derivaron en el levantamiento popular del 2 de mayo en Madrid, contra el ejército ocupante. Tres días después se produjeron las abdicaciones de Bayona, de Fernando VII en su padre y este en Napoleón, quien cedió el trono a su hermano José Bonaparte. Se creó un vacío de poder que, junto con la formación de Juntas, llevó a una nueva soberanía liberal y nacional. En 1808, comienza la Edad Contemporánea con el inicio de la revolución en una doble dimensión: una guerra contra los franceses defendiendo la independencia española y una transformación ideológica dirigida desde las Cortes de Cádiz, que pretendía liquidar las estructuras del Antiguo Régimen.
I. La Guerra de la Independencia (1808-1814)
La causa del conflicto fue la estrategia napoleónica de estados-satélite de su Imperio. Hubo una gran resistencia popular española, en forma de guerrillas y sitios defensivos (Gerona, Zaragoza con Palafox). Esto provocó la derrota de Napoleón en la Batalla de Bailén, por lo que el propio Napoleón tuvo que venir a España a finales de 1808. El ambiente bélico se mantuvo en España hasta que Wellington venció en Vitoria en junio de 1813 y en San Marcial en agosto de 1813. Es la primera guerra contemporánea contra la población civil a gran escala.
II. Las Cortes de Cádiz
Se desarrolló una revolución política en la Isla de León con la reunión de Cortes no estamentales en septiembre de 1810, compuesta por juristas, eclesiásticos y militares que llevaron a cabo una gran obra legislativa. En una única cámara (unicameral) hubo diferentes tendencias entre sus diputados: realistas, ilustrados reformistas, liberales y representantes de las colonias americanas, que participaron en la elaboración del texto constitucional. El 19 de marzo de 1812, se aprobó la Constitución, llamada la Pepa. Con ella se respondía al Estatuto de Bayona de 1808, que fue elaborado por los consejeros de Napoleón. La Constitución es un texto de 384 artículos que consagra la soberanía nacional, la separación de poderes y una monarquía constitucional, además de la confesionalidad católica del Estado, el unicameralismo, el sufragio universal indirecto y amplios derechos. Tuvo una vigencia corta y accidentada, fue el símbolo de lucha contra el absolutismo y dejó huella en otros textos constitucionales europeos y latinoamericanos.
III. Sexenio Absolutista (1814-1820)
En diciembre de 1813, Napoleón firmó la paz y reconoció a Fernando VII como rey de España según el tratado de Valençay. En marzo de 1814, Fernando regresó a España pasando por Zaragoza y Valencia, donde recibió el Manifiesto de los Persas, firmado por 69 diputados de las Cortes. En este manifiesto, se le pedía la anulación de la Constitución y se solicitaba la convocatoria de Cortes estamentales. Esto, junto con su propio deseo, lo llevó a reimplantar el sistema absolutista a través del Decreto de 4 de mayo de 1814, que anulaba toda la obra de las Cortes, a las que el monarca negó su soberanía. Fue un período muy inestable motivado por la guerra, los cambios mencionados (vuelta a los privilegios feudales, sistema de consejos, supresión de las Cortes, de los jefes políticos, de la prensa…) y por una fuerte represión contra los liberales y afrancesados, lo que provocó pronunciamientos militares (Espoz y Mina, Riego, Porlier…).
IV. El Trienio Liberal (1820-1823)
El 1 de enero de 1820 se sublevaron Rafael Riego y Quiroga en Cabezas de San Juan por no querer embarcar rumbo a América para apaciguar a las colonias. Este fue el inicio del segundo acto de la revolución liberal en España. El Rey tuvo que jurar la Constitución de 1812 el 9 de marzo. Gracias al apoyo de agentes revolucionarios como las sociedades patrióticas, las sociedades secretas o la Milicia Nacional, se crearon muchas leyes durante este trienio: creación de un ejército constitucional, aprobación de un Reglamento de Instrucción Pública, perdón a los afrancesados, desamortización de los bienes del clero, nueva división provincial, supresión de la Inquisición… Se produjo la primera división dentro del liberalismo español entre:
- Los moderados o doceañistas (autores de las reformas de Cádiz): Defendieron la propiedad privada, el sufragio censitario, la libertad de prensa limitada, el orden social y un gobierno fuerte.
- Los exaltados o veinteañistas (protagonistas de la revolución de 1820): Defendían la libertad de opinión, el control parlamentario del gobierno, la aplicación avanzada de la Constitución, un sufragio menos censitario y cierto anticlericalismo.
En este período se independizaron las nuevas repúblicas hispanoamericanas, marcando el fin del imperio español en América.
V. La Década Ominosa (1823-1833)
En abril de 1823, la entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis, el ejército de la Santa Alianza desde el Congreso de Viena, ayudó a Fernando VII a reimplantar el absolutismo. Esta fase se caracterizó por una grave crisis económica y una dura represión hacia todo lo liberal, con muchas ejecuciones y exilios masivos a Francia y Gran Bretaña. Se inició una frustrada reforma de Hacienda y se creó un nuevo reglamento de instrucción muy conservador. Se cerraron universidades por considerarlas un foco revolucionario. En 1830 nació Isabel, heredera del trono después del restablecimiento de la Pragmática Sanción de 1789 (que dejaba sin efecto la Ley Sálica). La protesta de los ultraconservadores partidarios de Don Carlos (hermano de Fernando VII) provocó su alzamiento en armas tras la muerte del rey, dando origen a la Primera Guerra Carlista (1833-1840). El carlismo nació en el medio rural, localizado en el norte peninsular, mientras que el liberalismo se impuso en las ciudades gracias a la burguesía urbana. Fue un movimiento de carácter antiliberal y antirrevolucionario, interclasista, que negaba la soberanía nacional y defendía el sistema foral frente a la centralización liberal, con una presencia intermitente pero relevante en España.