Transformación Económica de España en el Siglo XIX: Agricultura, Industria y Minería

La Modernización Económica de España en el Siglo XIX

A lo largo del siglo XIX, España vivió un proceso de modernización similar al ocurrido en Europa occidental durante la Revolución Industrial. Sin embargo, en España, la industrialización no alcanzó un gran desarrollo, y la agricultura siguió siendo el sector más importante de la actividad económica. A finales de siglo, la economía se modernizó gracias a la industria textil catalana y la siderurgia vasca. La explotación de minas por compañías extranjeras mejoró las comunicaciones con la creación de la red de ferrocarriles y las carreteras.

Agricultura y Propiedad de la Tierra

España era un país agrario con una distribución de la propiedad de la tierra muy desigual. Esto tenía sus orígenes en la Edad Media y se consolidó a lo largo de la Edad Moderna. Los grandes propietarios eran la Iglesia, los municipios y la nobleza, que disfrutaban de mayorazgos y señoríos. Las medidas del Estado para cambiar esta situación fueron las desamortizaciones, la supresión de mayorazgos y la abolición de señoríos.

Desamortización

La desamortización ponía fin a la propiedad amortizada de la Iglesia y de los municipios. El Estado las expropiaba y las ponía a la venta en una subasta pública. El dinero obtenido se destinaba a la Hacienda y a reducir la deuda pública. Se suprimieron los mayorazgos, y sus titulares pudieron vender la tierra manteniendo la propiedad plena. En la abolición de los señoríos, los señores transformaron el señorío en propiedad privada, en contra de los deseos de los campesinos.

Las desamortizaciones de Mendizábal y Espartero, junto con la desamortización de Madoz, pusieron en venta bienes del Estado, de iglesias y municipios. De 1836 a finales del siglo XIX, se vendieron más de 600,000 fincas, aproximadamente 10 millones de hectáreas. Como consecuencia, se amplió la superficie cultivada, aumentando el latifundismo, las medianas y las pequeñas propiedades. Los terratenientes adquirieron tierras, y empeoraron las condiciones de vida de los pequeños campesinos. No se modernizó la agricultura ni se invirtió en ella. La agricultura siguió siendo tradicional y explotada por jornaleros, lo que llevó a regulaciones y a la extensión de las ideologías anarquistas.

Evolución Agrícola

La agricultura tuvo una gran evolución en el siglo XIX con la mejora de los transportes, el aumento de la población (de 11 millones en 1800 a 18 millones en 1900) y la política proteccionista a favor de los cereales, que incrementó la producción agrícola. Destacó el cultivo de la patata y el maíz, sobre todo en el norte y en las zonas de regadío del interior, el trigo y otros cereales, el olivo y la vid.

A finales de siglo, la política proteccionista se intensificó (arancel de 1891) para intentar frenar la crisis agraria, ya que era más caro que el importado de Estados Unidos o Rusia. El cultivo de la vid aumentó al verse arrasadas las viñas francesas por la filoxera, lo que incrementó las exportaciones a Francia. El cultivo del olivo aumentó en Andalucía, Cataluña y Bajo Aragón. En el paso del siglo XIX al XX, aumentó la superficie de frutales y cultivos de regadío.

Industria Textil y Siderúrgica

La industria textil algodonera fue la primera en mecanizarse y se situó en Cataluña. En 1860, la hilatura estaba completamente mecanizada, pero el tejido lo estaba menos del 50%. La mecanización permitió la reducción de costes, y la política proteccionista de los gobiernos permitió a la industria catalana sustituir en el mercado español a los ingleses. Durante la década de 1870, se vivió una etapa de dificultades como consecuencia de la Guerra de Secesión estadounidense, que encareció el algodón importado por los fabricantes, pero hubo un fuerte desarrollo en los años 80. También influyó la política proteccionista al poner elevados aranceles en Cuba y Puerto Rico a tejidos no fabricados en España.

La industria siderúrgica en España contaba con yacimientos de hierro y de carbón, pero en zonas geográficas separadas, lo que obligaba al transporte. La siderurgia española iba atrasada, y ello fue perjudicial para el proceso de industrialización global. Entre 1830 y 1860, la producción de hierro se concentró en Andalucía, aprovechando sus minas de hierro. Pero al utilizar carbón vegetal, sus costes eran muy elevados y no podían competir con Asturias. A partir de 1880, se impuso la siderurgia vasca por la calidad del hierro que usaba el convertidor Bessemer para el acero. Otra razón fue el capital de los empresarios vascos con las exportaciones de mineral de hierro, que sirvió para la instalación de empresas. Se creó la empresa Altos Hornos de Vizcaya.

Minería

En España, la minería se desarrolló en gran cantidad en el siglo XIX, siendo uno de los sectores económicos más importantes por la demanda de las industrias europeas. La exportación de minerales representó una de las principales partidas del comercio exterior español. España era el primer país de Europa en la producción de minerales de plomo, hierro y cobre.

Desarrollo del Ferrocarril

La evolución y el desarrollo del ferrocarril fueron clave para la modernización económica de España. Era necesario eliminar barreras al comercio interior y facilitar el transporte. La construcción de la red se aceleró con la ley de ferrocarriles de 1855. La Real Orden de diciembre de 1844 facilitó la especulación y el negocio sucio. Esta legislación no tuvo el éxito esperado. Se construían las líneas con capital español y subvenciones del Estado, pero la falta de iniciativa hacía muy lenta su construcción. La línea Madrid-Albacete correspondía con la mitad de lo construido, y destacaban también las de Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez, Aranjuez-Almansa-Alicante y Sama de Langreo-Gijón.

La ley de ferrocarriles de 1855 dio un empuje a la construcción de la red, facilitando la formación de sociedades anónimas ferroviarias y permitiendo la importación de material. Provocó una gran inversión de capitales españoles y extranjeros. Las compañías ferroviarias más importantes fueron la MZA, el Ferrocarril del Norte y Ferrocarriles Andaluces.

La crisis de 1866 frenó el ritmo de construcción, pero también tuvo efectos positivos para la economía española, como el intercambio de personas y mercancías, contribuyendo al mercado interior. Tras la crisis vino un auge: la red nacional duplicó su longitud, y además se incrementó el capital español de las compañías ferroviarias.

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