La Economía Española en el Siglo XIX: Desamortización, Industrialización y Comercio
Lo más característico de la economía de España durante el siglo XIX fue la lentitud de los cambios. La agricultura siguió siendo la actividad económica más importante, pero la desigual distribución de la tierra, la ausencia de innovaciones tecnológicas y los bajos rendimientos agrícolas hacían necesario adoptar medidas en el sector agrícola. Una de estas medidas será la desamortización.
La Desamortización: Reforma Agraria del Siglo XIX
La propiedad de la tierra en España estaba, en gran medida, en manos de la nobleza y la Iglesia. La nobleza, gracias a la institución del mayorazgo, no podía enajenar (vender o transmitir) sus propiedades, ni dividirlas, sino que debía transmitirlas íntegras al primogénito. Debido a esto, la tierra quedaba inmovilizada y convertida en tierra de “manos muertas”. Como solución a este problema surgieron las desamortizaciones, que consistían en la expropiación, por parte del Estado, de las tierras eclesiásticas y municipales para su venta a particulares en subasta pública. Por otro lado, en 1836 se suprimieron los mayorazgos.
Desamortización de Mendizábal (1835)
Se inició debido a la crítica situación del país. Fundamentalmente se buscaba sanear la Hacienda, financiar la guerra civil y ganar adeptos para la causa liberal. Consistía en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia.
Desamortización de Madoz (1855)
Se inició durante el bienio progresista e incluía las tierras de la Iglesia aún no vendidas y las de las propiedades municipales. La situación fiscal y política no era tan grave, por lo que se pretendía no sólo reducir la deuda pública, sino también crear infraestructuras para modernizar la economía, con los ingresos obtenidos.
A consecuencia de las desamortizaciones se pusieron en cultivo grandes extensiones de tierra, aunque esta expansión de superficie estuvo acompañada de un aumento de la deforestación. Los principales compradores fueron las clases medias urbanas que se enriquecieron y diversificaron sus patrimonios. La roturación de la propiedad municipal empobreció a los ayuntamientos y asentó a campesinos empobrecidos sobre tierras no aptas para el cultivo. En definitiva, no favoreció al campesino y creó una oligarquía agraria que ejercería el poder político y económico durante largo tiempo.
Por otro lado, sólo a partir de los años 70 del siglo XIX se advierte un descendimiento de la agricultura tradicional, representada en el trigo, y el surgimiento de una agricultura más moderna basada en el cultivo de frutales y productos de regadío en el litoral mediterráneo. Pero la agricultura seguía siendo un sector atrasado lo que le impidió desempeñar un papel en la formación de capitales y, por tanto, en la industrialización.
La Revolución Industrial Española: Un Proceso Tardío e Incompleto
La Revolución industrial española fue tardía e incompleta. Se inició a partir de 1840, en el reinado de Isabel II, coincidiendo con una fase de expansión de la economía mundial y con una relativa estabilidad política. Además del escaso papel de la agricultura hay que señalar otros factores del retraso:
- La inexistencia de una burguesía financiera emprendedora.
- La burguesía prefería inversiones a corto plazo o en sectores industriales que generen dinero rápido, como el ferrocarril, antes que en sectores industriales básicos como la siderurgia.
- La dependencia técnica o financiera del exterior.
- Escasez de carbón y materias primas.
- Falta de coherencia en las políticas económicas de los partidos políticos.
A pesar de estos factores se intentó transformar las viejas estructuras económicas en otras nuevas basadas en el desarrollo del comercio y la industria, pero los resultados no se correspondieron con los objetivos. Cataluña fue la única zona donde la industrialización se originó a partir de capitales autóctonos, aunque predominó la empresa de tamaño mediano. El sector algodonero fue el más dinámico. La protección arancelaria la puso a salvo de la competencia inglesa y le permitió, tras la pérdida del mercado colonial, orientar su producción al mercado nacional.
La inexistencia de buen carbón y de demanda suficiente explica el desarrollo dificultoso de la industria siderúrgica cuya localización fue cambiado a lo largo del siglo XIX: Primero se desarrolló la industria en torno a Málaga. Después entre los años 60 y 80 se dio la etapa asturiana, basada en la riqueza de carbón de la zona, aunque no era de gran calidad. Pero el verdadero despegue de la siderurgia se inició a finales de siglo en torno a Bilbao el cual exportaba hierro y compraba carbón galés, más caro, pero de mejor calidad y más rentable.
El Auge de la Minería y el Desarrollo del Comercio
En cuanto a la minería alcanzó su apogeo en el último cuarto de siglo. España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, zinc y mercurio. Aunque fueron sobre todo compañías extranjeras las que se hicieron cargo de la explotación minera. Es importante en este desarrollo la “ley de bases sobre minas de 1868”.
En cuanto al comercio, aumentó considerablemente en volumen a lo largo del siglo XIX. La política proteccionista se mantuvo con altibajos durante todo el siglo, exceptuando durante el sexenio democrático (librecambismo) con el Arancel Figuerola en el cual las leyes arancelarias favorecieron los intereses de los industriales del textil catalán y terratenientes castellanos cultivadores de trigo, posteriormente con la restauración se vuelve al proteccionismo. Hay que destacar también la reforma de la Hacienda pública de Mon Santillán en 1845, la implantación de la peseta como moneda oficial en 1868 y la creación del Banco de España (1856).
La Revolución de los Transportes: El Ferrocarril
La revolución de los transportes llegó con el Ferrocarril. La primera línea se construyó en 1848: Barcelona-Mataró, pero la fiebre constructora se desencadenó a partir de la ley general de Ferrocarriles de 1855. En 1868 se habían construido 5145 kilómetros y fijado el trazado de las grandes líneas nacionales. Entre las compañías ferroviarias las más importantes eran la de Madrid-Zaragoza (M.Z.A) y la del Ferrocarril del Norte. El ferrocarril abrió el camino a la integración real del mercado español, permitiendo un intenso tráfico de ideas, viajeros y mercancías. El ferrocarril actuó como una poderosa palanca de desarrollo económico.