El Despotismo Ilustrado y la Fisiocracia en el Siglo XVIII
La Práctica Política: El Despotismo Ilustrado
A finales del siglo XVIII, muchos soberanos aceptaron los principios de la Ilustración. Creían en la posibilidad de alcanzar un futuro mejor y pusieron en práctica una serie de programas de modernización económica, social, intelectual y administrativa con el fin de lograr una mayor eficiencia del Estado. El déspota ilustrado planteaba todos estos cambios promoviendo reformas y a través de una labor educativa dirigida a la sociedad. El despotismo ilustrado no se cuestionaba el poder absoluto del soberano; el cambio se produjo en la actitud de este ante sus súbditos: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo».
El intento por parte de la monarquía absoluta de adaptar a su manera la Ilustración fracasaría; el avance del espíritu ilustrado era imparable y preparaba ya la Revolución Francesa.
La Práctica Económica: La Fisiocracia
Fue la teoría económica de la Ilustración. Partían del principio de que la agricultura era la verdadera y única fuente de riqueza, de la que derivaban las demás. El Estado debía protegerla, y la mejor salvaguarda consistía en eliminar obstáculos y reglamentos, confiando en el libre juego de las fuerzas productivas. El principio de libertad económica tuvo enorme repercusión, puesto que fue defendido por Adam Smith, apóstol de la escuela económica liberal. Esta práctica económica quedaría superada poco tiempo después, cuando naciera la industria.
Consecuencias de la Revolución Demográfica
Este crecimiento de la población originó excedentes demográficos en el campo que alimentaron los flujos migratorios internos y transoceánicos. Los internos se dirigieron a las áreas del desarrollo urbano e industrial, convirtiéndose en mano de obra abundante y barata. Las ciudades, de este modo, crecieron con extraordinaria rapidez. Este espectacular incremento de la población urbana convirtió las ciudades en lugares de hacinamiento. La otra salida que tuvo el excedente rural de población fue la emigración.
La emigración europea adquirió un carácter masivo. América y Oceanía atraían a millares de europeos. Esta migración a países como EE. UU., Argentina, Uruguay, Canadá, Brasil y Australia se vio favorecida por la mejora de las comunicaciones y los transportes, que estrecharon los límites del mundo.
Innovaciones Tecnológicas: El Ferrocarril y el Barco de Vapor
El Ferrocarril
La extracción de carbón estimuló la aparición del ferrocarril. Las minas necesitaban medios de transporte que trasladaran el carbón desde las galerías a la bocamina y al punto de embarque del mineral. El ferrocarril, por el que corrían las vagonetas, fue la respuesta. Aplicar a estas una máquina que las moviera fue el siguiente paso. El ferrocarril no fue propiamente una invención, porque en esencia no era más que una combinación de máquina de vapor con raíl de hierro. Poco a poco se diseñaron gran variedad de locomotoras, y la que acabó imponiéndose fue la Rocket de Stephenson. La primera línea fue la que unió en 1825 la zona minera con la zona costera. Cuando se demostró la utilidad del ferrocarril en Inglaterra, se proyectaron líneas en todo Occidente. Se abrieron líneas en EE. UU., Francia, Alemania y Rusia. La primera línea de pasajeros fue la que unía las ciudades de Manchester y Liverpool en 1830, cuyo recorrido era de 50 km.
El ferrocarril unió países antes separados por el alto precio de los transportes y aumentó la velocidad y el volumen de las comunicaciones terrestres, tanto para personas como para mercancías. Su expansión fue el motor de desarrollo de las grandes industrias pesadas de la época: hierro, acero, maquinaria pesada y producción de carbón. En las dos primeras décadas de vida del ferrocarril, la producción de hierro de Inglaterra se multiplicó, triplicándose además la producción de carbón. El ferrocarril en Inglaterra absorbió gran parte de las rentas acumuladas por la industria algodonera y permitió la exportación rentable de capital al extranjero.
El Barco de Vapor
En la aparición del barco de vapor tampoco podemos hablar de invención, más bien debemos hablar de perfeccionamiento. Fue el norteamericano Robert Fulton quien construyó el primer barco de vapor a principios del siglo XIX (1807). Los primeros buques se aplicaron a la navegación fluvial. Los primeros buques de vapor combinaron las velas y la máquina de vapor, usada solamente en caso de viento o marea desfavorable. Ya en el segundo tercio del siglo XIX se produjeron dos invenciones revolucionarias: una de ellas fue la hélice, que facilitó la propulsión, y la otra fue la máquina de vapor marina. Un nuevo adelanto fue el uso del casco de hierro, que permitió construir barcos de un tamaño mucho más grande.
Las consecuencias económicas fueron claras: a mayor tamaño de los barcos, mayor capacidad y menos costes de transporte marítimo. No obstante, se tardó decenios en sustituir el barco de vela por el de vapor, ya que los nuevos veleros eran mucho más rápidos, destacando los clípers (largo y estrecho velero que compitió con los barcos de vapor hasta finales de siglo).