El Tratado de París de 1898: Un Punto de Inflexión en la Historia de España
El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, fue un tratado internacional de gran trascendencia que marcó el fin oficial de la guerra hispano-estadounidense. Los comisionados españoles, encabezados por Eugenio Montero Ríos, presidente del Senado, actuaron en nombre de la regente María Cristina y del gobierno liberal de Práxedes Mateo Sagasta. Por su parte, los comisionados estadounidenses representaron a su nación en este acuerdo que puso fin al estado de guerra entre ambos países.
El Contexto del Tratado
El conflicto se inició cuando el gobierno norteamericano intervino militarmente en la contienda que los cubanos sostenían contra el régimen colonial español. La firma del tratado fue la culminación de un largo proceso de negociaciones diplomáticas que comenzó mucho antes. Más que un convenio, el Tratado de París fue un diktat impuesto por el vencedor. El gobierno de Madrid se vio obligado a aceptar una serie de exigencias norteamericanas que, firmadas el 12 de agosto de 1898, condicionaron las negociaciones del tratado definitivo.
Las Negociaciones y la Exclusión de Cuba y Filipinas
Por acuerdo entre españoles y estadounidenses, se excluyó cualquier representación de los patriotas cubanos y filipinos. España utilizó al embajador francés en Estados Unidos, Jules Cambon, como intermediario. El gobierno de Washington no quería ninguna interferencia en sus planes imperialistas, y el de Madrid se plegó a sus designios.
Las Cláusulas del Tratado
Desde la primera reunión de la Conferencia de Paz, la delegación estadounidense dejó clara su posición inflexible respecto a la ocupación de Cuba y la cesión de Puerto Rico, como se estipuló en los artículos 1º y 2º. La representación española intentó traspasar a Estados Unidos, junto con la soberanía sobre Cuba, la «deuda cubana», que ascendía a 456 millones de dólares, pero esta propuesta fue rechazada rotundamente.
El protocolo del armisticio del 12 de agosto había aplazado la decisión sobre el futuro de Filipinas hasta la firma del Tratado de Paz. El 31 de octubre, la delegación estadounidense reclamó la totalidad del archipiélago sin pago alguno, con la alternativa de reanudar las hostilidades. La suma de veinte millones de dólares ofrecidos como compensación permitió a los representantes de Madrid «salvar la cara».
El Manifiesto del Frente Popular: Un Pacto por la República en 1936
El Manifiesto del Frente Popular fue un documento histórico, concretamente el manifiesto electoral firmado por los grupos republicanos de izquierda y los partidos y sindicatos obreros. Este manifiesto fue el resultado de un largo proceso de negociaciones y los puntos consensuados se pueden considerar de mínimos.
La Campaña Electoral de 1936
El manifiesto se enmarca en la propaganda electoral de febrero de 1936, que buscaba la movilización del electorado. Se utilizó un gran despliegue de carteles y consignas, incluyendo un nuevo medio de comunicación: la radio. Algunas consignas radicales, como la utilizada por el bloque de la derecha, «Contra la revolución y sus cómplices», reflejaban la polarización política de la época. En oposición a este manifiesto, se publicaron otros dos: el del gobierno centrista de Manuel Portela Valladares y el del bloque de derechas, encabezado por José María Gil-Robles y José Calvo Sotelo.
Los Integrantes del Frente Popular
La primera referencia es al conjunto de partidos y sindicatos que formaron el Frente Popular y firmaron el manifiesto. Entre ellos, destacan dos formaciones republicanas creadas sobre la base de los partidos que protagonizaron el bienio reformista:
- Izquierda Republicana: Nacida en abril de 1934, fue la unión del partido de Manuel Azaña (Acción Republicana), la ORGA de Santiago Casares Quiroga y los radicalsocialistas de Marcelino Domingo.
- Unión Republicana: Liderada por Diego Martínez Barrio, fue una escisión del Partido Radical.
Otro de los grandes bloques era el conjunto de organizaciones socialistas, como el PSOE, las Juventudes Socialistas y el sindicato UGT. El PSOE estaba dividido entre dos opciones: la de Indalecio Prieto, partidario de la unión con los republicanos y la vuelta a la política de 1931, y la de Francisco Largo Caballero, que proponía una unión obrerista en pos de la revolución. Las Juventudes Socialistas, cuyo secretario general era Santiago Carrillo, se situaban en el ala más izquierdista del socialismo.
Un partido nuevo era el PCE, fundado en 1919 como una escisión del PSOE. Aunque todavía minoritario, su secretario general era José Díaz y dependía en gran medida de la política impulsada por la Tercera Internacional. El último partido obrero era el POUM, nacido en 1936 y de ideología trotskista, fruto de la división del comunismo internacional. Su actuación se reducía al ámbito catalán.
Los Acuerdos del Manifiesto
Los acuerdos del manifiesto suponían una vuelta al programa original de la República de 1931. El primer acuerdo fue la promulgación de una ley de Amnistía para los condenados por los sucesos de octubre de 1934. Esta ley se promulgó tras la victoria electoral del Frente Popular. Otra ley considerada innegociable por los firmantes era la Ley de Bases de la Reforma Agraria, anulada durante el Bienio Conservador.