Génesis del Tratado de Roma
En 1952, los países del Benelux y la CECA impulsaron la idea de expandirse como un mercado común ampliado a más países. Las causas de esta propuesta se encuentran en la Guerra de Corea, que evidenció la vulnerabilidad de una Europa dividida frente a potencias más fuertes. Por ello, surgió la idea de crear un ejército común en Europa Occidental bajo el control de la Comunidad Europea de Defensa (CED). Aunque este proyecto no prosperó, sentó las bases para futuras iniciativas.
En 1953, Beyen presentó un programa de integración económica global, conocido como el Plan Beyen. Proponía complementar el dispositivo político y militar de la CED con un mecanismo paralelo de integración económica. Sin embargo, su ambición impidió su adopción. El abandono de la idea del ejército europeo en 1954 llevó a que el Plan Beyen se enfocara exclusivamente en la integración económica global.
En 1955, el Benelux elaboró un memorándum, enviado a los gobiernos de Francia, Alemania e Italia (miembros de la CECA), proponiendo una integración económica global. Los tres países aceptaron estudiar la propuesta. El estudio resultó positivo, iniciando el proceso que culminaría en el Tratado de Roma de 1957.
Los ministros de Asuntos Exteriores de los seis países se reunieron en Messina para discutir el memorándum del Benelux. Se acordó crear una comisión de expertos, liderada por Spaak, para analizar los posibles aspectos negativos. También se debatió la participación del Reino Unido, asociado a la CECA, pero este se retiró al plantearse motivos políticos.
En abril de 1956, se completó el informe Spaak, que analizaba las ventajas de crear un mercado común. Desde el punto de vista económico, se consideraba la mejor opción para evitar producciones antieconómicas y permitir el acceso a producciones viables. El informe destacaba que el ideal de libre comercio solo se podía alcanzar mediante la creación de un mercado común de pocos países europeos, que serían los beneficiarios.
El libre comercio exigía una armonización de políticas para evitar manipulaciones en los precios. Esta armonización solo era posible con instituciones que la gestionaran, las cuales serían más eficientes con un número reducido de miembros.
Negociaciones y Firma del Tratado
Tras el informe Spaak, se inició un período de negociación a través de la Conferencia Intergubernamental, con sede en Bruselas. Las reuniones de políticos y expertos se complementaron con cinco encuentros de los ministros de Asuntos Exteriores. Finalmente, se aprobó el informe Spaak.
La agricultura no se incluyó inicialmente debido a su complejidad. Se realizaron reuniones adicionales, acordando establecer precios mínimos comunes para garantizar la igualdad de condiciones entre los agricultores. También se acordó estudiar en detalle el problema de los transportes. Estos fueron los dos sectores más problemáticos.
Se constituyeron tres grupos de expertos para redactar el tratado: uno para los tratados generales, otro para la CEE y otro para EURATOM (debido a la desconfianza inicial de Francia hacia este último). Finalmente, el gobierno francés aprobó ambos.
Los tratados constitutivos de la CEE y EURATOM se firmaron en Roma el 25 de marzo de 1957 a las 18:50. Fueron ratificados por cada país y entraron en vigor el 1 de enero de 1958.
Periodo de Transición y Políticas Comunes
Se estableció un período de transición de doce años para eliminar las barreras aduaneras, ampliable a quince años en caso de dificultad. El objetivo era facilitar la libre circulación de mercancías y trabajadores. Sin embargo, las diferencias de competitividad entre los países generaron proteccionismo.
Durante este plazo, se adoptaría una política comercial común con terceros países. También se comenzaría a organizar la política comercial agrícola. Gradualmente, se establecerían políticas comunes en diversos aspectos, priorizando la agricultura y el transporte.
Se coordinaría la política económica en relación con la balanza de pagos y se armonizarían las legislaciones de cada país para el funcionamiento del mercado común. La CEE también tenía objetivos más allá del mercado, como asociaciones con países de ultramar y mejoras sociales para la población.
Principios del Tratado de Roma
El objetivo principal era crear un ente supranacional con personalidad propia, la CEE, para establecer un mercado común y una unión económica. Sin embargo, no era una unión absoluta, ya que cada país mantenía su política económica, aunque armonizada a nivel de la CEE.
El tratado hacía referencia a la armonización de la legislación económica, no a la unificación. No se mencionaba una moneda común ni cuestiones políticas. La unión política no se logró, aunque se aspiraba a ella a largo plazo. Para lograr el mercado común, se debían realizar acciones concretas:
- Suprimir las barreras arancelarias intracomunitarias (ya realizado por el Benelux).
- Establecer un arancel exterior común a los seis países.
- Constituir un Banco Europeo de Inversiones para ayudar a las regiones más atrasadas.
Para implementar estas medidas, se crearon cuatro instituciones:
- Asamblea Parlamentaria
- Consejo de Ministros
- Comisión
- Tribunal de Justicia
Estas instituciones serían las guardianas del tratado, garantizando su cumplimiento.
Cláusula de Salvaguardia y Calendario
Debido a las diferencias entre los países, se estableció una cláusula de salvaguardia y un calendario específico para la implementación de los cambios. Se fijaron fechas para la formación de la unión aduanera y la supresión de cupos o contingentes. No fue necesario recurrir a prórrogas, y el período transitorio finalizó el 1 de enero de 1970.
El Tratado de Roma no tenía límite de duración, a diferencia de la CECA (50 años). No se contemplaba la posibilidad de que un estado miembro abandonara la Comunidad Europea. Francia intentó incluir una cláusula de secesión, pero no fue aceptada. Sí se dejó abierta la posibilidad de futuras adhesiones.
Modificaciones y Cláusulas Adicionales
La primera modificación del Tratado de Roma fue en 1957, con el Acta de Modificación. La cláusula de salvaguardia permitía a un país solicitar más tiempo si no estaba preparado. Italia y Alemania la utilizaron. También existía una cláusula de aceleración para los países que avanzaban más rápido.
El tratado era un «Tratado Marco», cuyo contenido se desarrollaría con el tiempo. La CEE no se construiría de forma continua y gradual, sino con avances y retrocesos según las circunstancias.
Creación de la EFTA y Relaciones con la CEE
En 1960, el Reino Unido propuso la creación de otra zona de libre comercio: la Organización Europea de Cooperación Económica (EFTA), que incluía al Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Noruega, Austria, Suiza y Portugal. Estos países eventualmente se integrarían en la CEE. El Reino Unido y Dinamarca ingresaron en 1983, y Suecia en 1986. Noruega y Suiza no se unieron. La EFTA ya no existe.
A diferencia del Mercado Común (unión aduanera), la EFTA permitía a sus miembros mantener sus propias aduanas. Cada país decidía los aranceles a productos externos, mientras que el Mercado Común tenía un arancel común.
Implementación de la Unión Aduanera
La unión aduanera se implementó en tres etapas:
- Reducción del arancel en un 30%.
- Reducción adicional del 30%.
- Reducción final del 40%.
Este sistema permitía flexibilidad a cada país, pudiendo acelerar el proceso si lo deseaban. También se previó la supresión de impuestos y la armonización de políticas fiscales.
En 1968, se eliminaron los impuestos a las mercancías industriales entre los seis países, pero no a los productos agrícolas. Se estableció un arancel común basado en la media aritmética de los aranceles existentes el 1 de enero de 1957. Se elaboraron listas de productos con arancel común inmediato y otros con cambios graduales, reflejando una política proteccionista.
Finalmente, se eliminaron las restricciones a la cantidad de productos exportados entre los seis países, primero para los productos industriales y luego para los agrícolas. A principios de los años 60, los productos industriales ya no tenían trabas, mientras que los agrícolas tardaron más.