¡Escribe tu texto aquí!En 1885, coincidiendo con la muerte de Alfonso XII, los dos partidos del turno pacífico llegan al Pacto del Pardo, un acuerdo sobre la rotación de poderes. Así se iniciaba la Regencia de Mª Cristina que durará hasta 1902. Se trataba de dar estabilidad al sistema frente a un posible auge del republicanismo y los nacionalismos.
La oposición al sistema
Esta etapa comenzó con un gobierno del Partido liberal de Sagasta (1885-1890) que otorgó al sistema una orientación más progresista mediante la promulgación de una serie de leyes como la ley de Asociaciones (1887), la ley de Jurado (1888) o la ley del Sufragio Universal (1890).
Estas reformas fueron introducidas, entre otras razones, para neutralizar a la oposición republicana en un momento en que se temía por la estabilidad del sistema. El cambio de la ley electoral no supuso la democratización del sistema, pues mantenía las circunscripciones electorales anteriores con predominio de distritos uninominales rurales, lo que continuó facilitando el fraude electoral, aunque ahora con más dificultades. El sufragio universal también permitió algunos triunfos republicanos y nacionalistas en las grandes ciudades.
Durante la década de 1890 se mantuvo el turno pacífico con precisión matemática, aunque a finales de siglo el sistema daba muestras de agotamiento, ya que los gobiernos no supieron resolver los graves problemas que hacían de España un país muy atrasado: persistencia de altas tasas de analfabetismo, continuación de desequilibrios en las cuentas públicas, el mantenimiento del discriminatorio sistema de quintas y la ausencia de reformas sociales.
Los dos hechos que quizá marcaron más este reinado son la aparición en estos años de movimientos políticos nacionalistas en Cataluña y en País Vasco y la guerra con los EEUU que pone fin a nuestro imperio colonial.
·
Turno de partidos y caciquismo
El turno de partidos comenzó en 1881 cuando Cánovas cedió el gobierno a Sagasta, pero fue a partir de la muerte de Alfonso XII, en 1885, cuando se consolidó. Sagasta aparecía como más liberal y abierto a la izquierda que Cánovas: bajo sus gobiernos se introdujo el sufragio universal (1890), se ampliaron las libertades de asociación y expresión e, incluso, se tomaron en cuenta lo problemas sociales, creándose la Comisión de Reformas Sociales.
El régimen, a pesar
de las reformas, se basaba en el falseamiento electoral.
Los candidatos,
designados desde el Ministerio de la Gobernación -encasillados- eran elegidos
como diputados por el distrito correspondiente gracias al control social que
ejercían los hombres influyentes -caciques- del partido en esa zona. Los
candidatos oficiales prácticamente no tenían problemas para resultar
elegidos. Muchas veces, no tenían nada
que ver con el distrito electoral por el que se presentaban («diputados
cuneros«). Los manejos e influencias del cacique de turno imponían el
resultado deseado mediante coacciones, compra de votos e incluso el fraude en
el recuento de votos («pucherazo«). En estas condiciones se
daba una distancia abismal entre la «España oficial» y la
«España real», como denunciaban los críticos del sistema.
Precisamente uno de ellos, Joaquín Costa, fue quien definió al régimen
político imperante como un sistema basado en la oligarquía y el caciquismo.
A fines de siglo, el sistema político estaba en crisis por diversos factores. La España oficial y la España real no tenían nada que ver y el sistema era incapaz de resolver los grandes problemas del país: los nacionalismos periféricos, la cuestión colonial y militar y el desarrollo del movimiento obrero.
Además,
los dos líderes desaparecieron en esos años, Cánovas fue asesinado en 1897
y Sagasta murió en 1903. Tras ellos, una nueva generación de políticos –
Antonio Maura y José Canalejas
Encabezaron los dos grandes partidos dinásticos que en muchas ocasiones tuvieron que crear gobiernos de concentración con políticos de diversas tendencias.
Los opositores al sistema canovista fueron minoría. Fuera del sistema quedaron los partidos antidinásticos:
1.
Los carlistas, que no
aceptaban la dinastía borbónica y habían sido derrotados en la 3ª guerra
carlista en 1876, se escindieron en 1888; los de la Unión Católica, fundada por
Pidal y Mon, se integraron en el partido conservador, mientras los integristas
de Nocedal formaban el Partido Tradicionalista.
2.
El republicanismo perdió el
apoyo de las clases medias, asustadas por los desórdenes de la Primera
República y adaptadas con facilidad a la Restauración. Tras la vuelta a la
legalidad en 1881, gracias al gobierno liberal de Sagasta que autorizó la
libertad de asociación, se fragmentó en facciones:
Castelar fundó
el Partido Posibilista y aceptó la Restauración pero con sufragio universal;
tras 1890 se integró en el partido Liberal.
Salmerón dirigió a
los republicanos unitarios.
Pi y Margall lideró la opción
mayoritaria, el federalismo, defendiendo el reformismo social.
Ruiz
Zorrilla agrupó a los radicales en el Partido Progresista, organizando
desde el exilio pronunciamientos fracasados.
Tras el sufragio universal (1890) se reunificaron (salvo los posibilistas) en la Unión Republicana (1903), lo que permitió que por primera vez hubiera en las Cortes una importante minoría republicana.
3.
El movimiento obrero se
opuso también al sistema canovista. Con la progresiva industrialización y la
consolidación del capitalismo experimentó un desarrollo, pero conservando sus
malas condiciones de vida y trabajo. Estaba dividido en dos tendencias
rivales: el anarquismo y el socialismo , ambas
revolucionarias. Integradas en la Internacional, su ruptura se produjo a raíz del
Congreso de Zaragoza de 1872, debido a la discrepancia entre Marx y Bakunin.
Esta división fue causa de su debilidad. Durante la Restauración las
asociaciones obreras fueron ilegales hasta 1881.
El
anarquismo, de base fundamentalmente campesina, estaba muy implantado
en Andalucía y Cataluña; clandestino desde enero de 1874, se había debilitado
debido a sus disensiones internas y a la persecución del gobierno a causa del
asunto de la Mano Negra, en 1883. A partir de 1881 creció mucho, organizado en
la nueva Federación de Trabajadores de la Región Española. Algunas
organizaciones anarquistas llevaban a cabo acciones terroristas o propaganda
por el hecho.
En 1911 se creó el sindicato anarquista, la CNT
(Confederación Nacional del Trabajo).
La corriente socialista se desarrolló en torno a un partido marxista, el PSOE, fundado en Madrid en 1879 por Pablo Iglesias y un pequeño grupo de tipógrafos e intelectuales. En 1888 fundó su propio sindicato, la Unión General de Trabajadores (UGT). El periódico oficial del partido era El Socialista (1886). Esta tendencia arraigó en Madrid, Extremadura, Castilla la Nueva y de ahí se extendió a los núcleos mineros e industriales de Asturias, Vizcaya y Cataluña. Más organizados, pero menos numerosos que los anarquistas, crecieron mucho en la última década del siglo.
4
Regionalismo y nacionalismo:
Los regionalismos y los nacionalismos fueron movimientos de oposición, potenciados por las burguesías locales. El sistema canovista se mostró incapaz de integrarlos. El regionalismo pretende la defensa de la región mediante la autonomía administrativa. El nacionalismo sostiene que cada pueblo o nación tiene derecho a ejercer la soberanía sobre su territorio, lo que significa que a cada identidad cultural debe corresponder un Estado independiente. Ambos movimientos periféricos surgieron por el fracaso del liberalismo para crear un nacionalismo español que vertebrara a la sociedad.
La confluencia de particularismos y el renacimiento cultural que los acompañó permitieron la manifestación espontánea de una diversidad regional o nacional que se hizo especialmente evidente en Cataluña y el País Vasco, precisamente las regiones con más independencia económica.
Los regionalismos periféricos fueron en principio manifestaciones de las medianas y pequeñas burguesías, más que de las altas, que intentaban recuperar su identidad nacional a través de la defensa de sus peculiaridades históricas.
A) El catalanismo
En Cataluña fue
surgiendo un movimiento cultural –
La Renaixenca
Que abarcaba diversos campos de la actividad intelectual (historia, literatura, artes …) que tuvieran relación con Cataluña, utilizando como instrumento cada vez más la lengua propia.
Más tarde, ya en la
Restauración, surgió el catalanismo político, cuyas guías eran Lo Catalanisme, publicado por Valentí
Almirall en 1886, y La Tradició
Catalana, obra de 1892 del obispo Torras y Bages.
De la síntesis de
ambas obras surgió en 1896 el Compendi de
la doctrina nacionalista, de Enric Prat de la Riba, como la forma
catalana del regeneracionismo de fin de siglo.
Almirall fundó en 1882 el Centre Catalá, como una entidad patriótica que estuviera por encima de los partidos existentes y que sirviera de nexo de unión entre la burguesía federal y la conservadora. En 1887, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya y, con motivo de los Juegos Florales celebrados por la Exposición Universal de Barcelona, presentaron a la reina regente Mª Cristina (Alfonso XIII había muerto en noviembre de 1885) un programa regionalista. Este programa mantenía al mismo tiempo la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia autonomía.
En 1901 nació el primer gran partido político catalán y conservador, la Lliga Regionalista, dirigida por Prat de la Riba y Francesc Cambó, que aspiraba a la autonomía de Cataluña para potenciar su modernización y que representaba al catalanismo conservador, católico y burgués.
En su primera asamblea celebrada en Manresa en 1892, se suscribieron las bases para una «Constitución regional catalana», una síntesis de la concepción federal de integración del Estado catalán en el Estado español y de las ideas del catalanismo conservador.
B) País Vasco
Sabino Arana
en 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana defendía
la raza vasca, la lengua (el euskera), el integrismo católico y los fueros
tradicionales, abolidos en 1876; ferviente antiespañolista, reclamaba la
recuperación de la independencia de la Nación Vasca. Su lema era Dios y ley vieja.
Idealizó el medio rural del País Vasco y rechazó la industrialización porque
creía que los inmigrantes no vascos o maketos degeneraban la raza vasca a causa
del mestizaje. Diseñó la ikurriña o bandera nacionalista.
El PNV osciló entre el independentismo radical y una tendencia más moderada que buscaba la autonomía del País Vasco dentro de España, consiguiendo votos entre las clases medias.
C) El regionalismo en Galicia
El surgimiento de
movimientos nacionalistas en Galicia se remonta a la etapa isabelina. En 1843
se celebró en Lugo una Asamblea Federal en la que Antolín Faraldo propuso la
independencia del reino de Galicia. En 1846 tuvo lugar un levantamiento
progresista y autonomista bajo la dirección de la Junta Superior de Galicia,
que fue ahogado en sangre (mártires de Carral). En 1873 tuvo lugar una Asamblea
Federal en Santiago, dentro de los movimientos federales republicanos.
La
Lliga Regionalista gallega fue creada en 1890 y dirigida por
Alfredo Brañas
En 1916 se fundó la Irmandade da Fala, en cuyo
programa se habla de conquistar una amplia autonomía para Galicia.
El nacionalismo gallego muestra diferencias claras con respecto al catalán o al vasco. Por una parte, fracasó en su intento de construir una fuerza política galleguista homogénea, pero, por otra, edificó una ideología diferenciadora basada en el territorio, raza, lengua, historia y conciencia nacional.
Sus principales
ideólogos –
Manuel Murguía, Alfredo Brañas o Aureliano Pereira
Serán recogidos sin alteraciones sustanciales por los pensadores nacionalista del siglo XX. Con todo, este galleguismo no pretendía alcanzar un Estado independiente, ni siquiera un federalismo, sino un modelo jurídico-político de descentralización designado con el término de autonomía.
D) Otras regiones
En Andalucía
hubo un primer intento de regionalismo con Blas Infante, que tardaría
mucho tiempo en consolidarse. Lo mismo ocurrió en Valencia, Aragón y en
Baleares.