Unificación religiosa y sociedad colonial en la España de los siglos XVI-XVIII

Unificación religiosa: Expulsión de judíos y conversión de mudéjares

Expulsión de los judíos

La Inquisición, que solo podía actuar contra cristianos, no podía acusar de herejía a los judíos. El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos firmaron el decreto de expulsión de los judíos de todos sus reinos, dándoles un plazo de cuatro meses para abandonarlos. El principal motivo era la consolidación de la Monarquía Católica mediante la unidad religiosa de todos sus súbditos y territorios.

En principio, se permitió a los judíos llevarse sus bienes muebles, pero las leyes prohibían la extracción de oro, plata, monedas, caballos y armas del reino, obligándolos a transformar sus bienes en letras de cambio. Los monarcas prohibieron la venta de los bienes comunales de las aljamas y confiscaron los bienes dejados por los judíos.

Los judíos sefarditas que salieron de los reinos hispánicos tomaron diversas rutas, dirigiéndose a Portugal, el norte de África y el Mediterráneo oriental. La pérdida de población superó ligeramente los cien mil, pero fue cualitativamente mayor debido a que se trataba de una población instruida. Los judeoconversos ocuparon los mismos estratos sociales, con mayor eficacia al no estar sujetos a medidas vejatorias. Sin embargo, las clases medias y populares odiaban a los conversos aún más que a los judíos, mezclando motivos religiosos y de clase, generando una actitud de rechazo hacia las actividades comerciales (mentalidad antiburguesa).

Conversión de los mudéjares

La minoría musulmana (mudéjar) también sufrió la homogeneización religiosa. Las capitulaciones al final de la guerra de Granada fueron tolerantes, pero a partir de 1499, el arzobispo Cisneros, con el beneplácito de los reyes, inició una política de conversiones forzosas: bautismo o expulsión. Aunque la mayoría optó por quedarse en Granada, una minoría valiosa por su cultura se trasladó al norte de África.

El descontento de la población islámica granadina estalló en la rebelión del Albaicín (1499-1502) y las Alpujarras (1500). Tras reprimir los levantamientos, se obligó a todos los musulmanes, incluidos los mudéjares de Castilla y Aragón (decretos de 1501 y 1502), a convertirse al cristianismo o abandonar España. La mayoría aceptó el bautismo sin convicción, practicando el Islam clandestinamente. Los mudéjares se transformaron en moriscos, musulmanes cristianizados.

La nueva sociedad americana

La sociedad americana se caracterizó por el dominio de los colonos europeos. Desde el principio, se produjo un profundo mestizaje. Se introdujeron esclavos negros africanos, dando lugar a una sociedad de castas racista. Los blancos acaparaban el poder, los recursos económicos y el predominio social, viviendo en las ciudades, apartados de la sociedad indígena.

En la cúspide estaban los españoles peninsulares, que ostentaban los principales cargos. Debajo, los criollos, descendientes de colonos españoles nacidos en América, ocupaban cargos menores y poseían haciendas y negocios, pero se consideraban postergados.

La sociedad indígena quedó relegada a las zonas rurales. Los colonizadores contaron con el apoyo de los caciques para someter a los indios. La población indígena se redujo drásticamente a finales del siglo XVII, mientras crecía el mestizaje. Los mestizos eran libres y trabajaban por un salario. La población negra llegó como esclava desde África a partir del siglo XVI, debido a la hecatombe demográfica indígena.

ANEXO III – La economía de la América española (siglos XVI-XVII)

Comercio con la Península y metales preciosos

Etapas del comercio:

  • 1492-1503: Monopolio de Colón y la Corona.
  • 1503-1510: Monopolio de la Corona.
  • A partir de 1510: El rey autoriza a todos sus súbditos castellanos a comerciar con América (solo comerciantes castellanos, no criollos hasta el último tercio del siglo XVIII).

El comercio entre Castilla y los puertos americanos creció rápidamente. Los colonos necesitaban alimentos, ropa, aperos, armas y herrajes. La Corona prohibió el desarrollo de talleres en América para evitar la competencia. Se enviaban materias primas a Europa, pero su valor no correspondía al de las exportaciones, cubriéndose la diferencia con metales preciosos. La plata americana fue vital para las guerras europeas de la Monarquía Hispánica.

Para garantizar la mano de obra, se introdujo la mita, un sistema de trabajo forzoso inca, que obligaba a un porcentaje de trabajadores a servir en las minas a cambio de un salario. La dureza de las minas provocaba la muerte de muchos trabajadores, sin que la Corona interviniera.

Para proteger los envíos de plata de la piratería, se reguló la navegación a mediados del siglo XVI, obligando a los barcos a agruparse en dos flotas anuales: la de Nueva España (Veracruz) y la del Perú (Portobelo), que convergían en La Habana para regresar a España escoltadas por navíos de guerra. El sistema fue efectivo.

Explotación de las colonias (siglos XVII y XVIII)

La falta de mano de obra llevó a sustituir las encomiendas por haciendas y plantaciones. Las haciendas eran explotaciones autosuficientes con producción agrícola y ganadera, utilizando mano de obra indígena y mestiza. Se introdujeron cultivos europeos (trigo, vid, olivo) y se extendieron los autóctonos (maíz, papa, fríjol). La ganadería se expandió con especies europeas, ocupando grandes extensiones de tierra.

Las plantaciones se extendieron en las regiones tropicales, dedicadas al monocultivo con mano de obra esclava.

En el siglo XVII, la crisis en la Monarquía Hispánica aumentó la producción artesanal y el intercambio interno en América, reduciendo las importaciones de España. Además, se produjo una caída en la producción de plata.

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